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En sexto lugar debemos actuar para estimular las inversiones privadas en la América Latina, mejorando los servicios consulares, por medio de programas básicos de desarrollo que suministren los recursos de que precisa la industr~a privada y cencertando acuerdos intel'l1acionales destinados a salvaguardar nuestras inver– l;:ones en el exterior.
Al mismo tiempo debemos estimular nueGtl'as empl'esas privadas para que se sumerjan en la vida nacional de 105 países donde trabajan por meclio de mezclas de c~pital extranjero con el local y entrenando a los nacionales de 105 países especializados haciendo el mayor uso posible la mano de obra local. En esta forma, nuestra indus– tria privada se convertirá en un miembro valioso de la comunidad donde trabaja y será aceptada como tal.
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En séptimo lugar, debemos aumentar nuestro programa de ayuda técnica. Debemos enviar un flujo crecien– te de ingenieros, técnicos, gerentes de fábricas y demás para entrenar a los latinoamericanos en las técnicas de la industria y la agricultura modernas.
Al mismo tiempo debemos adiestrar más sudamericanos en estas artes. Quizá podríamos establecer un centro de enseñanza técnica en la Zona del Canal de Panamá, financiado con las rentas del Canal, para eauc¡¡r a los latinos en las técnicas de la tecnología moderna.
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En octavo lugar, debemos aumentar nueslro programa de intGrcambio estudiantil para suminilltrarle edu– caclon a los futuros dirigentes latinos estableciendo tal vez un universidad interamericana en Puerto Rico a la cLlal puedan asistir jóvenes de ambos sexos de todas las Américas.
Al mismo tiempo debemos aumentar nuestras restringidas transmisiones de la Voz de América -tanto en eSI'Ziñol como en portugués- y todos nuestros otros programas de información con el objeto de llevar el men– saje norteamericano a los pueblos de latinoamél'ica.
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En noveno lugar debemos enviar hombres expertos y adiestrados a nuestras representaciones diplomáti– cas- hombres que serán nombrados no por la magnitud de su contribución a la campaña electoral- sino por su interés y conocimiel,to de los problemas del país en el cual representen a los Estados Unidos.
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En décimo lugar, debemos hacer todos los esfuerzos posibles para lograr alguna clase de acuerdo sobre control de armamentos en Sudamérica¡ un acuerdo que sea plenamente compatible con las necesidades de segu–
rid~d ruicional de cada una de las naciones del hemisferio. Un acuerdo de esta clase pondría punto final a la inútil carrera de armamentos que hoy día absorbe el 60% del presupuesto de algunas de las naciones latinoameri– canas -disipa recursos que podrían utilizarse para desarrollo econé¡mico y aumenta las tensiones a través del hemisferio.
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En undécimo lugar, debemos esforzarnos continuamente por fortalecer a la OEA y sus organismos subordi– nados estimulando la acción común amel'icana a través de ella y estimulando políticas de personal que la prepa– ren para nuevas responsabilidades.
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En duodécimo lugar debemos organizar nuestra propia política latinoamericana asegurándonos de que to– das se originan y emanan del Presidente y del Secretario de Estado y se ejecutan por las dependencias corres– pondnmtes. Existen literalmente docenas de dependencl3s gubernamentales que se interesan en asuntos intera– mericanos que a menudo han trabajado interfiriéndose mutuamente y sin orientación central efectiva. Esta orien– ta.ción y dirección deben provenir del Secretario de Estado y en última instancia del propio Presidente.
Con este programa para la América Latina creo que podemos llegar a crear un hemisferio fuerte, de desarrollo creciente y libre. Un hemisferio donde florezca la libertad, donde los pueblos tanto tiempo su– fridos puedan tener una esperanza por una vida mejor para ellos y poro sus hijos. S610 un programa co– mo este podrá responder en última instancia a Castro y a los comunistas, pues si la América Latina se desplaza hacia adelante, si progresa bajo gobiernos democráticos, eventualmente el pueblo de Cuba tam– bien pediró libertad para si y el régimen comunista en la America Latina perecerá donde empezó, en las calles de La Habana. ;
. Creo en un hemisferio Occidental donde nosotros los norteamericanos no hablemos con superiori– dad de "nuestro traspatio" o de nuestros "hermanos m~nores" y donde los pueblos de latinoamerica no ha– blen con hostilidad del "coloso del Norte" o griten "Yankee, go home". Creo en un hemisferio de nacio– nes independi¡mtes y libres, compartiendo tradiciones y objetivos comunes que vivan en paz y respeto mu– tud. En resumen, creo en un Hemisferio Occidentol donde todo el pueblo -los Americanos del Sur y los Americanos del Norte- los Estados Unidos y las naciones de Latinoamérica- se sumen en una "alianza para el progreso".
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