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,El gentío vitoreaba al ejércit9 vencedor.

respectivas familias que se encontraban en el exterior.

A mi, particularmente, me preocupaba múcho la süuación, de mi esposa en Costa Ri–

ca, pues a causa de que en lapso trans9urrido de la Revolución hubo en Cartago un violento terremoto que destruy6 la ciudad, y era allí precisamente donde vivía la viuda de mi iío Alejandro Chamarra, ton quien había dejado a mi' esposa. Y aunque ya fenía co~bcimiento

de que no había habido desgracia en la fami–

lia, y que Lastenia se había visto obligada a abandonar aquella ciudad para irse ~ PUntare– nas, donde felizmente encontr6 el apoyo de doña Tulita Mariínez, esposa del doét~r Adán Cárdenas, a cuya casa se había trasladado, yo deseaba, sin embargo, que mi esposa se reunie– ra conmigo en Managua.

Como es natural después del triunfo que habíamos alcanzado, y de haber regresado a Managua al cabo de varios años de ausencia, me ~!ildiqué en los primeros días a las visitas de amigos, a recibir demostraciones de simpa– fía, -como invitaciones a banquetes junto con los ótros Jefes de la Revoluci6n-, y como dije anteriormente, a preparar el hogar donde vi– viría con mi esposa, propósito éste último que no llegué a realizar como lo tenia originl;llmen– te planeado porque los bondadosos corazones de don Fernando Solórzano y su esposa doña Panchita, no permitieron que nos instaláramos en otra parte que no fuera en su casa· y así tuvimos que vivir por algún tiempo bajo él te-cho de tan excelentes amigos. ' En medio de la calma que esa sihiaci6n parecía crear en nuestro estado de animo, sur– gían de vez en cuando los primeros síntomas del malestar que después se declar6 más abier– to entre algunos de los jefes militares, de la Revolución lo que culmin6 por fin en la termi– nacióí:l de la amistad enfre el General Luis Me–

n~ y yo, cosa esta úlifrna que si me la l\~ieran

~hchc) antes de que triunfara la Revoluclon, no

El Campo de Marte,

habría' sido posible darle crédito, pues entre el General Mena y yo no éxisiía ninguha qUe– rencia de criterio, ni teníamos ambicioríes que pudieran separarnos y no fue sino hasta que el General José María Mancada entró a figurar alIado de Mena en la Revolución que se co– Xnemzaron a ver ligerísimos puntos que pare– cían divergentes entre el uno y el otro.

Todavla cuando el General Estrada orga– nizó su Gabinete tenía yo la más absoluta con– fianza en la amistad del General Mena, y en la que él tenía hacia mí, de modo que cuando el General Estrada me, propuso que figurara en sft Gabinete como Ministro de la Guerra, yo le expresé! la idea de quedarme fuera de él y que esa posición se la diera más bien al General Mena, pero que no hiciera tal cosa hasta no hablar yo antes con Mena para saber lo que éste pensaba al respeC±o.

Es bueno hacer saber aquí que durante los días que estuve en Granada hubo amigos que me hicieron. observar cómo las ~~l~des

proclamaban ml nombre, lo que facllitarla al Padido Conservador el triunfo seguro en una elección a la que fuer¡;¡. yo como candidato. De esta opinión era don Ramón Cuadra Pasos, cu– ya casa visitaba ton fr~cuencia y en la que recibía tanto sus atenclones como las de su esposa 'doña <;:armel¡;¡. Cuadra, hija del, exPr~

sidente don Vlcenfe Ouadra. Don Ramon solla decirme: "Con usted no necesitamos de nin– guna estratagema elecforal, porque ya su nom– bre tiene ganada la elección".

Precisamenfe en esos días ocurrió un he– cho que caus6 muy buena impresión a la p~­

b1ación civil de Granada. Ese hecho es el Sl– guiente:

El general Manuel Montoya, uno de los jefes milifares del Liberalismo, que duranfe la campaña de la Revolución se había creado una fama de hombre cruel y de matar a los avan– zados como la hacía el Coronel Demefrio Ver– gara, había llegado a Granada. y se hall~ba escond~do en ,;na casa del Barna de Jal.teva. No se sabe como algunas gentes se dleron cuenta de ello y juntándose con algunos solda– dos se dieron a su búsqueda. La noticia causó gran alarma en ese vecindario y muy pronio se había congregaci,o un gran geniío. No far– daron los hombres en dar por fin con Mon,iQya, más ésie que era ligero de cuerpo y buen <::0-

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