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« Previous Page Table of Contents Next Page »(OnhalSe el glUpO con nosohos, nos hizo una plofuuda
levclencia dtmdonos la bien'\ienida y nos pleguntó pOl qué habíamos tal dado tanto, ya que COl ría el liesgo de
mOlit antes de nuesha llegada, pues nos había espe–
lado durante mucho tiempo con glandes deseos de ples–
taInas sel vicios, añadiendo que tenía centinelas apos– tados en las cumbles de las montañas pala que le avi– saran apenas llegáramos Glande fue mi sOlplesB al
oír sus palabras, 10 cual me obligó a pleguntatle quién habíale dado informe de nuestra visita y él me con–
testó que estando un día labOlando en su pJant<lción
se le apaleció un niño blanco -más bello que cual– quier Cosa que hubiela visto en su vida o se hubiela
podido imaginal- que le mhó con telJllll a diciéndole
más o menos:
Sepa que no morirá antes de convertirse al cristianismo porque vendrán unos hombres bloncos con vostimentas
como el color de la tierra que les van a lleg8r hasta los pies cuando aparez:can:
recibalos con bondad y no permita que nadie los eonSi'uíe
por<lue !ion ri\inistX'os de Dios que se ha designado daros este aviso como 5G-ñal de su fiÚSerieoidin
~orque has obl'ndo bien y auxiliado a los que te nec:esi~
(loban. R-egocijándome al escuchar esto consolé al ancíano
pI omet~endo prestarle todos mis servicios Los in– dios nos construyelon una cabaña cerca del lío Xal úa
y al día siguiente comenzaron a edificarnos una iglesia Después pusimos cruces en eHferen.tes sitios n 1:\ orilla
de los caminos y dimos instrucción a muchos nativos
y bautizamos al anciano y su faroiUa lo que hizo que muchos indios pidieran que se les hciera lo nlismo. ya POI el gran lespeto que le tenían al anciano o porque entendían que nosotros éramos los padres que les ha–
bía anunciado el Dios de las montañas
En 1630 se nos juntó Benito López y los ti es la–
bOlamos durante algunos años y luego entre los
gUlJ–
bas, raza descendiente de náufragos; y curftbarnos sus enfermedades y los convertíamos, hasta que los a lba~
tuinasianos, una tribu vecina, asesinalon y desped:'1– zalon a mis compañeros que yacen deshechos sable la tiell a, mientras mi obra, inconclusa, llega a su fin
0- LA elRUJANA
A fines del siglo XVIII, durante la gobernación
de don Juan de Ayssa, los Hermanos de San Juan de Dios para reorganizar el Hospital de Granada, hablan nombrado cirujano a don Isidro Ruiz. Don Isidro vi– via en la casa esquinera, frente a la iglesia de la Mer–
ced, que tenía ventanas hacia la calle Real y un bal– concito desde donde podía observarse quiénes entra–
ban y salían del hospital
La esposa de don Isidro tenía una amiga intima que la indujo a tencr un amante Su marido pasaba casi todo el día en el Hospital Una vez, al acercarse la nochc, negó a su hogar y halló juntas a su mujel y a la amiga, quienes le dijeron que lo esperaban con
urgencta para un parto en La Otrabamlita. harlio si– tuado en las afueras de Úl ciudad El drujano, siil quitarse el sombrelo, se díspuso a marchar y b( es-=-
posa oldenó al ctiado de la caSa que lo acompa - . D l ·
A. b·' 1 . naso on Sl\.uO aJo as gladas de la esquina y subió las
del,abio de la Melced Desde la ventana su mUiel y la
amiga lo obsel vaban Cuando iba un poco talgO dijo la cirujana:
-Le dijela a don Isidro que se volvicla_; e in– mediatamente la amiga le leprochó diciendo
-Había que ser usted mujel para no tenel fil–
meza en sus resoluciones
Ambas quedaron en silencio El ch ujano siguió
su camino Baió el all'oyo y subió el otro donde una
mujel' lo espelaba para conducirlo a la habitación de
la paciente Los tres entraron y, mienbas se encen– día la luz. diclon asiento al cirujano en un sillón de
alto espaldal de cuelO El criado pel'manecia de pie detrás del sillón y en el momento en CIUC la mujel que habla servido de guía se dlrigla al aposento, subió
y baló la mano delecha l'elampagueantemente des–
Cal gando sobre el pecho de don Isidro una recia pu–
ñalada que el arma, después de atravesar el cnelpo
PCll'Oló el espaldar del asiento El mismo criado en-': volvió el cadáver en un petate, Se lo echó al hombro bajó el atroyo tributario, se internó en él y lo tir¿
31 suelo.
Un hombre en la noche tropczó con el cadáver y
esparció ]a noticia entre sus amigos. Nadie, por no comprometerse, quería avisar a las autolidades. Pela
al siguiente dia todo el vecindario sabia la noticia del asesinato del cirujano. La cirujana: mandó a
1 e–
coger el cadáver y llenó las fOlmas del suelo: dirigió una carta al Gobernador que ~~ hallaba en Masaya en casa de los Bolaños y la envió, para que nadie sospe–
chase, con el misDlo criado Este llegó a Masaya, en– contró al Gobernador y le entreg6 la C31ta Don Juan
se puso sus anteojos y comenzó a leerla El criado, a
pocos pasos, temblaba Entonces, se le acercó dicién– dole:
-¡Ah negro infame, tú mataste a tu señor!-; a 10
que contestó balbuciente: -¡Fue orden de ]a señora!
El Gobernadol·, por tanto, lo hizo aprISionar y a caballo se puso en camino a 'Granada, llegando de
sorpl esa a la casa de la cirujana. AlU, cuando re–
gistraba las habitaciones, se enconhó con un baúl
que contenía una cajita en la cual la esposa infiel guar– daba la correspondencia con su amante, hallazgo que salvó a éste de la responsabilidad de la muerte del cirujano, pues en una de sus cartas decía a la señora
que por ningún punto debía matar a su marido En el cm so del proceso la cirujana y 'el criado confesaron el delito y ambos fueron condenados a ]a pena del garrote vil El paUbulo se levantó en el lu– gar en que está ahora el PaI que Colón Dos curas
regulares acompañaron a los reos y ofrecielon a la ase–
sina tomar un vaso de cel veza, ofrecimiento que acep– tó Al l~vantar el brazo sonri6 de manera tan mar– cada que uno de los curas le preguntó qué motivaba
su risa: a lo que le contestó que en aquel momento 1eCOI daba un caso semejante al de ella: que a uno
que lo iban a ultimar le hicieron la misma ofelta y que al tomar la cerVeza sopló el vaso para quitarle ]a 'cspwna porque creia que hacía daño al hígado . La sentencia .se
eje.cutó con las ceremonIas y so-
lehitnidades que 'el" c~so· pedfa: ..
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