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« Previous Page Table of Contents Next Page »con una moderada decencia. Tienen sus casas ador– nadas de pinturas primorosas con marcos dorados y las demás alhajas correspondientes, ruedan calesas, se ven pelucas, brocatos,tizñes, franja;;,. i ut;l tren mui aparentado. No sé en fin si las apanC1enCUtS se con– forman con las realidades".
Entre esas "demás alhajas correspondientes" te– nían los granadinos, los libros. Dionisia de la Ouadra, mi ilustre bisabuelo, robusto franco del que he here– dado este "orgullo de estirpe" que poseo, mantenía en Cuba "fondos fijos para que le enviasen libros". Corno letrado que era, y Escl"Íbano Real, el vecindario de Granada acudía a él para que en los escritos a la Audiencia o a la Corle "pusiera en ellos la galanura de su estilo". Su hijo, don Miguel de la Ouadra, fue víctima de injusta acusación por libelo -fácil escollo del escri±or en Nicaragua- habiendo sido tildado en el proceso corno "arbiirario de la pluma". Sólo escribe el que lee.
Cabe aquí mencionar que mi tío el Doctor don Carlos Cuadra Pasos, rama florida de fornido tronco, en carla que conservo como reliquia, me ha dado las hlces de su claro talento, y en múltiples conversacio– nes personales, la aporlación inapreciable de su pri– vilegiada memoria, y el acceso a su rica biblioteca, estímulos que considero dieron fuerza motriz a la e=peñada voluntad y anhelo de superación al reno– vado esfuerzo.
Con manes familiares propicios, corno los míos, a toda afición y recreo de leirados, no está fu~a de ór– bita mi dedicación a las letras, ni esfa tarea de Anta– logista que me he impuesto. Porque si bien el anto– logisfa compila materiales ajenos, debe, sin embargo, saber si el material es bueno o malo, si encaja o no en la obra. Si los poetas o los escritores viven en sus torres de marfil, el antologista debe ser conocedor de la torre y buen vigía para divisar desde la suya mis– ma las airas torres almenadas que descuellan en el campo de las leiras.
Decía, pues, antes de esta carla más necesaria disgresi6n, que en Nicaragua siempre ha habido quie– nes se hayan dedicado al estudio de las letras, 10 que hace por demás injusta la frase peyorativa de "No– ruega de la literatura", aplicada antaño a nuestra Patria.
Es cierlo, y esto lo debemos admitir sin ambages, que no hubo mucha, ni muy buena, producción lite– raria antes del siglo XIX, aunque más acuciosa in– vestigación nos irá dando los informes completos de escritores y trabajos de los que ahora sólo tenernos barruntos vagos. Ello nos conducirá a un mejor cono– cimiento sisteITIáfico de nuestra evoluci6n cultural. Desde los años anteriores y próximos a la Indepen– dencia tenernos sí bastante producción, y buena. Necesitarnos, sin embargo, sacarla del olvido en qu~
se encuentra perdida. Esto irato de hacer, en 10 posi– ble de los escasos medios con que he contado, con' esta ANTOLOGIA.
Si conforme a teorías que ya han sido enunciadas por otros "las condiciones naturales de un país deter– minan su literatura", he de hacer notar que la nica– ragüense está recia y definil:ivaITIente determinada por aquellas. Sus lagos y volcanes, sus ríos y ITIontañas, su clima caliente y hosco. no son elementos corno pa– ra producir una literatura disciplinada, jovial y opti– mista.
El espíritu inquieto del nicaragüense influído por el znedio ambiente y el ardor de su sangre se produce en un idioma y en un estilo recio. altisonante y vio– lento. No era, por eso, fuera de tono, ni e¡¡presión de– nigrante que a un orador y escritor de fines del siglo XIX, a don J. Dolores Espinosa, se le apodara BORBO– LLON. y es que, aun m.elificados por el arle y encau– sados por las disciplinas del esh.ldio, los escritores nicaragüenses son "borbollones" de ideas y palabras.
En el panorama de la literatura nicaragüense que implica la formación de esta ANTOLOGIA, y en el es– tudio del proceso de nuesira evolución culiural, se encuentra uno con la ausencia total de disciplinas filosóficas que pudieran facilitar el encasillamiento de los escritores por escuelas.
Las ideas liberlarias que anim.aban el espíritu de los hombres de letras provenían de un eclecticismo desconcerlante. Las Universidades de León y Guate– mala, únicas fuentes de cultura entonces, a la par que mantenían Cátedras de Teología y Cánones daban aco– gida -aunque no oficialmenfe- a las ideas y dociri– nas filosóficas de los Enciclopedistas franceses. Esto en lo que se refiere a escritores de la época inITIedia– tamente anterior y posterior a la Independencia.
En cuanto a los que han escrito después, la con– fusión es mucho mayor, por cuanto que por razones étnicas el nicaragüense es sumamente individualisfa y mal podría avenirse a disciplinas quien es natural– mente indisciplinado.
Para el estudio del desarrollo progresivo de las letras nacionales, el panorama histórico y culiural fie– ne que ser divi~ido por épocas y no por escuelas. Ni siquiera se puede seguir el sistema de catalogación por la temática porque se encuentra uno con el fenó– meno, -corriente a otros países de América- que los abogados son poetas, los médicos literatos y los sa– cerdotes políticos. Tampoco puede adoptarse la divi– sión por los distintos géneros literarios porque hay "novelistas o cuentistas que han escrito poesía, poetas que han escrito ensayos, y filólogos que han com-puesto obras dramáticas "
He seguido, pues, un sistema cronológico aten– diendo a los nombres y trabajos de mayor significa– ción por su valor intrínseco, aun sin eliminar obras de muy escasa importancia en la aclualidad por el s6lo propósito de completar el cuadro de la exposición histórica.
Este sistema cronológico que he seguido por las afinadas observaciones del Dador Carlos Cuadra Pa– sos, es en todo igual a la que posteriormente siguió -sin conexión alguna con nosoiros- el eminente Profesor don Abelardo Bonilla, de la Universidad de Costa Rica, en su magistral HISTORIA Y ANTOLOGIA DE LA LITERATURA COSTARRICENSE (Trejas Herma– nos, San José, Costa Rica, 1957, p. 32).
Esa división es la siguiente:
"EPOCA COLONIAL: comprende desde el descu– brimiento hasta 1840, incluyendo en ella los pri– meros años de vida independiente, que no se diferenciaron esencialmente de los anteriores.
EPOCA DE FORMACION y CONSOLIDACION DEL ESTADO: de 1840 a 1900, en que las leiras estu– vieron al servicio de la idea política y en que predominaron el Derecho, la Historia y las Cien– cias Políticas.
EPOCA REALISTA. Abarca las tres primeras déca– das del siglo veinte y fue de florecimiento litera– rio por el desarrollo de la novela, el cuento y los cuadros de costumbres en la prosa y del moder– nismo en la poesía.
EPOCA CONTEMPORANEA. Se caracteriza corno síntesis de las anteriores y asimilación de las co– rrientes universales".
En la ANTOLOGIA DEL PENSAMIENTO NICARA– GüENSE la Epoca Colonial la hacemos llegar, por ra– zones históricas, hasta 1854, año en que la Revolución DeITIocrática y la subsiguiente Guerra Nacional mar– can un jalón indeleble en la vida nicaragüense.
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