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l:n segundo lugar, debemos dar nuestro APOYO CONSTANTE E INEQUIVOCO A lA DeMOCRACIA EN LA AMERICA LATINA. Debemos ponerle fin il nuesh'O respaldo cálido y descarado a los dictadores. Nuestros bono– I'es deben reservarse para los Iícleres democráticos y no para los déspotas. Nuestros embajadores deben ser
portavoces de la democracia y no rnantelledores de tiranos, y debemos presionar constantemente por que se ve. rifiquen elecciones libres en cualquier país donde no se hayan efectuado ni se efectúen. Debernos también apo–
yu fuertemente la comisión de Derechos Humanos de la OEA la cual puede servir como un foro en el cUill [05
delitos de los dlctélt!ores como Cas~ro y Trujillo puedan ser sometidos a la consideración de los pueblos de la Amé· rica Latina.
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En tercer lugar, debemos ayud¡¡¡' u wministrar los fondos -los créditos de desarrollo a larf:to plazo que son esencia[es para toda economía cretien!e-- economía que pueda levantar los niveles de vida manteniéndose al mismo tiempo a la par del aumento de pohl;¡dón y e/ue al mismo tiempo suministre un mercado de importan– cia creciente para los productos norteamericanos.
Hasta el momento de la reciente autorización de 500 millones de dól;lres para desarroll~ -casi toda nues– tra ayuda económica ha sido en la forma de créditos para comprar exportaciones norteamericanas. Como conse– cuencia de ello, se descuidaron los objetivos fundamentales y se impuso una aplastante carga de intereses sobre la América LatÍlla. POI' ejemplo, los países latinoamericanos pagaran en intereses este año al Banco de Exporta-ción e Importaci6n más de los sao millones de dólares recientemente autorizados por el Congreso. ,
Los programas fu~uros deben insistir sobre el desarrollo de los recursos básicos sobre los cuales depe'nde una economía moclerna -recurliOS como carreteras, ene,'gía electrica y escuelas que la inversión privada no pue– de suministrar pero que al mismo tiempo constituyen una condición previa esencial para elevar los niveles de vida. Debemos planificar nuestra ayuda cooperando plenamente con los estados latinoamericanos.--- estudiando cuidadosamente las distintas necesidades de cada nación y financiando un programa de desarrollo por medio de los ingresos del país interesado y de créditos a largo plazo provenientes de los Estados Unidos.
Para estos esfuerzos debe\llos buscar la ayuda de aquellos de nuestros aliados occidentales que tienen lazos históricos con la América lat~na lo mismo que la colaboración de las propias repúblicas latinoamericanas, porque existe una gran diferencia "entre 105 problemas económicos de Argentina con un Producto Nacional Bruto de 500 dólares per capita y los de Bolivia con uno de 100 dólares per capita. Quizá las naciones más ricas de Sud América puedan ofrecer ayuda -por lo menos en la forma de ayuda técnlca- a las más pobres.
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En cuarto lugar, dictar nledidas tendientes a estabilizar los precios de los principales productos de expor– tación de América Latina. Casi todas esas naciones dependen de uno o dos productos básicos para casi to'das sus exportaciones que al mismo tiempo representan el 90% de todas las mercancías sud americanas enviadas al ex– tranjero. Los precios de estos productos están sujetos a cambios violentos y su rápida ca"Ída puede ocasionar una disminución de ingresos que perturbaría el presupuesto y arruinaría la situación de las divisas extranjeras. Es obvio que ningún programa de desarrollo económico puede ser implantado sin hacer algo para estabilizar los precios de los productos de exportación.
A pesar de constantes solicitudes no fué sino hasta 1958 que los Estados Unidos apenas accedieron a tn,·
ciar pláticas sobre estabilización de precios; sin embarg3, y si se exceptúa un acuerdo temporal sobré el café, aún no se ha obtenido nada de 11Is largas pláticas y estudios. Mientras tanto, las fluctuaciones de los precios y la incertidumbre de los mercados continúan socavando las economías latinoamel'icanas, tentando a las" naciones sud american/ls a contertar acuerdos comerciales con el bloque comunista.
Debemos estar dis13uestos a reunirnos con los la¡inos y elaborar un programa para la solución de este prClblema complejo -programa que pued~ basarse en solucíones tales como acumulación de existencias, inventa. rios de amortiguación y demás. La naturaleza de [a solu dón dependerá de la clase de producto, pero lo verda. deramente importante es que hagamos un esfuerzo inmadiato para encontrar alguna solución. "
Al mismo fiempo, debemos ayudar a los países d$1 sur a diversificar sus economías con el objeto de redu-cir su dependencia de unos cuantos productos básicos. "
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En quinto lugar, debemos estimular y prestar ayuda a los programas de reforma agraria. En alglinas na· ciones sudamericanas sistemas arcaicos de propietarios ausentes todavía conservan la tierra en manos de unos pocos terratenientes ricos mientras la masa tlel pueblo lucha por mantener un nivel de subsistencia minima como aparcero. Esta concentración de la propiedad de la tierra fuá una de las principales causas que estimularon la revolución cubana y también se encuentra detrás de la mayoría de las revoluciones en la América Latina de hoy.
Por supuesto que cualquier decisión para reformar el sistema de propiedad de la tierra sólo puede llevarse a cabo por medio del gobierno interesado, pero nosotros debemos siempre estar listos para ayudarles a ejecutar esa decisión, suministrándoles ayuda técnica y créditos lo m;smo que dirigiendo a los nuevos terratenientes para que establezcan fincas productivas.
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