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midad y la dignidad del hombre, aquellas garantras sigo nifican un perenne El irrenunciable valor.

La seguridad jurídica está vinculada a la generalidad y a la vigencia de la ley, a cuanto constituye el acervo del jus certum. La prosapia cristiana de este derecho -es– cribe el autor~ la acredita el Mensaie Pontificio de la Víspera de Navidad de 1942, al que corresponden estas palabras cuya trascripción es superior a toda glosa: "Del

ordenamiento ¡urídico querido por Dios dimana el inalie· nable derecho del hombre a la seguridad jurídica, y con– siguientemente a una esfera concreta de derecho, pro– tegida contra todo ataque arbitrario".

e) El estímulo de la publicidad.- Si hay algo trpica– mente liberal, aunque casi siempre en el terreno de las enunciaciones teóricas, es la libertad de imprenta. Inclu– so se ha llegado a un fetichismo de la tetra impresa, que no es siempre conducto moralizador, ni siquiera pregón de cultura. Medio neutral, como toda técnica, hay que vigilar su empleo y no exaltar la forma sin atención al contenido que aloja. "El Estado que ha rehuído la regla– mentación de ,la prensa, ha tenido que lanzarse unas ve· ces al secuestro de los periódicos, otras a la previa ceno sura, otras a la decidida oficiali~ación del instrumento". La prensa, afirma Ruiz del Castillo- no es sólo li– bertad; es, asimismo, institución. No hay, pues, que rece·

lar de su disciplina, sino de su esclavitud o de su omni– potencia.

" La normalidad jurídica regu,iere publicidao. Y en esta vertiente, como en otras, la libertad es compatible con la delimitación del campo en que se manifiesta. Lo impor– tante .es que, en ese campo, la libertad sea auténtica. f) El equilibrio racional de las instituciones.- El libe– ralismo abrió la era de las Revoluciones esgrimiendo el arma de la Razón. Se entiede que hablamos aquí de Re– voluc;i6n como de un movimiento total del espíritu. Por 'primera vez en la Historia, la Revolución se presenta co– mo portaqorq de un mensaje ideológico, "actúa con una carga cerebral puesta a presión por la Filosofía". . En lo sucesivo, toda la organización política que sur– ge de este movimiento habrá de asentarse sobre una base que es razón de su existencia: la libertad de pen– samientQ. La hipertrofia de esta lib~rtad, en sus excesos de subieHvismo y de espíritu crítico, ha repercutido, co–

mo era inevitable, en el mundo de la acción. "La era Iibe-

ral -escribe el autor---., ha sido minada por el escepti– cismo y (a crisis de la libertad ha sido una crisis de fe". Significa todo esto que la libertad no vive ~in una disci– plina mental ni fuera de un núcleo que por la virtualidad de su existencia asegure los resultados sociales. Frente al desequilibrio de la era liberal, Ruiz del Castillo se muestra decidido partidario de un sistema c1á·

sico ""7"Y por ello conservador- de formas mixtas, cuya solidez depare a las instituciones un baluarte contra las catástrofes sociales. "El equilibrio que implica un régi– men mixto no puede consistir ya en el solo equilibrio externo entre los rodajes constitucionales, con vistas a la distribución de las competencias políticas, es decir, el c1á·

sico equilibrio del liberalismo. Ha de ser un equilibrio de las instituciones sociales con las políticas; equilibrio entre bienes individuales y bienes colectivos; entre la li– bertad de iniciativa y el servicio público, pero con plena conciencia de la dirección fundamental hacia una liber– tad responsable, fértil para el bien".

Crisis de fe, de creencias animadoras, por una par– te, y crisis de autoridades sociales, de élites, por otra, han descarriado la libertad, que, considerada en si mis– ma, es prerrogativa de la cordura. "Es necesario -dice Ortega y Gasset- que vuelva a brotar en el fondo del bosque que tienen las almas el hontanar de una nueva fe".

La Razón, exaltada hasta la locura, ha cometido los más graves abu.sos. Conviene recordar, sin embargo, que los abúsos de la razón no defraudan nunca hasta el extre· mo de inducir a los hombres a renunciar a ella. "La razón .libre -afirma el autor- cuya apología represent6 el orto liberal, se ha devorado a sí propia después de ha– ber reconocido su impotencia para relacionarse con las cosas, y revelárnoslas en la intimidad de su ser. En esta inc¡¡pacidad cognoscente ha terminado el proceso del ra-cionalismo moderno.".

I

La Razón ha perdido así el rumbo y no ha sabido qué hacer con la libertad. Si la razón libre se ha desca– rriado y ha llegado a anularse, dice finalmente Ruiz del Castillo, la exigencia inmediata no deberá ser la exalta– ción del puro arbitrio, pero sí el sentido de responsabi– lidad neoesarío para merecer y ejercer la libertad razo– nable.

R.P.R.

(1915) . Pedro Rafad Cuaeka

"El conserva~ismo es antagónico al milifarismo, porque sus hombres, amantes de las libertades pú– blicas, inspirando su polífica en los principios de Washingfon, "evitan la necesidad de establecimientos milifares crecidos, que, bajo cualquier forma de 'gobierno, son peligrosos a la libertad, y se consideran parficularmente hostiles a la liberfad republicana".

El liberalismo, por el contrario, funda su dominación sobre la base del militarismo, y lo hace ne– cesariamente corno resul±ado de la tendencia nafural de sus principios. Desvirtuado el fundamento moral de la autoridad por sus doctrinas. cuando toman' el mando supremo, conquistado generahnente po, la violencia, no hallan modo más fácil para mantener el orden, que erigir la dictadura. Así está escrita la historía del liberalismo en la América LEJ.±ina. Porfirio Diaz en México, Barrios en Guatemala, Zelaya en Nicaragua. ctc., no iienen otra explicación filosófica. Son l¡ll resultado final de las ideas libe– ra!es, destructoras dél orden social".

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