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« Previous Page Table of Contents Next Page »un ciudadano, preocupaba, porque quizás. ese ciudada– no no estaba preparado con Dios. Esta ráp,?a muerte la designaban con el nombre de muerte repentina.
Así se le llama aún en nuestros días y causa te· mor en las personas cristianas.
CAllA
la calla es un carricillo o cartuchito bien ~elgado
hecho de papel, cuya punta más delgada se lubrlc~ pre· viamente con aceite, se introduce apenas en el a~lto de .- s encuentra muy aventado. El obleto de un mno que e . l' ( I la calía es provocar por reflejo el perista t1smo e mo-vimiento) del intestino para expulsar los gases o las he-ces.
CALOR
En nuestro folklore no entra en .~etal~e I~ perc~p~ión
del calor ambiente, sino la sensaclon termlca sUletlva, los trastornos psicosmáticos y los desequilibrios vpsomo· tores. Todo esto, naturalmente producido por determi– nadas enfermedades.
Muchos sujetos de la clase indígena, casi no se ad· vierten sus 'ascenciones térmicas, a menos que éstas sean mayores de 38,38.5 grados. Una leve temperatura no la acusan. Una temperatura de 37.5 a 37.7 grados, tamo bién no la acusan, pero sí, experimentan pereza y al. gunas malezas. Una temperatura de 38 grados, se la advierten y el enfermo dice que tiene una enrritación.
y una temperatura de 39 grados, la sienten como una calentura.
Por el contrario, en la misma raza, hay otro gru· po, pero menor, que exageran sus temperaturas, ma· nifestando que su paciente, tiene fiebre, está caliente o que arde.
Si un médico aplica el telmómeto, el palito de vi. drio o el mide calentura {termómetro} a un enfermo de mezcla indígena y revela una hipertemia de 39 a 40 gradqs, explicando que tiene fiebre y está gravísimo, entonces causa en el enfermo {si éste se da cuenta} y en los familiares, un gran temor y desconsueulo, siendo capaces de abandonar los cuidados y medicamentos, pa– ra dedicarse de lleno a los preparativos fúnebres. Si el paciente vive, el embeleso profesional del médico o del curandero no es comparable con el milagriento santo al que se 'Ie debe pagar una prO'mesa.
La idea terrífica de fiebre para ellos es una enfer· medad que sólo Dios la puede controlar sin mediación de otro. Dichosamente, esta idea se ha desvanecido muo cho.
El curandero lo exagera demasiado, dándose las ínfulas de diagnosticar que su paciente tiene tres fie· bres en una.
En el concepto de muchos individuos, la acción del calor, inclusive el ambiente, amenaza siempre a un grupo de órganos, sobre todo, de las vías digestivas. Al contrario, según ellos, otro grupo de vísceras son ata. cadas por un resfrío que yela, por algo que nos rodea. por tacto o contacto de cierta cosa, por la impresión de
Ur1il visión horrible, por la presencia de un cadáver que e:tá expuesto en las horas que preceden al entiérro y a.u n el ambiente que deja horas después. En fin; el mo'–
tlVO de algo helado que afecta o desaquilibria la salud.
Este concepto se extiende hasta las comidas, ere· yendo que éstas llegan a perjudicar porque son dema· siado frescas o demasiado calientes.
Lo cierto es que si la persona ya está dispuesta a una enfermedad, una comida de larga o difícil digestión acelera el latente mal. De ahí que se dice que tal o cual comida es helada.
Enumeremos algunas frases que se relacionan con el téma y que con mucha frecuencia se oyen decir:: "Me ha entrado crece". "Ya me entró el calor". "Siento el bochorno de la calentura". "El hígado nunca se res· fría". "Todas las tardes me dan enritaciones". "Fulano tiene fiebre". "El calorón que da el verano". "Qué bo· chorno, como si estuviera en un horno". "La llamara– da por falta de mis reglas". "Qué calorón, la falta de mis reglas". "Malo es cártar el pelo y las uñas coI1 ca. lenturas". "La calentura está por dentro". "Siento el golpe de sangre que me pone nervioso".
La fiebre helada disciplinada a una sola entidad, se· gún la curandería, la Medicina la sujeta a un síntoma que abarca varias enfermedades, pudiendo ser una per– niciosa de forma álgida o una hipotermia dependiente de otros trastornos.
El calor de una persona que se le pega a un niño por medio de la mirada, se debe a una condición, que dicha mirada o "vista" tenga influencia nociva. Si es calor de ojos, para que influya, se necesita que el in· dividuo tenga esa especialidad, pero que esté borra– cho o agitado. Si es calor de primeriza, se necesita que la mujer no solo sea una primípara, sino qUé est~ in· fluenciando.
Muy antaño se creía que estas personas que pega– ban calor, tenían dos espíritus, que al dar en una sola– mirada, podían reventar al niño. El fanatismo usa las frases siguientes: "Pobre niño, le pegaron calor". "Que vista más fuerte tiene ese fulano". "EI hombre picado, reventó al niño". "Ese hombre pega calor, escondar al niño". "La primeriza se paseó en el niño". "Que no te vea esa panzona". '
Por tales creencias han surgido contiendas. Hay muchos métodos para prevenir el calor de ojos o el calor de primeriza. Uno de ellos consiste en poner al niño en su muñeca, sea de la mano derecha o de la izquierda, una pulserita de hembras y machos, semillas grises y negras y de tamaño poco diferenciado.
Para tratarlo, antes que llegue' el período incura· ble, el mismo suieto que le pegó el calor es el llamado a curarlo, sino se consigue, entonces Se llama a otra pero sona para que ejecute la operación.
Esta consiste en agitarse intensamente bajo el sol para arropar al enfermito con su misma camisa empa– pada de sudor, y si es posible rociarlo con buchadas de guaro. Ótras diligencias por aparte ~acen aplicando bao ños de distintos aceites, solos o revueltos con otras co– sas y baños de guaro quemado.
El calor de ojos o de primeriza es absurdo. No se trata más que de un estado febril del niño con agitación o delirio, cuyo síndrome puede ser gastroenteritis, me· ningitis o una forma malárica, etc.
CAMBIO
"EI cambio". "EI desarrollo". "El dar lij vuelta".
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