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« Previous Page Table of Contents Next Page »"Los Dominicos, pues, hospedaron en su Convento n Colón cerca de un año; le entienden y le atienden; convencidos de sus razones y persuadidos de la cer– teza del descubrimiento, atraen y persuaden a los de– más sabios de aquella Universidad de Salamanca y a los más grandes personajes del reino para que apo– yen el proyecto. Proveen a Colón de lo necesario pa– ra sus viajes, le acompañan a la Corte, y le recomien– dan, y demuestran ante los Reyes la existencia del munde desconocido y la posibilidad de encontrarlo".
(l). "Todo lo cual, dice el Franciscano P. Fr. José Coll, dió por resultado que la Reina no sólo no despi– diese a Colón, como era de temer, sino que le dió muy favorables esperanzas".(Z). Esperanzas que fueron la más bella realidad, que tuvo efecto el 12 de Octubre del año 1492.
"Así se verificó, dice el Iltrmo. Sr. Martínez Iz– quierdo que el Convento de Santo Domingo, de Sala– manca fuese 10nde por vez primera tuviesen valor científico las presunciones de (Jolón, y el mismo Maes– 11'0 Deza le acompañó a la Corte, donde recibieron va–
lor político, y donde la Reina resolvió la expedición. Tienen, pues, un valor eminente los Dominicos por lo que contribuyeron al descubrimiento del Nuevo Mun– do". (3).
Siendo, pues, Fr. Diego de Deza quien tanto apo–
yó ~ Co~ón, cr,eo mlj,f)l}sto dar aq~í ~l lector una pe~
quena blOgraüa de tan Ilustre Domllllco. Nació en la ciudad de Toro (España) y fué hijo de Antonio de Deza
y de Inés de Tavera, ambos de noble linaje. Diéronle cristiana educación y la instrucción conveniente a su nobleza; tomando muy joven aun el hábito de Santo Domingo en su ciudad natal.
Sus superiores enviáronle luego a continuar los estudios al Convento de San Esteban de Salamanca en donde se dió con tantas veras y perseverancia a
]o~ e~ercicios de ~eología escolástica, a la vez que a la pl-acbca de las vIrtudes, que pronto sobresalió entre t'1(los sus condiscípulos. Y tal renombre adquirió en
las aulas salmantinas, que el Maestro Pedro de Osma llegó a proponerle al Claustro de la Universidad para que en sus ausencias le supliese en la cátedra. Muer– to dicho Maestro. la escuela le ~ligió para suceder1e en la clas'e de PrIma de Teología, la cual le fué dada en propiedad en Mayo de 1480.
En 1486 los Reyes Católicos le nombraron Maes– tro de su hijo el Príncipe Don Juan, el que sólo tenía ocho años; y para más autorizar la persona de Fray Diego de Deza, le nombraron Obispo de Zamora prime– ro y después de Salamanca, en donde se hallaba cuan– do ocurrió en aquella ciudad en 1497 la inesperada muerte del Príncipe, que poco antes se había casado en Burgos con la princesa Margarita, hija del Empe– rador Maximiliano.
En 1499 los Reyes Católicos, con el deseo de te– nerle más cerca de la Corte, que entonces estaba en
Valladolid, le nombraron Obispo de Palencia, desde donde con su parecer y consejos más fácilmente pu– diera asegurar sus conciencias en los distintos asun– tos del Reino. Y tal aprecio hizo siempre de Fr. Die– go de Deza Isabel la Católica, que a su muerte, acae– cida en 24 de Noviembre de 1504, le nombró uno de sus testamentarios.
Vacó por entonces la Sede de Sevilla; y pare– ciéndole al Rey Católico que aún no estaban bastan– temente galardonados los muchos méritos de Fr. Die– go de Deza, nombróle Arzobispo de Sevilla, cuya dió– cesis gobernó por espacio de 19 años, hasta el 9 de Junio de 1523 en que murió a los 80 años de edad, y cuando ya estaba electo Arzobispo de Toledo. Dejó varias obras escritas, las que, junto con sus muchos meredmientos, harán que su memoria perdure. Esta es a grandes rasgos la biografía del ilustre Protector de Cristóbal CoJón; siendo esto su mayor gloria. Por lo que ha podido decirse:
"A Castilla y a León-Nuevo Mundo Deza dió;
como
A Castilla y a León-Nuevo Mundo dió Colón".
PJR,JIMJEROS RJElLJImOSOS IDOMJlN'llCOS QUJE JEMlIllARCARON lP'ARA JElL N\UJEVO MUNDO - mus TRAlIllA– .1fOS AJPOS'll.'OlLllCOS JEN lLA llSlLA lLlLAMAIDA JLA JEsJP Al~OlLi1. ~~ IFUNDAN JEN JElLJLA S\U lP'RllMJER (JON–
VENTO. _ lP'ASliN A lLA llSlLli IDlI15 <OlUlIllA il )LUEGO A 'EJIlERRA l'i'lIRlWJE.
Descubiel to el Nuevo Mundo por Cristóbal Co– lón, presto llegaron a España noticias de hecho tan extraordinario, y de cómo en las islas descubiertas se daba lugar a la predicación del Evangelio,
Tan gratas noticias no podían pasar desapercibi– das para los Dominicos del Convento de San Esteban de Salamanca quien~s, como hemos visto, tanto ayu– daron a Colón en su tan gloriosa empresa. Con ellas no pocos de aquellos Religiosos encendiéronse en de– seos de ir a evangelizar las nuevas tierras descubier– tas.
El primero a quien Dios inspiró tan heróico pen– samiento fué al santo Padre Fr. Domingo Mendoza de Loaisa, que era superior del Convento de San Es– teban. Lleno éste de santo entusiasmo habló a otros tres Religiosos, que fueron los Padres Fray Pedro de Córdoba. Fr. Antonio de Montesinos y Fr. Bernardo
de Santo Domingo, todos varones doctos y virtuosos. Pusiéronse los cuatro de común acuerdo: y como pa– ra el logro de sus deseos necesitaban permiso del Ge– neral de la Orden, fuese a Roma el mismo Fr. Do– mingo de Mendoza. Bien informado del caso y de las grandes ventajas que de aquí podrían seguirse para la Iglesia, el Rdmo. Fr. Tomás de Vio Cayeta– no que entonces era el Maestro General, concedió
gu~toso lo que se le pedía; con lo que Fr, Domingo volvióse muy satisfecho a España. Ya aquí, habló
del caso al Rey Don Fernando, quien tan de buena gana dió su permiso, que él mismo mandó disponer lo necesario para el viaje de los Religiosos, d'ciendo: "No tendría sosiego hasta que viese predicar el E– vangelio a los frailes Dominicos en las Islas descu– biertas".
Surgieron entonces algunas dificultades; y para solucionarlas quedóse Fr. Domingo de Mendoza en España, y en tanto pusiéronse en camino los tres Pa– dres, arriba mencionados, y un Hermano para que los acompañase. Salieron de Salamanca el año 1508,
"caminando a pie, no comían carne, decían los oficios di.vinos a sus horas como si asistieran a coro. guar– daban silencio y tenían sus horas de oración. Su mortificación, humildad y modestia eran tales que a todos edificaban. Sus pláticas y conversaciones to– das eran del cielo, y siempre hablaban cosas de Dios que les pudiesen fomentar y aumentar el espíritu. El mismo estilo guardaban en el navío en el mar nave– gando que habían guardado caminando por tierra". Favorecióles el cielo con buenos aires, llegando a la isla Española el año 1510. Allí fueron recibidos con gran caridad por un hombre, llamado Pedro de Lumbreras, que no era rico, pero que los hospedó en su casa 10 mejor que pudo, acomodándoles en una choza a un lado del corral de su casa. En aquel po-
(1) Memorial citado. (2) Obra y lng'm.. citados. (3) Discurso pronunciado ante el Senado español.
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