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« Previous Page Table of Contents Next Page »yendo pasar ~in disparar un tiro,..JI.o formule:–
mO S un buen plan para ataque alguno, y ful– moS atacando improvisadamente, y cada uno entr6 a pelear corno pudo, teniendo por resul– tado la fatal derrota que todos conoeal}. Tisma para mí fue una victoria, así corno confieso que Tipifapa fue el desastre que me hizo perder todo el esfuerzo que mis tropas y yo habíamos hecho para destruir el Gobierno liberal.
Rechazados en Tipilapa buscamQs algu-noS jefes c6mo salvarnos y entonces me acordé de la propúesta del mandador de "Hato Gran~
de" no para ir a buscar "Paso Chiquito", pues eso' ya no tenía objeto, sino para ir direcia– mente a la hacienda y ver de cruzar el río por allí. Efectivamente, en un pequeño bote que allí había y ayudado por el administradórde la hacienda, un señor Herdocia, y una parte del servicio, cruzamos el río con las bestias. El señor Herdocia nC;>S di6, además, un baquiano para que nos llevara a la hacienda "Santa Bárbara", de los Mondragones, yendo yo rnon–
tado en un precioso caballo tordillo que de esa hacienda me habían enviado a El Paso.
En "Santa Bárbara" lograrnos obteJ;ier al~
gunas noticias de Chontales, y allí supe que unos pocos días antes habían llegado a bU$car– me unas personas que dijeron venían dé El Ra– ma con elementos de guerra para mí, los cua– les habían dejado en uno de los pueslos del Río Grande que quedaban en la jurisdiG"ci6ri de Camoapa, pero que no habiéndome enccmtra– do, se habían regresado con todo el carga– mento para El Rama. Sup'e entonq~s que el que venía con esos elementos era don Ernesto Fernández, amigo personal mío, y persona muy valiosa para la Revoluci6n. '
Fue verdader¡:lrnente .lamentable que no– sotros hubiéramos ignorado la llegada de esos elementos, los que en realidad me habían ofre– cido desde que yo salí de El Rama, pues con ese oportuno auxilio habríamos podido engro– sar más nuestras columnas y así dominar en cualquier parte a las fuerzas del Gobierno. En Tipitapa habíamos perdido todo, así como perdimos la vida de varios amigos im–
portantes corno el Coronel Rodríguez y el Pa– dre Rubio, el abnegado y querido sacerdote, cura ~e Boaeo, que prefiri6 acompañarnos en su calldad de Capellán a seguir su ministerio sacerdotal en esa floreciente ciudad de Chonta– les. El Padre Rubio cay6 mortalmente herido por dar los últimos auxilios divinos a uno de los nuestros que expiraba en el campo de bata– lla de Tipitapa.
De "Santa Bárbara", pues, decidirnos irnos por caminos extraviados a El Rama, pasando por el campamento que en las proximidades de Acoyapa sabíamos que tenía· el General Mena, para advertide de nuestro fracaso a fin de que supiera que desde ese momento' en adelante, sin duda alguna, se le echarían enci– mé!- toda~ las fuerzas del Gobierno que habían delado hbres la pérdida de mi columna. Se-
guramente, el General Mena lo comprendi6 así, pero por conveniencia personal, no quiso confesar que se retiraba de aquellas posiciones para evitar precisamente esos fuertes choques que tendría que soportar del enemigo, sino que atribuy6 su retirada a que mi paso por las in– mediaciones de sU!'i tropas les había producido desaliento a las mismas cuando conocieron de
nú derrota.
Así fue cómo hice mi retirada a Bluefields donde llegué para informar al General Estrada sobre todas mis campañas triunfantes hasta el desastre de Tipitapa.
Corno dije anteriormente, la pérdida de m.i columna oblig6 al General Mena a retirarse de sus posiciones que mantenía en las inme– diaciones de Acoyapa, y situarse otra vez en El :rtama, ciudad de donde originalmente ha– bía parfido.
Entre la oficialidad 'de las fuerzas del Ge– neral Mena se comenf~ba,no sin cierio placer íntimo, que yo sería sometido a un Consejo de Guerra por lo que había ocurrido; sin embar– go, yo estaba seguro de que tales rumores no eran sino el efado de las tácticas malévolas de los·mismos que habían hecho que el General Mena demorara su salida de El Rama para ver si al comienzo de mi campaña, yo fuera des– ,iruído por todo el peso de las fuerzas. del Go– bierno del General Zelaya. Esto lo saqué en claro en una conversaci6n que sosiuve con el mismo General Estrada, cUl;l.ndo precisamente le pedí que me juzgara en Consejo de Guerra Porque yo quería que se aclararan las cosas y . que no se creyera de que gozab.a inmerecida– mente del favor de su amistad y que debido a ella no' se me castigaba. El General Estrada rehusó dar paso alguno a ese respedo, y antes por el contrario, me dió el nombramiento de Delegado del Ejecutivo, es decir, me dejó en una posición más amplia y de mayor esfera de acción que la que tenia anteriormente.
Tanio el General Mena en El Rama, corno nosotros en Bluefields, nos dedicamos a reor– ganizar nuestras fuerzas y forialecer nuestras posiciones pues con frecuencia nos llegaban rumores del interior de que llegarían muy pronto los Generales Godoy, Chavarría, Lara y otros cuantos a atacarnos, tanto por tierra co– mo por mar.
En esos preparativos de aumentar nues– tras fuerzas y de fortalecer algunas posiciones militares alrededor de El Rama, Bluefields y El J?luff, pasarnos el tiempo durante varios :me–
ses.
Por fin Se llegó el día en que los rumores de que llegarían fuerzas a atacarnos se convir– tieron en realidad; pero ya por ese tiempo nuestros elementos en Bluefields, aunque no muy numerosos, estaban bien preparados para defender por fierra a la ciudad de Bluefields, pues por el lado del mar, o sea, por la Laguna de Bluefields, estaba defendida por El Bluff, lugar estrafégico que a su vez presenfa bastan– te facilidad para ser profegido desde nerra.
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