Page 15 - RC_1968_04_N91

This is a SEO version of RC_1968_04_N91. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

Granada allanara su imprenta y la dejara inúm. Aque– llo me molestó murho. Se levantó mi espíritu de justi– cia y fuí donde varios de los principales conservadores de la Calle Atravesada para hacerles ver lo injusto que había sido aquel hecho, aquella caída del referido perio dicucho que para ellos había sido como la caída de una hoja en el otoño.

Seguí viendo las cosas de un modo muy distinto. Continué estudiando mi carrera que deseaba coronar lo más pronto posible. Pensé en qué medios podía obte– ner para escribir mi tesis, dónde podía orientarme. Mis compañeros acostumbraban hacer las suyas discutiendo puntos de Derecho, el artículo tal o cual del Código Ci– vil o del Código de Procedimiento. El profesor inspi– raba al muchacho aquel punto y venía resulfando la tesis más de él que del alumno a quien le profesaba cariño. No todo era harina del propio costal.

Examiné mi fuero interno a ver qué cosa me podia inspirar. Y encontré como tema apropiado a la Justi– cilll Social. Basándome en esa ley de agriculfura que existia promulgada por el Partido Conservador -la que hiz'o trabajar al indio de San Marcos- traté de hacer un esbozo que mostrara la situación de nuestros peones, del obrerismo, tomando en cuenta que ya había algu– nos balbuceos de reinvindicación social en el país y que la situación del proletariado en el mundo tenía algún tiempo de estar avanzando. Tomé como punto de mi tesis lo siguiente: el socialismo soluciona o no solucio" na el problema de la cuestión social. Mi conclusión era: no lo soluciona, pero lo ha mejorado mucho. Sobre esta base escribí ~n 1922 mi tesis de abogado, una te– sis que desde entonces se podía llamar de izquierda. Tomé por los cabellos la famosa ley de agriculfura y la dejamos completamente desbaratada. Utilizé como do– cumento auténtico un contrato firmado por un pobre peón de Masaya 1" un agricultor de la misma ciudad de origen extranjero, contrato cuyo original llegó a mis manos. Allí están descritos los horrores a que estaba sujeto el peón obligado por su patrón. En seguida ana· lizé los sistemas de impuestos, etc. En nuestra tesis, pues, deseábamos muchas cosas y en general una: la jusficia social. Pel'o aquello. como tantas otras cosas que intenté hacer después, no caminó.

Antes de finalizar mi carrera de Derecho participé en dos misiones: una a Guatemala, donde pa'lpé la té– trica situación de ese país bala la dictadura de Estrada Cabrera: y otra Costa Rica, sobre la unión centroameri– cana acompañado del Dr. Manuel Pasos Arana. Vino después el incidente de Carlos Solórzano, el golpe que lo derrocó y las acfitudes de muchísimas au– toridades de los deparfamenfos. Eso me puso el alma en una sHuación de tristeza terrible. Y hubo Un mo– mento en que, viendo cierios hechos injustos, llegué c,

casa de don Martín Benard acompañado de mi padre

y le dije: "Como es posible. don Martín, que estén ha· dendo esas cosas en nombre del partido conservador. Cómo es posible que Ud., que se llama hombre de or– den, de esas ejemplos. En Rusia han promulgado un de– creía que dice: Hada es de nadie, todo es del Estado.

y aquí. sin decreto ninguno están tomando posesión de fado. Cómo son es:l:as cosas?". Llo consideró, bajo la

cabeza y me dijo: "Docior, así es la cosa. Nosotros;r;o podemos nada".

Después llegué a mi casa y vi cometer otras injus– ticias. Era el momento en que tenía que decidir. Y decidí. Le dije a mi padre: "Hasta aquí conservador con ustedes. No más", Mi padre no me hizo ninguna observación. Esa misma noche fuí a hacer un gesto simbólico que nunca le dí ninguna importancia por– que la cosa la fenía en el alma desde hacía muchos años. Fuí a la casa del patriarca del liberalismo de Granada: don Valeriana Torres y firmé el libro rojo. Ya no quería ser contado en las filas del partido con– servador. Por eso conspiré luego, trabajé con mi par– tido hasta que llegó el triunfo obtenido muy popular– mente por el General José María Mancada que había realizado una brillante campaña y una política comple– temente desinteresada probada en las platicas del Es– pino Negro con el General Stimpson.

Luego me nombraron, ya en tiempo de la adminis– tración liberal, Jefe Político del Departamento de Gra– nada, cargo desde el cual traté con igualdad a la gente. Desde entonces ampecé a hacer algunas gestiones de carácter social. Seguí luchando en mi partido, en elec– ciones internas, etcéIera. Traté de introducir la ley de las sillas imitando a una que había visto en Francia don– de los empleados ele restaurantes y tiendas tenían sillas para que, en los momentos de descanso, se sentaran. En Fra·ncia se ha~ía establecido porque ese tipo de em" pleado, al estar en completa erección durante muchas horas, padecía de baricosis. También traté de varias la ley de Tasas, pero o no me expliqué muy bien o no las entendieron. Lo cierto es que me dijeron que el acep~

tal' mis variantes, era cambiar el sistema de impositivo. Quise hacer algo parecido con la Benificiencia Social, la obra cumbre de Mancada, pero aquello se borró en el aire.

Lo único que me dio resultado fue la ley de la re· forma agraria. Cuando era Ministro de Agricultura em– pecé a :l:rabajarla con don Luis Somoza. Se ha dicho que esa ley la habían pensado antes. Pero una cosa es ienerla en la mente y otra eJC:l:eriorizada.

Hasta aquí he mostrado mi militancia en las filas del Partido Libe1:al en el que encontré sentido para orientar mis inquietudes de justicia social, a pesar de que desde el General Mancada me vi muchas veces cohibido, obstaculizado, mal reportadas mis ideas. Esa ha sido, pues, mi inquietud de justicia social, la que me hizo libm:al y me en:l:ró en el alma cuando ie· nía diez u once años después de haber visto el trabajo de un pobre indio del barrio de La Cruz de la ciudad de San Marcos llamado Frígido García.

El otro día, haciendo recuerdos de mi niñez, llegu.§ a la hacienda que había sido de mi padre. Y después pasé a ver el pa,rque de San Marcos. Lo que ví :fue algo simpático e irónico. Enfrente del Parque vi una co– lumna donde está un libro de bronce: el Código del Trabajo, la obra imperecedera del General Anastasia Somoza García. Y estaba precisamente en el lugar don– de cincuenta y tantos años atrás había visfo cometer la mayor iniquidad en nombre de una. ley, de un Código que se llamaba la Ley de Agr.icuHura.

12

Page 15 - RC_1968_04_N91

This is a SEO version of RC_1968_04_N91. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »