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« Previous Page Table of Contents Next Page »eran hombres, sino bestias, una extraña especie de ani·
m.leo p.recidos al hombre.
No menos conocidas s~n las ideas de los misioneros
a este respecto, sobre ,todo las de Fray Bartolomé de I.s
Casas, así como el pensamiento de los teólogos iuristas
• spañoles Y la bula de Paulo 111 "SUBLlMIS DEUS", que ,anjó definitivamente la polémica a favor de l. hum.ni· d.d y de la racionalidad del ,indio, sentando las bases pa– ra su libertad y señalando la orientación de las leyes de
Indias. Pero lo que me interesa hacer notar es que, si bien ya no se discute -desde entonces- la humanidad
del indio, tampoco llega a pensarse o a quedar estable·
cido que sea suficiente o que baste esa forma de huma–
nidad. Desde el punto de vista hispanoeuropeo, el indio no sólo puede, sino que debe crecer en humanidad -y
en adelante se le ve como un niño, como un menor de
ed.d respecto .1 hombre europeo-. El indio, se piensa
ahora. tiene que enriquecer su humanidad, elevarse a un
más alto nivel humano. Esto es lo que se h. lI.mado el oentido misional de la conquista. A pesar de todos sus
abusos y fallas, la colonización española de América no fue una empresa de explotación aurífera o de materias primas, sino una empresa, en alto grado espiritual, enca–
minada a la formación del hombre como hombre.
Dentro del concepto hispanoeuropeo del indio sur–
gieron entonces dos tendencias divergentes, a las que de–
bemos principalmente la si,tuación actual del hombre en
Hispanoamé~i'ca.
La una -predominante entre los conquistadores y sus descendientes- pretendía incorporar al indio a la ci· vilización hispanoeuropea que se estaba fundando en tie· rr.s americanas o, lo que víene a ser lo mismo, poner a trabaiar al indio, baio el señorío de los españoles, en la obra de colonización. Se le puede llamar a esta tenden~
cia la tendencia feudal, pues aunque no llegó a serlo en la realidad politica y social, fue ciertamente feudal como tendencia. Se ha dicho mucho (lo han dicho, sobre todo extranjeros) que el pueblo español es un pueblo de se–
ñores, que en España hasta el mendigo es un señor, la verdad es, por lo menos, que el español tiene una vaca– ci6n de señorío. Los indios, en cambio, eran generalmen– te macehuales, sumisos a sus caciques y señores. Por otra parte, los conquistadores no cruzaban el mar y acometían hazañas inauditas para resignarse a seguir siendo en las Indias labradores o porquerizos, como algunos lo habían sido en Extremadura o Andalucía. No sólo buscaban oro, como suele pensarse todavía, sino fundar señoríos perma– nentes con vasallos indígenas. Lo interesante de esto es que significaba la "endencia a la unión (no importa para
la idea la forma de esa unión) del español y el indio, es
decir, la hispanizaci6n del indio y, como resultado, la re· lativa indigenización del español, la h'ispanoamericaniza.
ción del hombre en aquellas nuevas tierras. El español
quería adueñarse del indio, hacerlo suyo, vincularlo a su eXistencia, y esto, por más que se prestara a injusticias
y aUn atrocidades, era de~isivo para la formación del hom–
bre hispanoamericano. En ese proceso no sólo se pro–
dUcla la hispanización o hispanoamericanización del indio
y la Indigenixación o hispanoamericaninción del español,
sino que, sobre todo, se produ¡o el mestizo, el m.tiza¡e o
la mestización racial y cultural en la que todos deberlan
entrar y no podían dejar de entrar para ser propiamente hispanoamericanos. Todo esto se realiza, como vemos, desde el punto de vista europeo, hispanoeuropeo, pero
va dando dando origen al punto de vista hispanoamerica•
no, nuevo punto de vista en que el pensamiento sigue siendo europeo o hispanoeuropeo¡ pero la manera de pen.. sar, el estilo de pensar en hispanoamericano, la manera, digamos, de sentir el pensamiento es hispanoamericana.
Pero aquella tendencia feudal o feudalista de los
conquistadores, como también se sabe, no llegó a pros·
perar. Fue vencida a mediados del siglo XVI por la otra
tendencia a que me refería, dando esto fin a la conquis– ta propiamente dicha, inaugurando lo que llamamos la colonia y orientando la sociedad hispanoamericana, desde su origen, en una dirección más democr'tica o, si se quie– re, menos aristocrática, más popular. El triunfo de la ten– dencia que podemos llamar evangelizadora, principalmen..
te representada por Fray Bartolomé de las Casas, lo indio
ca únicamente para hacer resaltar sus consecuencias en lo que atañe a la hispanoamel"icanización del indio o, lo que
es lo mismo, al futuro del indio como hombre hispano.
americano. Esa tendencia puramente evangelizadora o fascjlsiana (animada, desde luego, por .1 más noble es~
píritu de justicia) no quería la unión tal como la conc.·
blan los conqui'sladores, sino la separación de los espa.
ñoles y los indios. Para la esencia de la doctrina lasca– siana no era necesario incorporar al indio a la cultura eu.. ropea ni a la civilización española. Bastaba cl'li'stiani.zar.. lo, convertirlo al cristianismo, para que realizara su ver.. dadero destino como hombre. Era nec.urio, para prote–
gerlo de la explot.ción y ra,pacidad del europeo, que el
fndio continuara viviendo en sus comunidades, conser–
vando sus lenguas y aquellas costumbres de su gentilidad
-como se decía- que fueran compatibles con la moral cristiana.
Es evidente que la doctrina lascasiana era más moder– na que la tendencia aún medieval de los conquistadores. Dentro de la más pura ortodoxia católica, Fray Bartolomé
de las Casas no deja de parecerse a las más grandes figu–
ras de la reforma protestante. Su tendencia evangeliza.. dora se podría llamar evangelista, si esta palabra no es· tuviera cargada de protestantismo. En todo caso, su pen– samiento se acercaba. en cierto modo, al que estaba alum.. brasdo en una nue"a Euro,pa, en la Europa d. la moderni·
dad, principalmente en la representada por Inglaterra y que daria origen a los Estados Unidos. La que hoy llama·
rnos Europa Occidental, en la que España no ocuparla el mismo puesto que en un tiempo tenía. La d:iferencia de la actitud de Las Casas y la de los ingleses consistía en que la ¡primera era religiosa y la segunda secularizada. Mientras Las Casas y sus seguidores pretendían evange– lizar al indígena, convertirlo en ctiistiano, los ingleses no perseguían otra cosa que comerciar con él, explotarlo eco– nómicamente. Nadie ignora lo que esto signific6 para
los indios en los Estados Unidos.
En Hispanoamé~ica, en la medida en que se impuso
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