Page 127 - RC_1968_04_N91

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die salió herido, pero hubo movimiento, todos corrie– ron a las armas y estuvo a punto de encenderse el fue– go en toda la línea.

Fruto Chamarra hiz'o qUe el Pbro. Salazar pasara a Jalteva a anunciar a Jerez y su Estado Mayor, que el infractor del armisticio iba a ser castigado, y que desea– ba que oficiales democráticos presenciaran el castigo. Jerez de acuerdo con los suyos, pidió el indulto, y le fue concedido.

El otro suceso 10 refiere el historiador Jerónhno Pé– rezo Al día siguiente de la partida de Salazar se tenía por vigente el armisticio porque el referido sacerdote se hallaba aun en Jalteva. En esta confianza, todavía con– versaban confiados los soldados de una y otra línea, cuando un artillero italiano, sin duda el democrático Radicati, se preparaba a disparar un cañonazo desde las explanadas de Jalteva sobre un grupo de legitimistas que estaban confiados fuera de sus trincheras; pero un soldado democrático les hizo señas para que se retiraran. Apenas tuvieron tiempo, pues el tiro dio en el lu&ar donde estaban. Inmediatamente los fuegos se rompIe– ron nutridos en toda la línea' pero el artillero no fue ni reprendido.

14. SE REANUDA LA BATALLA liJE GRANADA

Pocos días después de haber terminado las pláticas de paz con el P. Sa1azar, se reanudaron las. hostilid?des con una acción en que Fruto Chamarra tomo, como SIem– pre, la iniciativa.

El 29 de septiembre salió por la maña~a ~on las co~·

pañías de reserva a practicar un reconocImIento, hacIa el Noroeste de Jalteva, por el lugar llamado la . <;>tra Banda. A Jerez le avisaron de la plaza con antICIpa– ción este movimiento de Chamarra, y despachó correos presurosos para ordenar al Gral. hondureño Mari.qno Alvarez, quien estacionaba en Masava, eme SR pusle~a

en camino inmediatamente a marchas forzadas haCIa Jalteva. Antes de que llegara, Jerez estableció contac– to con Chamarra en un furioso combate; Jerez fue de– rrotado una vez más, y para salvarse tuvo que echar mano de toda la fuerZia de movimiento que tenía en Jal– teva al mando del Coronel José Marh Ballesteros. La lucha fue terrible -dice Jerónimo Pérez- los democrá ticos habían vuelto a sucumhir; en Jalteva reinaba el pánico; los jefes mantenían sus caballos listos para huir; cuando en eso apareCe Alvarez con el refuerzo hondureño, no a ganar la guerra, sino a prolongarla. En esos momentos, L'ruto Chamarra había regresa– do a la plaza a impartir ciertas órdenes; sus soldados co– menzaron a retroceder hasta la Otra B'mdita. Pero ya llegaba el Gral. Chamarra a la trinchera situada en la Calle Atravesada cerca del arroyo. Los soldados que la defienden son jóvenes de la cívioa, entre ellos el valien– te Enrique Solórzano, quien nos refirió esta anécdota. Ellos le advierten.

-General, allí donde Ud. está es peligroso los enemigos se hallan muy cerca y pueden blanquearle. -Si, están muy cerca vamos a retirarlos -con·· testó Chamarra; y lanzando su caballo Se puso al freno te de aquellos intrépidos jóvenes. Inmediatamente el enemigo comienza a retroceder hasta que se obligado a meterse entre sus trincheras ASÍ Chamarra convierte una vez más la derrota en triunfo, y consigue hacer a los democráticos más de cu:¡renta muertos entre ellos allW– nos hondureños recién llegados. más de sesenta heridos y como cien desertores, además de haberles avanzado armas y municiones. El combate duró "cinco horas largas de vivo fuego --dice d parte- en medio de la sed. del cansancio y de lA fati.ga", aue no debilitaron el ardimiento y valor de las trom:s legitimistas. Los derro– t<>dos democráticos se refugiaron en sus trincheras de El Hormiguero.

Entre las bajas más sensibles QUe tuvieron los le. gi.timistas, estaban el Subteniente Francisco Rivas, de Managua y la del Sargento Primero Ramón Malina, de León. Este ioven, a auien llamaban 1'1 Chplp Mn1ina, era hijo de Dolores Malina, viuda de Guadalupe Rivas

a quien asesinó Bernabé Somoza cuando la facción' de 1846, y quizás ese era el motivo de haberse afiliado a los legitimistas. El Chele Molina fue quien sirvio de baqueano a Fruto Chamarra para llegar a "El Pozo", a sorprender a los revolucionarios.

Para tener una idea de cómo se hacía aquella gue. rra sangrienta, vamos a relatar el encuentro personal del oficial democrático Cástulo Córdova con el mencio– nado legitimista Malina, tal como la cuenta aquél en sus "Recuerdos Dolorosos".

En este combate del 29 de septiembre, Có,:,dova ha. bía avanzado hasta cet'ca di; la otra Bandita, con OLros Jdes entre ellos el propio Jerez. Este ordenó a Córdo– va que Se adelantara a proteger al Coronel Méndez, el cé'lebre ahorcador. Méndez' retrocedió herido. yen·· tonces Córdova mandó a un oficial a picar la retaguar. dia de un pelotón que Se guarecía sobre un barranco, y él mismo los cargó, creyendo qUe los suyos le '3eguíau; cuando se vio solo, ya era t<JTde; estaba frente a un jefe enemigo, montado a caballo. "Este -refiere Córdova-– me tomó del pelo, y empinándose en los estribos, descar– gó el golpe de su espada como a derribarme la cabeza. Yo me estreché contra su pierna, levantando doblado mi brazo izquierdo y recogiendo mi espada, se la apli– qué al costado. Con el golp,,-, de su espada me hirió el

antebrazo, cayendo el resto de ella sobre mi espalda. Mi espada le atravesó, creo que el corazón, pues arro– jándome una bocanada de sangre, su cuerpo se vino so– bre mí, cayendo ambos al suelo, él a mi izquierda". . Córdova, salvado de esta, se halló a punto de pere– cer por el ataque de dos compañeros de Malina, y sólo se salvó con la oportuna llegada de los hondureños. El jefe de éstos corría ya en su caballo con la espada en al_ to para matar a Córdova, creyéndolo enemigo; pero lo detuvo el grito: -Soy democrático, presénteme a sus jefes!

Esta acGÍón hizo perder toda esperanza a los demo– cráticos de vencer a Chamarra y sus valientes. El pesi– mismo que reinaba en Jalteva, los refleja Córdova en estas palabras: "Entramos al mes de octubre y los de. mócratas en el mismo Jalteva. en los mismos boquetes, en la misma escasez de víveres, sucios y andrajosos, y en los mismos desvelos y fatigas; y sin poder distraer el recuerdo de las miles víctimas de ambos bandos que habían perecido en el campo por la lucha fratricida. ¡Dolorosos recuerdos!. .. Los comisionados que con di– nero enviaban de León, no llegaban, por el deüÍr que en el camino los asaltaban partidas de adictos a Chama– rro. . . La deserción de nuestro ejército en el campa. mento era constante, ya por el peligro en que estaba la vida, fiscalizada del enemigo por claraboyas, trincheras, torres y también de los techos; como por el hambre desnudez y mil y mil penalidades. .. Todos, capitanes, oficiales y tropa que ayer no más habían llegado, decían que estaban hasti'?dos, porque era pésima la permanen– cia en aquel sitio".

El espíritu derrotista de los democráticos contrasta– ba con el heroísmo y disciplina Que Fruto Chamarra ins. piraba a sus hombres. Daremos sólo un ejemplo de cómo hacía valientes. A su ayudante el joven Joaquín Zavala (quien después fue Presidente de Nicaragua), le mataron el caballo en la esquina frente a La Merced, donde cruzaban constantemente las balas enemigas. Con precipitación Zavala se desenredó y fue a guare– cerSe tras la casa de Fernando Lac-ayo. Fruto Chama– rra que lo observaba, le dijo:

-Zavala, no se puede perder la montura; vuélvase y desensille el caballo muerto.

Zavala hizo c')mo se lo mandó su jefe; y con la silla al hombro, de nuevo se apresuró a cubrirse tras la pa– red de la casa.

-Zavala -volvió a decirle Chamorro--'-, se le olvi– dó quitarle el freno;vuélvase a traerlo.

y el joven ayudante no tuvo más remedio que re– gresar al peligro para obedecer por segunda vez. Así formaba a sus oficiales F'ruto Chamarra, ex. poniéndolos al peligro, del que no libraba ni a sus pro– pios hermanos, ni a él mismo ya que siempre Se ponía a la cabeza de sus tropas en las ocasiones más peligra– sas.

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