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FROM THE DEMOCRATIC NATlONAL COMMITTEE PUBL1C1TY DIVISION 1001 CONNECTICUT AVENUE N.W. WASHINGTON 6, D.e. 017-9550
PLATAFORMA DE KENNEDY PARA AMERICA LATINA
SU DISCURSO EN TAMPA, FLORIDA
I:n este mes se cumplen veinte años que el Presidente Franklin Roosevelt -en una transmisión ra– dial al Hemisferio Occidental- pidió a los pueblos de la América Latina que se unieran o los Estados Uni– dos en una lucha común para mantener a las fLlerzas de lo tiranía alejadas de las playas de América. "Así unidos", dijo, "podremos resistir cualquier ataque venga del ~ste o del Oeste. Juntos podremos impe– dir cual<;¡uier infiltración de ideas políticas y económicas extrañas qua destruirían nuestra libertad y nuestro democracia" .
Las naciones sudamericanas respondieron al llamamiento de Franklin D. Roosevelt. Los esfuerzos extra'njeros para obtener el control de los gobiernos de fa América Latina fueron controlados. Se mantuvo la independencia americana, y las naciones del Hemisferio Occidental se combinaron en un esfuerzo común que en última instancia produjo el derrumbe del despotismo nazi en todo el mundo.
Hoy -de nuevo-- la independencia del Hemisferio Occidental está amenazada desde el exterior. De nuevo, los esfuerzos combinados de todos los estados americanos son vitales paro la preservación de esa independencia. De nuevo, sólo los Estados Unidos pueden, bajo su dirección, reunir todos los recursos del Hemisferio para la defensa de la libertad. Pero hoy --a diferencia de 1940- hemos dejado de ejer– cer esa dirección. Hoy -a diferencia de 1940- las naciones de la América Latina desconfían de nuestra orientdción, sospechan de nuestras intenciones y estón desilusionadas por nuestras acciones. Hoy --a di– ferencia de 1940 las avanzadas de la tiranía se han abierto comino en el Hemisferio Occidental --a sólo 90 millas de nuestros costas- en la isla de Cuba.
Este cambio se ha efectuado en los últimos ocho años.
En 1953 los republicanos heredaron un sistema interamericono en buenas condiciones de trabajo. Heredaron una política del buen vecino que era algo más que un rema vacío. Heredaron una América La– tina compuesta de naciones amigas de .los Estodos Unidos.
Pero en ocho escasOs años ese brillante patrimonio -la herencia de veinte años demócratas- ha sido en gran parte disipado y destruído habiéndose perdido gran parte de la buena voluntad que se había adquirido en dos décadas.
En Cuba, los comunistas han obtenido un satélite y establecido una base para intentar la infiltración y subversión de toda la América Latina. En Venezuela, multitudes coléricas han asaltado al Vicepresi– dente de los Estados Unidos. En la ciudad de México, muchedumbres amotinadas han protestado contra la política americana y castigado a los propios Estados Unidos. En Panamá, las demostraciones anti-a'me–
ricanistas han puesto en peligro la seguridad del Canal. En Brasil, el Presidente recién electo creyó nece– sario apelar al creciente sentimiento anti-americanista pora poder ganar la elección. Finalmente, todos los informes, todas las transmisiones, todos los despachos noticiosos procedentes del Sur nos traen noticias frescas de inquietud, tensión y malentendidos.
En la actualidad, el tiempo corre muy de prisa para los Estados Unidos en la América Latina. Nuestros otrora buenos vecinos se nos están alejando. Grupos vigorosos y vocingleros de comunistas es– tán explotando la inquietud y la ansiedad nacionales -estimulando el creciente disgusto por los Estados Unidos y trabajando para imponer el régimen comunista. Nuestros lazos históricos están tensos hasta el punto de romperse por culpa de nuestra falta de comprensión de los rópidos cambios en las economías latinoamericanas y de los rápidos cambios en las ambiciones y esperanzas de los pueblos del Sur.
De esas derrotas, desastrosas y trágicas, son culpables los dirigentes republicanos carentes de la ima– ginación y de la comprensión necesarias para entender las necesidades y aspiraciones de los pueblos de la América del Sur, a los que ha faltado dirección y vigor suficientes para enfrentarse a esas necesidades, así como clarividencia para prever los resultados inevitables de sus propios fracasos.
Ha llegado el momento de renovar nuestro buen entendimiento y de empezar a actuar, pues si es cierto que la guerra fría no se va a ganar en la América Latina, bien podría perderse allí.
Nuestro primer fracaso en la América Latina ha consistido en no haber sabido identificarnos con la creciente marejada de libertad.
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