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« Previous Page Table of Contents Next Page »diferencia. Los sociólogos y los. irl'véstigadores de es– tos hechos creen que esta diferencia no existe. Podría suceder de que alguno de ambos bandos no actuaran con la misma razón honesta que anima al otro, pero ya esto no entra en el terreno de la doc– trina política ni del concepto ideológico, sino en el te– rreno de la moral, y la moral no es una cuestión de, conceptos económicos sino de formación individual y sobre todo, de conciencia
Hemos oído muchas veces a los liberales referir– se a su gobierno, justificándolo porque hicieron .tal o cual obra monumental, o porque se dio el caso de que en tafes o cuales años, el país experimentó un cre– cimiento económico. A ello contestamos que lo pri– mero es obra del tiempo y lo segundo obra de la de– manda de nuestros artículos de monocultivo en el mercado exterior; y que ni el tiempo ni er comercio son o pudieron haber sido liberales.
Lo mismo criticamos a los que dicen que el "con– servatismo es una actitud ante la vida" o "una re– volución perenne". Esto no es cierto por dos razones
muy simples: todo es una actitud ante la vida y lo de revolución es una negaCión del concepto.
El conservatismo tiene que ser más que eso, por– que si eso fuera sería una cosa hueca y hubiera per– dido importancia.
De allí la necesidad de esa modificaCión a que nos referimos y a buscar una verdadera ubicación en este maremagnun de cambios que experimenta, so– bre todo, América Latina.
El nuevo pensamiento conservador no es una ac– titud ante la vida sino que un hecho real con base programática y con principios económicos de empuje. El conservatismo nuestro -único que se da en Amé· rica Latina-, debe que ser como el conservatismo alemán, dentro de sus relativas demandas geográficas y culturales; un conservatismo dinámico, con un gran sentido de fondo social y de cambios profundos. En otras palabras, un conservatismo revolucionario en donde estén partiCipando todos los medios de pro– ducción y todas las clases sociales. En conclusión, un conservatismo democrático.
EL GUIRIS HA COLGADO SUS APEROS
LA LEY DE RECURSOS NATURALES
Comparar no es propiamente censurar. Tampoco es criticar, por mas que la crítica sea indispensable para co– rregir errores. Es únicamente un buen deseo a fin de que un yerro cometido, si ya no es reparable, sirva al menos para que en otro tiempo, no vuelva a cometerse. Hace– mos esta advertencia para que no vaya a creerse que lo que escribo tiende a recriminaciones contra un partido o un Gobernante, aun cuando estos errores hayan sido co– metidos por el actual partido en el poder. Quiero dejar constancia expresa de que mi censura recae sobre los pro– cedimientos del Estado, que en realidad se está tornando insoportable, cuando anula al individuo dejándolo redu– cido a cosa.
Lo relatado aquí es pedazo de historia de Seg8via, cuyo conocimiento debe ser necesario a nuestra juventud, para que cuando oiga hablar de aquellos tiempos omino– sos para el adversario, piense que hubo años mejores a los actuales, años en los cuales el individuo podía desa– rrollar sus actividades lejos de la tutela del Estado. Nueva Segovia era un Departamento con muchas ri– quezas, consistiendo una de ellas en la explotaci6n de sus minerales de oro y en placeres lncontables sobre sus muchos ríos. Y lo que era mas de apreciarse, que no se trataba de grandes empresas mineras, fuera de dos o tres de regular escala como San Albino y El Golfo, sino que del laboreo de las minas vivra un gran número de hom– bres en las regiones de Jícaro, Murra y Quilalí, propieta– rios independientes todos ellos, a la vez amos y opera– rios; y en los ríos, centenares de guirises, llamados así desde la época colonial, consagrados a lavar las arenas de sus playas. Solamente hasta el Poteca, aguas abajo del Coco, han corrido las aguas de Macuelizo, Dipilto, Mozon– te, Qursulí, Achuapa, Salamají, Arrayán, Alalí, Santa Cia– ra, Susucayán, Jícaro, Murra y otros varios, arrastrando to– dos \05 días y a toda hora, el oro tan indispensable en
DR. EMILIO GUTIIlRRIlZ
nuestro pars. Y en cuanto a vetas, puedo afirmar que había mas de cuatrocientas pequeñas pertenencias abiertas y denunciadas con regular rendimiento.
En las pequeñas empresas el dueño extraía su broe za. Algunas veces la llevaba a quienes tenían molinos, los llamados ingenios por ellos, o bien las trituraba en casa en morteros construídos de una sola piedra; los mo– linos no gastaban combustible extranjero, ya que eran construídos para ser movidos por fuerza hidráulica. El procedimiento era sencillo: se formaba, aguas abajo de al– gún río, una caída de agua para mover un'a rueda de ma– dera estilo pelton, la cual hacía girar un eje con cuatro piedras dentro ge un depósito llamado tasa. Triturada la broza y mezclada con agua, se dejaba ir ésta con mu, cho del sedimento formado, quedando el oro depositado en la tasa de donde se recogía amalgamado con mercurio o azogue. Luego lo exprimían con mantas para volver a recoger el mercurio empleado y la pelota o pella so– brante, envuelta en tusas de maíz, se ponía al fuego pa· ra concluir de evaporar el azogue. Así se formaban las onzas que eran vendidas al mercado libremente a quie– nes mejor pagaban.
Era conocida una especialidad de: la zona. Los afluentes del sur del Coco casi no arrastraban oro; en cambio, los del norte lo con~enían en abundancia con otra particularidad: a medida que se descendía sobre el río, la fineza del metal o kilataje era superior, llegando des– de diez en Macuelizo hasta los veintiun kilates sobre el Pateea de manera que no se necesitaba de técnicos ni de grandes conocimientos para apreciarlo, una vez sabi– da la zona de donde procedía, aparte de que el comer– cio tenía kilatarios, crisores, balanzas de precisión, etc. para pagar lo justo conforme su pureza.
Permítaseme una ligera disgresión: precisam,ente los
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