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ABIERTA

Está abielfa! Es una exclamación propia de la curan– dería, diagnosticando que los engaces de los gonces es– tán separados por la acción de un golpe, por un esfuer– zo violento o por una caída. 50n expresiones propias: "El golpe que dió con la mano, se le abrió". "El pié es– tá abierto por un golpe". "Cayó sentado y se le abrió la chincaca".

En realidad, aquí pueden quedar defectos físicos y funcionales por la ignorancia del sobador, creyendo que el método de sobar es el "todo" para arreglar la sitUa– ción, sin darse cuenta que un trauma tiene muchos be· moles, esguinces, luxaciones, fracturas de distintas na– turalezas.

En nuestrOs días, desgraciadamente, por rutina y arraigamiento, muchas personas golpeadas caen bajo el dominio del sobador y no recurren a los métodos cien– micos, clínica. traumatología, ortopedia, y cirugía. Ade– más, con el enorme aliciente del poder anestésico.

ACABAMIENTO

Flato, necesidad de ingerir alimentos sin tener la sensación del hambre.

Muchas personas que expel imentan esta necesidad, la expresan como un "hoyo en el estómago". El acabamiento es un hambre fisiológica.

ACCIDO

Hay personas que no pueden pronunciar bien la palabra ácido, sino áccido, entendiéndose naturalmente todo lo que es o lo que contiene ácido (Sinembargo, al– gunas de estas substancias no son químicamente ácidas), pero en el sentido folklórico, significa lo que es capaz de destruir, perjudicar, manchar, modificar o beneficiar, según su procedencia, siendo ésta con un fin medicinal, condimental, intencional o accidental. Por ejemplo, el áccido, contenido en un remedio, de un veneno, del jugo gástrico, de un vómito o de una fruta. El vulgo lo define por la sensación quemante o acre sobre la piel o las mucosas, pudiendo llegar a ser cáusticas.

El vulgo clasifica a [os áccidos en calientes y en fres– cos. En estos últimos están incluídas algunas frutas so– bretodo las cítricas (limones y naranjas de toda especie, ¡acotes, coyolltos, mimbras, etc), existiendo el temor de que los áccidos que contienen estos jugos constitu– yen Un peligro para la salud. Con frecuencia se oye de– cir que las limonadas aún cocidas puede dar o recrude-

cer un catarro, que perjudican durante las reglas y el puerpuerio. Que tal fruta si la comes agitado te pue· de "dañar" la garganta, que los pelitos del mamón, a la larga, se van directamente al pulmón, que el abuso cons– tante de las frutas, sobretodo sasonas llegar a "ralar" la sangre, y así tantas cosas que se oyen decir del vul. go con respecto a los áccidos de las frutas. la verdad es que la mayor parte de las frutas, sobretodo las cío

tricas son tan indispensables para la salud puesto que en ellas están contenidas grupos vitamínicos en la forma natural y algunas proteínas y minerales.

Las frutas áccidas pueden acelerar más la acidosis en los niños, viéndose claramente la intolerancia por ejemplo de un jugo de naranja en un niño afecto de vómitos y diarrea, es natural, cuando aquí se recomien– da además de una hidratación, su debida alcalinización. El ácido de una fruta naturalmente provoca una hi– perhemia faríngea (extraordinaria abundancia de sangre en un órgano), sobretodo si la fruta es muy ácida y la garganta tiene poca defensa, puede provocarse una afec– ciÓn faríngea de cualquier grado.

Accido búrico son los dolores articulares que mu– chos pacientes, antes de que el médico se los diga, creen que son por el ácido úrico.

ACEITES

En el mundo empírico, los aceites han gozado siem– pre de gran prestigio sobretodo para determinadas do· lencias Para el empirismo, necesariamente los aceites no deben estar solamente en las !boticas, sino hasta en las ventecitas más lejanas o necesariamente en toda ca– sa. Los aceites son "emergentes". El curandero profe– sional los tiene a mano. El curandero improvisado los receta de inmediato, mientras llega el gran recetador. En otros tiempos y en algunos pueblos, los vene– rables ancianos guardaban aceites "bendecidos" por el cura del lugar. Así no perdían, según ellos, su poder cu– rativo, sobretodo en las propicias épocas de las epide. mias. Por otro lado, los hechiceros colmaban los acei. tes de oraciones "negras", guardándolos como elíxires maléficos para determinados fines diabólicos, aún más, si eran perfumados.

En nuestros días los aceites no han perdido toda– vía su boga, son los primeros en la terapéutica casera, cualquiera que sea la enfermedad. La comadrona estilo– samente frota con un aceite la tamaña panza de la mu– jer preñada para colocar bien la criatura o para vencer el obstinado cólico, La partera da de beber un aceite a la mujer que acaba de dar a luz para que las pares no se queden "pegadas". El paladeo (un aceite vegetal mezclado con miel de abejas), lo ocupan para el recién nacido, el cual lo succiona por medio de un chupón pre– viamente preparado los tres primeros días de su vida, mientras se establece la verdadera secreción láctea ma· terna. Esta mezcla sirve como un lubricante intestinal, propicio para hacer deslizar con facilidad la brea( el ex. cremento fetal, llamado científicamente meconio). Ade. más, la miel sirve como energético.

El padre del ser que va a nacer, es el que debe es· tar alerta. según índole tradicional, proporcionándole a su compañera que va a dar a luz, los consabidos acei· tes. Si no lo hace, le recae la crítica como un hombre

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