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dilla hacia abajo y gr uesas guedejas colgadas semejan– tes a las bar bas de: los leones Cuando el eno;o les do– minaba COl lÍan, alcanzaban y mataban los temerosos caballos de los españoles Prácticamente los indios de los pocos pueblos de esa olvidada zona, además de ca– 111er, beber y colgar de sus restos, vivían de ellos Del cuela hacían casas, vestidos y sogas; de los huesos, pUlh

zones; de los nervios y pelo, hilo; de los cuelnos, bu– ches y vejigas, vasos, de las boñigas, lumbl'e; y de las tel nel as, odres o 1 ecipientes de agua

4- :EL GUABINIOUINAB

Hace más de hes siglos en la isla Fernandina, re– bautizada más tarde con el nombr e de Cuba, unas cu– lebras grandlsimas, mansas, sin ponzoña y fáciles de capturar, atraían los maravillados ojos de los clOnis– tas Mayor novedad encontraban en ellas al averiguar que, sin asco ni temor, servían de alimento a los nati– vos Lo que a nosotros interesa es que ello consignó la existencia del guabiniquinab Ocho o más ejemplu– tes de esta especie zoológica solian extraer del buche de aquellas culebras una vez muertas El guabiniqui– nab, pmecido a la liebre, tenía forma de raposa, pies de conejo, cabeza de hUrón, cola de zorra, pelo alto como el del tejón, color algo rojo y catne sabrosa y

sana,

5- LA VENGANZA CONTRA LOS

LAGARTOS DE MATEARE

En 1621 el ctonista Antonio Vazquez de Espinoz a , de la orden de los Carmelitas, vio cerca del pueblo de Mateare a una india que con una botija entró al la– go de Managua para proporcionarse de agua Estaba en esa tarea cuando fue sorprendida por algunos lagartos que comenzaron a devorarla El marido, presintiendo alguna desgracia, fue en busca de su mujer y alcanzó

Ver los últimos momentos del feroz banquete Re–

gresó al pueblo y contó la infeliz noticia a sus amigos No tardaron los vecinos en ¡-eunilse para cobrar

la venganza Dídivieron un cuarto de carne en varios pedazos que ensartaron en igual número de palos y los echaron al agua Como la~ bestias estaban todavía encarnizadas, acudieron a las presa!> Y fueron atrave– sadas por las lanzas de los indios Hecha esta opera– ción, abrieron los costados de los lagartos y sacalon una Pierna, un brazo, un pedazo de cuerpo, la cabeza, etcé– tera, Rescatado el cadáver, se enterró en la iglesia del pueblo después de la misa celebrada por el peregrino cronista Vazquez de Espinoza que, admitado por la fe– rocidad de esos animales lacustres y por la facilidad con que los indios los matat.an, narta este curioso su– ceso

&_ RETO "l MUERTE DEL FANFARRON MANUEL RIVERO PARDAL

En junio de 1670, durante los tiempos gloliosos de llenry Margan -el más temible de los bucaneros- el capitán portugués Manuel Riveto Pardal, procedente de Santiago de' CuJ;la, desen~bareó en la parte septen-

hional de Jamaica con 150 hombres, atacó un poblado costelo, ahorcó a media docena de ingleses, captUlÓ a

60 plÍsioneIOs y dejó clavado en lln ál bol el siguiente leto, esedto en español e inglés

Yo, el capitán Manuel Rivero Pardal al jefe del escuadrón de corsarios de Jamaica. Yo soy el que este año ha heCho 10 siguiente: Fui a tierra de Caimanes y quemé veinte casas

y pelié con el capitán Ary y le quité

un cullÍche cargado de abasto y una canoa

y soy el que capturó al capitán Baines y llevó la presll a Cartagena,

y ahora he llegado a est¡¡, costa y la he quemado.

Y yo vengo en busca del general Margan. con dos na'VÍos de veinte cañones,

y visto esto, le ruego que venga a la corte

y me busque pllra que vea el valor de los ellpañoles.

Y porque no tenía tiempo no fuí a la boca de Pori Boyal

para hablar por palabra de boca en nombre de mi rey.

que Dios guarde. Fechado el S de Julio de 1670.

En Octubre de ese mismo año era denotado, cap– turado y degollado por Collier, vicealmirante de Hemy

Margan, el terror de los mares

7- ESC.E:NA SALVAJE

Cústóbal Martínez de la Puerta -8 quien los in–

dios albatuinasianos atravesaron con una lanxa cor– tándole una de las manos y fracturándole las pielmls con garrotes- antes de morir atormentado, piensa: En medio de la sangre que desplende mi cuel– po advierto que mis días están cont¡ldos; que mi obra, inconclusa, llega a su fin Ya mis compañeros Juan Vacna y Benito López yacen deshechos, con las extremidades arrancadas, sobre la tierra Y mientras el dolor de las llagas perfon mis c¡¡mes, recuerdo que

en 1600 llegué a la costa de Honduras y desembarqué en Tr ujillo e internándome con una expedición al inte– IÍor no resisti el deseo de convertir a los nativos En· tonces me fui a Guatemala, entré en el convento y me hice sacerdote; luego reglesé a estas tierras de Taguz– galpa penetrando en la región por Cabo Gracias a Dios, después de ser sacudido dos veces por vientos contra. l ios que me desviaron de la costa

Acompañado de Juan Vaena me interné en terrello desconocido y en dos días no vimos ninguna señal que nos indicara la menor existencia de la raza humana; de vez en cuando, sin embargo, veíamos uno que otro indio que, al percatarse de nuestra presencia, huía conternado A la mañana siguiente obser vamos un nutrido grupo de nativos -hombres y inujeres- que se aproximaban lentamente Los hombres iban desnudos con la excepción de un pequeño taparrabo pintado en rojo, con plumas en la cabeza y lanzas en las manos, y

las mujeres, también pintadas de lOjO, llevaban delan– tales por delante y guhnaldas de flores en los brazos

Un anciano venerable de pelo largo canoso, al ell-

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