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« Previous Page Table of Contents Next Page »fahetos, tedas pertenecían a la Iglesia Católica y comul– gaban en su sabiduría.
La Universidad Centroamericana no era, en derto sentido, más que el coronamiento de la cultura católica, universal, de Centro América Fa. maba en Guatemala un centro vivo de universalidad. No es, pues, exhaño que constítuyera, en el Siglo XV1\1, como una antena pero fectamente sensibilizada a las corrientes intelectuales de la época. Entre las universidades americanas, fue una de las primeras en recoger las inquietudes de la meno talidad moderna. Allí alcanló su mayoría de edad la in· teligencia centroamericana Su resultado más notorio, como tanto se ha dicho, fue el despertar del individuo en Centro América. Con todas sus grandezas y sus mi·
serias se abrió para nosotros la era del individualismo De 'a Universidad salieron, en el Siglo XVIII los prime· ros centroamericanos de talla universal. Costarricenses
~omo el Maestro liendo y Goicoechea, guatemaltecos co' mo el médico Flores, hondureños como el sabio Valle, hombres de El Salvador y de Nicaragua, se descubrían a sí mismos como personas responsables de sus propios destinos, y como tales, también I esponsables de los des· tinos de su propia tierra Fue, por lo tanto en la Univel' sidad donde se preparó la Independencia. Aunque se viera luego bastardeada por la polltica y la lucha eco· nómica, es universitaria en sus orígenes la libertad de Centro América.
La Independencia, naturalmente, significaba enton– ces una ruptura con la universalidad del imperio es· pañol, y en consecuencia, aparecfa, como efectivamente lo resultaba en no pocos aspectos, una tendencia parti. cularista, insolidaria, en cierto modo provinciana, pero no lo era en realidad, sino al contrario, hoy comprende. mas que constituia un poderoso impulso hacia una más intensa participación americana en la vida universal. Pa· ra muchos americanos, en aquellos momentos, como hoy sucede para otros, la universalidad tenía dos caras -tal vel las tenga en realidad, como el dios Télmino– una mirando hacia el futuro, otra al pasado. Es más difí· cil, desde luego, ver lo que hay de pasado en el futuro, que lo qua hay de futuro en el pasado. Hoy también nos ocurre angustiarnos por la futura suerte de los va· lores que el hombre ha acumulado a través de los siglos, y que sin duda constituyen lo mejor de lo humano. Eso pasaba, a mi parecer, con la Universidod en Nicaragua.
Aquí también se había sentido la necesidad desde el Siglo XVIII, y la Uníversidad de León se inauguraba siete años antes de la Independencia. Aunque nacida bajo hi estrella constitucionalista, mejor dijera, recién nil' cida cuando ocurrió la Independencia, representaba el noble espíritu eclesiástico y rural de la Metrópoli nica· ragüense. Sin inquietudes reformistas, modernizantes, como la ya madura Universidad de Guatemala, la de león fue leonesa en el mejor sentido de la palabra. No disonó de la unanimidad del sentimiento metropolitano, en aquellos días. Más que el peligro de la anarquía ceno troamericana, le preocupó la suerte de los valores del pasado y, más que todo, la libertad de la fe cat6lica. Ni la ciudad de León, ni la Universidad estuvieron entonces
contra la libertad -como lo creen al9unos- sino más bien contra ciertas tendencias políticas que Se juzgaban peligrosas para la misma libertad.
Los estudiantes metropolitanos, según parece, valo. raban entonces más que nada la libertad de ser como Se
ha sido, o dicho de otro modo, la libertad de seguir siendo como se es. Esa actitud tan simple y natural em. pezaba a exigir, sin embargo, lo que desde mucho tiem– po atrás no había exigido: un juvenil sentido de la aveno
tUI a 1.0 consuetudinario iba otra vel a ser aventurado. Iba a ser necesario defenderse contra una forma de ti. raníil consistente en obligar a todo el mundo a ser co.
mo nunca se ha sido y a dejar de ser como se es. Es evidente, aunqlJ& se suele sostener otra cosa que León salvó, en el Siglo XIX, el viejo espíritu tradicional nj. caragüense O si se quiere simplemente el espíritu Oro gano pi incipal de esa acción "intrahistórica", en el sentido unamuniano de la palabra, fue, a no dudarlo, la Universidad mientras las guerras civiles lo permitieron.
Católica, agricultora, catedralicia, universitaria, la ciudad de León, en todo caso y a su manera, pero sin duda en beneficio de Nicaragua, ha conservado cualida. des ejemplares, de índole académica, como el aprecio de la vocación inteleclual, el respeto rendido a la dignidad de la inteligencia, la devoción al estudio, el culto de la poesía, la fidelidad a las creencias, principios y virtudes del pasado, por lo cual representa todavía, como repre. sentaba -no obstante las confusiones y transformaciones de la vida moderna o frente al ya periclitado y traspues. to comercialismo de Granada y a la creciente fiebre eco. nómica de Managua- la más digna expresión de lo ni– caragüense. Sin que parezca una paradoja, si se quita al vocablo conservador todo banal significado partidista, está claro que león es la ciudad conservadora de Nica– ragua. No les hubiera sorprendido a los estudiantes de entonces, a los que por la libertad de ser leoneses, de ser católicos, de ser lo que eran, encabezaban las ma· nifestaciones populares de 1823, en las que figuraba, con 10$ otros jóvenes, el universitario Laureano Pineda. Ellos sabían que la libertad lleva en último término a los principios, a los antecedentes, a las preguntas hechas
a Dios.
Pero lo miÍs actual para nosotros de aquella histo· ria universitaria, es que mientras San Carlos de Guate· mala buscaba la modernidad y León de Nicaragua la tra' dicíonalídad, las dos universidades católicas tendían neo cesariamente, por el mismo hecho de ser católicas, a vol· ver a encontrarse en la universalidad. Si eso hubiera oeu, rrido, habríamos tenido en Centro América una más amo plia universalidad, enriquecida por los descubrimientos, exploraciones y adquisiciones de los tiempos nuevos en permanente conjugación con lo que la experiencia anti gua tiene de eterno y necesario para el hombre. Est! fue, sin embargo, lo que no pudo realizarse porque la~
universidades perdieron su car'ádter universal, que el como si dijéramos que dejaron de ser universidades. y;
en el período de nuestra historia que solemos llamar d, los 30 Años, eran prácticamente escuelas de derechc escuelas de medicina, simples escuelas de especialid¡
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