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'y esquenlático, sobre ese I>unto de vi"'a hiopanoamerica. no.

Hay tres puntos de vista posibles, Il más bien pero

tinentes, para mirar al hombre americano.

El primer punto de vista no puede se" otro que 01

punto de vista europeo, el que examina y juzga al ame..

ricano mirándolo desde Europa, desde la cultura euro· pea y desde un concepto europeo de hombre. Creo que

este es el único punto de vista que tiene o puede tener

el europeo COlllo europeo, colocado en su propia situa–

ción europea y sin entrar en la subjetividad americana, ya que si entrara en ésta, en cierto modo se americaniza·

ría, empañaría, como quía.' dice, la pureza, la claridad y la imparcialj'dad de su visión eurllpea. No dudo de que éste ·sea el más claro y definido, el más madulo, pero le

falta algo, le falta vida, vivencia, intimidad, expel ¡encia de la cosa misma, y esto sencillamente porque no es en– teramente, directamente, el punto de vista americano. No

dudo que 10$ nmericanos seamos en realidad como nos miran los europeos y no como nosotros nos miramos, pe..

ro el americano guarda su secreto, abriga su esperanza que el europeo no puede conocer mientras nosotros 110

lo manifestemos. El punto de vista europeo está natural·

mente en el origen del punto de vista americano, es sin duda su fuente más o menos remota, pero se queda siem"

pre en /a di&tancia de lo conceptual, porque no nos ha

acompañado en todo el recorrido del vivir americano.

El otro punto de vista es el que tiene el americano de sí mismo, viéndose desde dentro de sf mismo, desde

su propia situaci6n americana. Pero ya he d'icho que no existe un hombre americano, sino dos por lo menos: el hispanoamericano y el norteamericano, y, por consiguien· te, hay dos puntos de vista americanos: el norteame~i'ca"

no y el nuestro.

Pero resulta que el norteamericano sólo puede ver.. se a sr mismo desde su propio punto de vista norteame· ricano y desde el punto de vista europeo. El norteameri.. cano corriente, el "average man", el hombre masa de los Estados Unidos sólo se mira desde dentro de su si .. tuación, desde su propio punto de vista norteamericano; pero el norteamericano culto se iuzga a sí mismo y a su pueblo, compone su figura humana entre los suyos, mi·

rándose al mismo tiempo desde Europa y desde los pro– pios Estados Unidos. Tal es el caso clásico de Henry Ja– mes, que ya es tradicional entre los poetas y noveHstas norteamericanos, caso numerosíSimo que hoy se repite

egregiamente en Ezra Pound o en T. S. Eliot, y que en

este último termina optando enteramente por Europa, concretamente por Inglaterra, haciéndose en efecto súb–

dito inglés. Nunca liene o puede tener el norteameric:::a– no más que esos dos puntos de vista para entender al hombre de América: el punto de vista norteamericano y

~I europeo. De estos dos modos puede conocerse o ¡uz. garse o formarse a sí mJismo, pero jamás se le ocurrlria colocarse, ni podría hacerlo, y hasta se sentiría disminur.. do si se colocara en el punto de vista hispanoamericano

para juzgar al hombre norteamericano. Es que esto les

parecorfa simplemente absurdo. Pero les pasa lo mismo

cuando quieren juzgat' ni hispanoamericano, al cual sola~

mente pueden mirat' desde el punto de vista norteame– ricano y desde el punto de vista europeo norteamericani.

zado, nunca desde el punto de vista hispanomerican.o, que ni siquiera llegan a conocer ¡aanás. Así "Sucede que por muy buena voluntad que tengan, como algunos la tie–

nen; por más "good will" que pongan, los norteamerica_ nos no entienden nada de Hispanoamérica ni del hispa.. noamericanismo. No ven en ella otra cosa que un caos, habitado por hombres incomprensibles, que no logran construir Un país como los Estados Unidos, con los me.

dios empleados en los Estados Unidos: la libertad, la de.

mocracia y el progreso material. Les pasa a los norteame. ricanos con Hispanoamérica lo que a muchos europeos

COI1 España: que no la entienden.

En cambio, los hispanoamericanos somos en realidad los únicos que podemos mirarnos a nosotros y a los mis– mos norteamericanos desde los tres referidos puntos de

vista, ya sea alternativa o simultáneamente, es deoir, des–

de el punto de vista europeo, desde el punto de vista

norteamericano y desde el propio nuestro.

Asf lo hemos venido haciendo a lo largo de nuestra

historia, colocándonos alternativamente, y a veces simul.. táneamente, en los tres puntos de vista mencionados, Con el fin de formar nuestro mUl1do hispanoamericano y tra. tar de enc:ontrar nuestra manera de ser hombres.

Sólo pretendo señalar puntos y lineas muy generales

para indicar la ruta del hombre. como hombre, en Hispa– noamérica, sin detenerme en 10$ detalles de su historia ni entrar en el contenido de los conceptos que se ha for. mado el hispanoamericano sobre si mismo.

Como es obvio, los hispanoamericanos empezamos a ser o, mejor dicho, empezamos a hacernos hispanoameri. canos desde un punto de vista europeo. No podemos

pe~sarnos como hispanoamericanos desde un punto de vista indígena americano, si es que e~i'ste o ha existido alguna vez este punto de vista como cosa general en América. El español -aunque dec:::irlo sea una perogru–

llada hay que decirlo porque suele olvidarse- marchó

al descubrimiento y conquista de las Indias, con su punto de vista español, que era el punto de v,j'sta europeo más

general o popular entonces. Por lo menos, era el punto

de vista europeo de los españoles. No importa cuál haya sido ni cuán simple o complejo, ni las variedades y ma· tices de criterio que en él cupieran. Lo podemos tratar

como un signo algebraico. El Punto de Vli'ta H. El puno

to de vista hispano o, mejor dicho, hispanoeuropeo. Lo

que importa es que desde ese punto de vista el habitante de las Indias, esto es. el indio, tenCa necesariamente que aparecer como defic<iente de humanidad o (lo que viene

a ser más o menos lo mismo) encasillado en formas abe–

rrantes de humanidad. Es claro que la opinión de los

primeros españoles sobre los indios dependió en buena parte de las distintas experiencias que tuv-ieron con los pueblos aborfgenes -y aún de las ¡"ntenc:::iones que acer.. ca de ellos abrigaron los conquistadores-, pero, como

se sabe, la opinión extrema fue l. de que los indios no

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