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d I g rana¡'e de libertades individual~ la producción de e en d 1 '1'" d 1 armonías internas, se espera que e a con~1 laC10n e as b eranías nacionales surja la paz internacional.

so d' ., d ' Existe sin embargo, una contra ¡CClon que po rla llamarse "fundacional" en el concepto ~e nacio~alídad

según el principio liberal. En efecto., la Ide~ de libertad favorece el vuelo del individuo haCia lo universal, es el germen de un Derecho Hu~a.no cuya~ aspiraciones tr~s­

cienden las fronteras geograflcas: la Idea de soberanla, en cambio recorta ese vuelo del individuo, al mismo tiempo qu~ la Nación se repliega en sus posiciones, .tan-to geográficas como jurfdicas.. ., La tensión, anteriormente deSCrita, entre liberalismo y socialismo, tiene también. su~ repercusi~n.es en el c~m­

po de la organización terntonal. El SOCialismo marxista ha confundido en un mismo dicterio estos términos: ca– pitalismo y nacionalismo; y estimando que ~a Nación es una organización favorable a la prepotencia burguesa,

ha expresado un credo: "Los trabajadores no tienen Pa– tria". Y ha lanzado una cons'rgna: "Trabajadores de to– dos los países, uníos ... "

El confl icto entre la libertad y la igualdad vuelve aquí de nuevo a presentarse. Bajo la égida liberal fué la libertad la que glosó los motivos nacionales. Baio la égida socialista, es la igualdad la que pretende vigorizar los cuadros nacionales.

Superando ambas concepciones, soberanía absoluta liberal e internacionalismo socialista, Ruiz del Castillo propugna un nuevo principio nacional, basado en la in– terdependencia de los pueblos. "El residuo del Estado nacional -dice- no es ya su soberanía, sino su dere– cho a participar en relaciones comunes y a cooperar en planes de conjunto. Tal será su sentido jurídico, del que irá desapareciendo el derecho de guerra, como autode– fensa, del mismo modo que irá atenuándose, hasta extin– guirse, el concepto de neutralidad".

LOS ELEMENTOS PERMANENTES

El liberalismo tomo sistema se ha hundido para siem– pre en el crepúsculo de las épocas. Ese naufragio no es incompatible, sin embargo, con la pervivencia de cier– tos impulsos o tendencias que integraron el sistema libe– ral. Ruiz del Castillo pasa revista a esas tendencias o im– pulsos en la parte quinta y última de su magistral en– sayo.

a) La fe en el hombre.- Existe una necesidad de orden espiritual que es imprescindible condici6n de cul– tura: la de convencer para realizar. Esta convicción no se forma sino apelando al hombre y mediante su concur– so. ¿Podría esta fe en el hombre ser el denominador co– mún de todas las diferentes especies de liberalismo? Ruiz del Castillo afirma categóricamente que no pue· de aspirar el liberalismo al monopolio de esta empresa movilizadora de la fe. "El apostolado religioso, la cos– tumbre jurfdica, el espíritu institucional reposan sobre convicciones generales, más o menos conscientes, pero en todo caso con la conciencia mínima que exige el es– piritu para instalarse en la creencia",

b) El principio de negoeiación.- Una acusada ca– racterística de la mentalidad liberal es la exaltación del contrato como el medio más expresivo de composición de voluntades. Sin embargo, y como hace ver claramen– te el autor, "en los contratos nunca está presente el espí– ritu íntegro de los contratantes, sino una de sus facetas". Contrato no es comunidad, ni siquiera concordia. En el contrato no se convive; se coexiste. "La relación que es– tablece es fugaz y no tiende a integrar la vida en valores superiores y comunes".

"Esta insuficiencia en la visión de la vida social -añade Ruiz del Castillo- ha sido corregida por los propios liberales, en aquellas tendencias modernas que han mostrado comprensión de los fenómenos de la vida colectiva y se ha curado, en consecuencia, del recelo con que trataron libertades como la de asociación y la mis– ma de enseñanza".

El porvenir del espíritu de negociación parece de– pender de aquellas condiciones que, sin detrimento del pluralismo de los grupos, 105 vincula en una concepción de confi¡mza y de libertad. • c) El interés general...... El liberalismo ha traído a la

superficie de la conciencia este valor, que es la actualiza– ci6n de un gran concepto escolástico: el de Bien Común. Se diferencia de éste -y es su defecto- en su satura– 'ción ge forrnal ismo, porque es obtenido por vfa de abs– tracción de las calidades concretas del hombre. Pero tra– duce el impulso ge un Estado que ha superado la orga– nización estamental.

El interés general se identifica con las calidades hu– manas y universales, con el concepto hombre, por serlo. Estas calidades han venido siendo, en la estructura de las formas políticas, el cimiento de las Asambleas delibe– rantes. Cualesquiera que sean las transformaciones pos· teriores del concepto de representación, éste habrá de' traducir el interés general como poseyendo calidad y as– cendiente propios. El Estado no podrá retroceder a una condición estamental.

. "Este interés -afirma Ruiz del Castillo- satura e~

mundo institucional de la política y se coloca en la línea de evolución de partidos y orgahizaciones. Conduce al propio socialismo hacia direcciones de sentido humanís– tico y le induce en muchas partes al abandono del prin– cipio clasista. Y es levadura, no s61ca. de organización na– cional, sino de cooperación internacional: una coopera– ción que, para ser efectiva, habrá de reconocer, \tomo propende a hacerlo la tesis de los derechos internacio– nales del hombre, los valores entrañados en la común constitución del espíritu humano".

d) La cerlidumbre jurídica.- La crisis de nuestro tiempo es, en gran parte, crisis de seguridad. La segu– ridad, que ha constituido siempre una profunda aspira– ción del ser humano, está hoy día en bancarrota. "Se busca por lo mismo lo que se ha perdido: seguridad ju– rfdica, seguridad social y seguridad internacional; o sea, garantía contra la arbitrariedad interna y externa y con– tra la miseria".

Hay un aspecto de la seguridad que brota de las garantías jurídicas, y que ha sido exageradamente de– fendido por el liberalismo. Esas garantías jurídicas, en cuanto entrañan un espíritu de desconfianza nata hacia el Poder Público y una exaltación de los impulsos indivi· duales desenfrenados, ya no tienen cabida en el mundo actual. En lo que encíerran de respetuoso para la inti·

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