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centroamericano, el Gral. Francisco Morazán. En su aiscurso inaugural como gobernante de El Salvador del 13 de julio d~ 1839, decía:

"Carezco de los conocimientos necesarios para lle– nar los deberes que exige mi destino, en circuns,tan– cías tan críticas como las actuales; pero los buscare en los hombres de luces me rodearé de las personas que de buena fé deseen c~operar a la felicid.ad del ~stado y a la reorganización de la Re1>úblic~, sm examl~ar los bandos a que han pertenecido. y DI la~ .calummas 9 ue me prodigan hombres animados del eSPll1:tu d~ p~tldo,

que he contestado hasta ahora con el sIlencIO, ni las intrigas y maquinaciones de los que m.ed~a~ en la re– volución podráan separarme de

10Sl prmclplos que me prometo' observar. Marcharé con paso firme por la sen– da que me trazan las leyes, y sabré reprimir los exce– sos de éstos, dejando a aquéllos en posesión de su mi– serable recurso".

Terminaba Chamorro su mensaje dando una des– pedida justiciera a. su antecesor, el preclaro Laureano Pineda.

Ese mismo día Fruto Chamorro lanzó una procla– ma a los habitantes de Nicaragua, que debemos extrac– tar, porque completa su pensamiento y su programa de gobernante.

Si sus capacidades -declara- igual~r~n a ~!ls de– seos, sin vacilar aseguraría que su admlmstraclOn sa– tisfaría las nobles esperanzas del pueblo; porque él anhe– la "la felicidad de esta patria, en cuyo servicio he con– sumido gustoso mis años, y perdido mis goces".

Sin embargo, la ciencia de regir las sociedades, eS la más düícil; por esto son escasos los hombres del mun– do que saben hacer la felicidad de los pueblos. El no se considera tal, y ojalá poseyera ese precios.a don. por– que, -asegura- "con él llenaria mis votos". Y sigue: "más ya que no pueda aspirar, confío en que la sensa– tez no desdeñará ilustrarme con sus consejos, para que, al favor de la Divina Providencia, podamos ver consu– mado el gran pensamiento de consolidar la paz y pro– greso del Estado sobre la base de igualdad y libertad en que reposa el sistema republicano. Franca mi adminis– tración, cual mi carácter, no verá con disgusto la cen– sura decorosa de sqs actos; y antes sí; respetará las opi– niones de todos, y de todos acogerá las indicaciones que se encaminen en el bien común. Procuraré que sean mi guía la Constitución y la ley; mi objeto en mira será siempre el orden y el progreso".

Declara Chamorro que no es localista: todos los pueblos son para él "una sola familia, una sola enti– dad"; todos participarán de su paternal solicitud. Ya veremos que cumplirá este anuncia desde los, principios de su gobierno. Pero se declara enemigo acérrimo de la tiranía donde quiera que la ha encontrado. "Enemi– go sí -se proclama- de la tiranía, la he combatido en León como en Granada, en Managua como en Rivas; la he combatido donde la he visto. No soy ciudadano de un pueblo, sino de todos los pueblos; mi patria es el Estado".

En esta proclama a los nicaragüenr.es aparece más claro su propósito de establecer el orden. El no ha profesado otros principios que los democráticos, "a que me ligan -asegura- profundas convicciones"; por eso ha detestado los desórdenes que han desacreditado esta causa; y está dispuesto ahora "desde el alto puesto que ocupo", a alejar más y más el desorden de este suelo predilecto.

y luego, con franqueza clara y escueta, "descui– dando las formas", advierte· a sus conciudadanos: "Un régimen de cosas y no de personas; de principios y no

de pasiones, he alli mi pfPsrama. Sóll?' pues, debe~á

temer mi mando el que 1D~ent:a subvertIr el orden pu– blico al cual sacrificaré cualquiera otra consideración, por ia convicción en que estoy de que de él depende el bienestar de la sociedad".

El siguiente párrafo demuestra el grande y acer– tado concepto que FTuto Chamorro tenía de la obra ci– vilizadora del cristianismo:

"Ilustre Pastor de Nicaragua, Venerable Clero: Vosotros que sois los custodios de las verdades evan– gélicas, a que se debe la emancipación de la inteligen– cia humana y la proclamación de los principios de li– bertad e igualdad política que gobiernan al mundo mo– deno, dignaos aunar vuestros esfuerzos a los del Go– bierno, para que pueda verse el Estado caminar inalte– rablemente por la vía del porgreso bajo los auspicios de la religión y de las leyes".

El lenguaje que habla a los soldados es el de un hombre que tiene cabal concepto de la noble profesión militar, cuya base ante todo es el pundonor, la lealtad, el respeto y la fidelidad a los Poderes Supremos. En

resumen, otro punto del programa de su carrera políti– ca: las armas sometidas al poder civil. He aquí como lo expresa Fruto Chamorro_:

"Y vosotros, soldados de la patria., vosotros que sois el sostén del orden público, y no su enemigo; vos.– otros que estáis destinados a proteger las garantías y no a destruirlas; vosotros debéis seguir mostrando que no han sido estériles los inmensos sacrificios que habéis hecho para libertar al Estado de la tiranía militar. La vid'a del militar es el honor, y eSe honor menos consis– te en recoger laureles en los campos de batalla, que cumplir loS! sagrados deberes del instituto, y en manifes– tarse moderado con todo y siempre respetuoso a las au– toridades constituídas"•

Para Fruto Chamorra servir al Estado fue siem– pre un deber que se impuso a sí mismo y a los demás. De nuevo lo hace saber a sus conciudadanos; si él acepo ta posponer un reposo e~ bien del país, ha de ser a con– dición de que sus ~onciudadanos lo acompañen en el es– fuerzo. Vemos cómo los llama a cumplir ese alto deber:

Conciudadanos: habéis querido que continúe ofre– ciendo a la patria el sacrificio de mi reposo. Sea en hora buena; pero recordad que el Gobierno necesita del auxilio de las luces, de la propiedad, de la honradez y del patriotismo para poder lIénar satisfactoriamente la alta misión de que está encargado; que la inacción de los hombres de bien, de los hombres de pensamiento, a lpaso que excita y favorece las facciones, pone en con– flicto al Estado y en peligro la vida y los intereses de los asociados. Si queréis, pues, que yo labre la dicha de la patria, es preciso que a la apatía se sustituya vuestra más efica~ cooperación; con ella me prometo conduciros por la vía de la prosperidad y del bienestar. Quiera el cielo colmar mis esperanzas.

Este lenguaje provocaría en los tiempos presen– tes una sonrisa de incredulidad; pero los hombres pú– blicos de aquellas épocas, con raras excepciones, eran sinceros en aspirar a puestos públicos para servir al país aún en detrimento de sus intereses privados. Las difi– cultades y peligros del mando supremo, la miseria de las retribuciones, el obligado abandono de las comodidades hogareñas, la ninguna perspectiva de un pronto y fácil enriquecimiento, hacían odiosos los puestos públicos, y la gente acomodada los evitabª como incómodos contra– tiempos. En esta ocasión, Fruto Chamorro hace una llamada a sus conciudadanos sabiéndolos esquivos, y,

como veremos, en ocasiones hubo de emplear el apre– lnio para hacerlos desempeñar los destinos que se les habían encomendado.

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