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« Previous Page Table of Contents Next Page »viesen estudiado, como yo, ése asunto y qUe liO se hu· biese hablado y comentado públ;camente sobre cuestión tan grave. El argumento era muy fuerte en verdad; pero yo estaba seguro de mis investigaciones.
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Regresé a Nicaragua en SEltiembre de 1957, es de– cir, un poco más de un mes después de haberse firmado el Protocolo de Washington entre los Cancilleres de Ni– caragua y de Honduras. Venía con la mochila llena de documentos, de l;onclusiones y de estudios sobre esta materia. El mismo día de mi llegada, en la reunión ínti– ma de amigos, tuve la primera discusión y me dí cuenta perfectamente que aquí en Nicarilgua estaban dentro de una atmósfera de completa ignorancia sobre lo que es– taba sucediendo. Me preocupaba hondamente que el Par– tido Conservador tomara parte e,n esta farsa, para que así la responsabilidad recayese sobre los que realmente la tenían. Me explicaron que la ,Directiva Suprema del Partido Conservador había dictado una resolución" an– tes de mi regreso al país, a raiz de la emergencia de Mocorén, facultando a sus miembros para que pudiesen aceptar cualquier cargo o tomar cualquiera participación en esta disputa de carácter nacional, según su criterio personal; y sin que esa participación involucrara ningu– na representación del Partido ni le acarreara ninguna res-ponsabilidad. • Fuí invitado para dictar una charla en el seno del Círculo de Estudios de Juventud Conservadora. AIIf, an– te una concurrencia no muy numerosa, pero selecta, les expuse todas mis averiguaciones, investigaciones y con– clusiones, todo cuanto estoy relatando. Con documentos en la mano les hablé a estos Jóvenes Conservadores por espacio de más de dos horas, habiéndoles advertido que podían interrumpirme en cualquier momento para pe· dirme cualquiera aclafaci6n en el curso de la charla; y así lo hicieron frecuentemente.
Por esa misma época se reunió la Convención Anual de la Asociación de Abogados de Nicaragua en el Club Social de Managua; y con motivo de un trabaio lerdo por el Dr. Alejo !caza Icaza con referencia al Asunto de lími.
tes con Honduras hube de explicar suscintamente, en pre–
sencia de todos mis colegas, las conclusiones generales a que había llegado en mis investigaciones, y los alcan– ces que significaba para Nicaragua ir a meterse al Tribu– nal de La Haya, donde íbamos directamente a perder el juicio.
En todas las conversaciones que sostuve con oficia– listas y COn muchos liberales, aún opositores, me encon– tré con que todos ellos tenlan aquel mismo criterio que yo había captado en Washington, que sustentaban los funcionarios de nuestra Embajadá; y pude observar, a través de la diferencia en las palabras, la persistencia de dos conceptos que todos eflos me repitieron, como si se tratase d~· una lecci6n aprendida: l)-que efectivamen– te el Laudo era una realidad; y que Honduras tenía, sin lugar a dudas, esa ventaja sobre las pretensiones de Ni– caragua; y 2)-que toda esta controversia habla, sido ideada e inventada por don Diego Manuel Chamorro, cuando era Ministro de Relaciones Exteriores en 1912, invento hecho por él con el exclusivo objeto de desviar la atención pública o borrar en algo el cognomento de
"vende-patrlas" que habfa sido lanzado por t9do el Con– tinente Americano contra los Conservadores. Y no quie– ro estampar por escrito las frases que decran estos libe– rales contra aquél gran estadista, don Diego Manuel Cha– morro, quien efectivamente fué el que ideó y montó en estructura y realidad juridica esta reinvindicaci6n de Ni· caragua. lo he dicho muchas veces en público, y en pri– vado, y voy a repetirlo aquí¡ que ningún argumento más se ha podido añadir a todo el estudio exhaustivo que hizo sobre la cuestión Don Diego Manuel Chamorro. Todos los demás que hemos hablado sobr~ esto, inclu– sive los grandes internacionalistas extranjeros que tuvie· ron a su cargo la defensa de Nicaragua en ,la Haya, no hemos hecho más que repetir, en una u otra forma, los argumentos que' encontró y expuso don Diego Manuel Chamorro.
El Gobierno de Nicaragua, con demasiada visión de la realidad final, durante la secuela del juicio, ha man– tenido una sospechosa insistencia para que tomaran par– ticipación en esta controversia elementos de la Oposición, aunque fuese solamente en su carácter pe~sonéll, como en el caso del Partido Conservador. El Ministerio de Re– laciones Exteriores decidi6 nombrar una Comisi6n de Abo– gados de todos los Partidos. como Comisión" Asesora de este litigio de lfmítes. Entre algunos otros conservado– res, también me invitaron a mí varias veces al Ministerio de Relaciones Exteriores, Decidí no concurrir, negarme a tomar participación en esto y aconsejé a mis colegas conservadores que no concurrieran tampoco. Que este litigio estaba perdido para Nicaragua, no por falta de razón y argumentos de nuestra parte, sino por el plan· teamiento equivocado que había hecho el Gobierno de Nicaragua antes de entrar al juicio, que n~ ténía más desembocadura que la sentencia en contra de Nicaragua. Se supo publicamente que el Gobierno había ofre· cido la defensa de Nicaragua a tres eminentes abogados, para que se trasladasen a Europa a hacerse cargo de la dirección de la contienda, con todo el séquito que fuese necesario. Tanto el doctor Guillermo Sevilla Sacasa como el doctor Marianq ArgUello, lo mismo que el doctor León DeBayle -los cito en el orden de ofrecimiento que les
hizo el Gobierno~ declinaron la oferta de asumir la di· rección de este juicio. Dejt!l a los lectores sacar las con. secuenias de estos tres hechos aislados, pero" concomitan– tes, que coinciden exactamente con el ambiente general que privaba en todos los drculos gubernativos. . , Se fueron y volvieron las Delegaciones, se reunieron las Comisiones de Abogados aqur en Managua, en Piuís, en Bruselas, en La Haya, etc., se presentaron las Memo– rias, las Contra-Memorias, Réplicas y Dúplicas al Tribunal 'de la Haya; y aquí en Managua, durante todo ese tiem– po, el Gobierno permanecfa callado. Uno que otro Bo– letín, con meses de intervalo, salla de la Cancillería; yeso a muchas instancias para que se publicase algo sobre este litigio, cuya tramitación y alegatos descono– cíamos los nicaragüenses. Cuando se presentó la Memo– ria de Honduras publiqué algunas entrevistas, que mo–
vieron un poco la opinión pública, insistiendo en que se diera publiciditd a esa Memoria; y entonces, una tarde
~la recordaré, ,siempre con precisión- fui llamado des-. de el Ministerio de Relaciones Exteriores diciéndome que
la Comisión Asesora de LImites queda conversar conmj-
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