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« Previous Page Table of Contents Next Page »la tendencia lascasiana, es decir, en aquellos lugares don, de, por circunstancias que no hacen al caso, se hizo due.. ña del campo, los resultados fueion, si se quiere, bene.. ficiosos para el indígena como indígena, ¡pero no precisa.. mente para la formadón del hombre hispanoamericano. El indio meramente evangelizado se hizo cristiano o me..
dio cristiano, pero siguió siendo meramente indio, a;ísla..
do en su indigenismo. Las Casas fue también en esto un precursor: fue en realidad el Padte del Indigenismo, co .. mo le llaman los pl'opios indigenistas. Pero no quiero de· tenerme en la famosa cUGsHón del indigenismo porque, viéndolo bien, no atañe propiamente al hombre hTspano.. americano, sino al indígena antes de ser hispanoamei ica .. no. No es un problema del hispanoamericano como hom.. ble, sino del indio, aunque sea el hispanoametiicano el que tenga que resolvérselo al indígena. Una cosa es el in..
digenismo como literatur.a y otra como problema social, económico y Ilolítico. Este último sólo concierne a los técnkos o especialistas, y no creo que tenga más que dos soluciones: o dejar al indio en su gentilidad, en su indj .. genismo. dándole tierras, crédito y maquinal ¡as, con la eS
n
critura y los elementos del saber utilitario, como quieren algunos, o ayudarle a formarse como hombre his,panoame.. rica no. Para que un indio sea hombre hispanoamericano es obvio que, por lo menos, debe hablar español -tener acceso a la literatura, a la cultura hispanoamericana y a la literatura y la cultura europea en que se nutre la hispano.. americana-o Lo que se llama literatura indigeniste~! en la medida en que no es pastiche, no es oh a cosa que litera.. tura hispanoamericana. Pero no puedo detenerme en es.. to, quiero seguir el hilo que va siguiendo el hombre his– panoamericano.
Dejemos, ¡pues, al indio como Un cabo suelto -tal como
'o
dejara
'a
tendencia lascasi,lno, ayudada, natural
u
mente, por otros factores históricos, en que tampoco pue– do detenerme, ya que no atañen a la cuestión principal– Pero antes debo señalar que la política lascasiana contri– buyó a enriquecer el mestizaje hispano8t!!ericano por me– dio de la introducción del negro. I:n unas partes más, en otras menos, los hispanoamericanos somos mestizos del cruzamiento de las tres razas: blancos, indios y negros, y nuestra sensibilidad propiamellte hispanoamericana, lo mismo que el estilo de nuestra vida y 11uestra cultura, com– binan en mayor o menor proporción esos tres elementos.
Vuelvo a lomar el hilo de la lendencia conquislado. ra. Desviada (por la presión de la corona) de la orienla· ción feudal COn que empezara, esta tendencia fue la que creó la sociedad colonial hispanoamericana. En esa socie– dad -que aquí no hay tiempo de examinar- se produjo el hombre hispanoamericano en su realidad concreta, con las variadísimas notas y matices de su temperamento -el criollo, el indio hispano, el negro hispano, el mestizo y
mulato en todas sus combinaciones-o Dentro de las for– mas de comunidad que daban vida al trato de unos con otros, principalmente en la parroquia, en los gremios al''' tesanos, en las ferias y fiestas patronales, en el mm cado municipal o Utiangue" -para darle su nombre mejica– no-, en la hacienda, nació una rica cultura popular his panoamericana, cuya esencial unidad en toda Hispanoamé.. rica es un verdadero milagro del espírilu hispánico. De esa culfura popular, que esfá muy leios, por supuesto, de
lener la plofundidad, el espesor y la milenaria sedimen. tación de la europea, se nutren todavía las raíces del hom.. bre hispanoameiÍcano. Es, como he dicho, una cultura mestiza, pero elaborada, digamos cultivada, desde un pun.. to de vista europeo y, por lo mismo, siempre menesterosa del abono eUlapeo, hispanoeuropeo. El hombre hispano.. americano, nutrido de esa cultura popular. no es, desde luego, una idea del hombre, ni corresponde exactamente
a un concepto del hombre, ni ha producido ningún ideal de hombre, pela es un hombre de carne y hueso. Sólo es posiple conocerlo en la amistad a en la literatura, crea. do por la poesía. Aquí lo que vamos siguiendo es sólo
su camino, la orientación que lleva en conjunto.
El hombre hispanoamericano de la colonia sólo supe..
raba 'a cultura popular en las capitales como México, Lima
o Guatemala. Pero allí la cultura el'a .prácticamente espa... ñola, siempre se estaba I'enovando con refuerzos de Espa ..
ña. Como en oh as ciudades florecientes, allí se concen... traba una alta sociedad criolla que seguía las modas de Madlid. No obslante los obsfáculos de ,Iodo orden, algu– nas de esas gentes alcanzaban un alto nivel de formación humana, que en nada desdecía del europeo. Sor Juana Inés de la Cruz, por ejemplo, o Rafael Landivar. Florecen con extl'aordinario vigor la arquitectura barroca, el arte platel esco, la 'imaginería, el gusto por la belleza y el re ... finamkmfo de la vida, y en todo esto se insinúa una sen.. sibilidad que los hispanoamericanos percibimos como nuesha.
Pero sucede, al mismo tiempo, que los que llegan de España, a menudo ¡pasando por Italia (funcionarios, vi–
I reyes, gobernadores, oidores de las Audiencias y hasta alguaciles), llevan las últimas novedades, las modas coro
tesanas, las ptecisiones más recientes de' punto de vista europeo. A pesar de que llegan de la vieja Europa nos en· cuentran atrasados, provincianos, hablando un castellano arcaico, mezclado de indigenismos o de acento negroide, rústicos y sencillos como campesinos españoles del siglo XVI. Desde el último punto de vista euro,peo, vuelve a encontrcu'se en el hispanoamericanismo una deficiencia de humanidad. El hecho va a tener consecuencias en el puno to de vista hispanoamericano sobre su propia humanidad americana de ser hombre. El criollo encuentra al español peninsular (que ha llegado de Madrid o de Nápoles com'
pElI ando desventajosamente, ¡nada más naturall, las ciu.. dades de América con Sevilla o Toledo) altanero, insen.. sitivo, por su incapacidad de percibir los encantos loca· les. Y esto acentúa la conocida rivalidad entre criollos y
peninsulares! cuyas consecuencias históricas se harán sen~
tir muy pronto. A su vez, los peninsulares confirman en España la opinión popular de que los americanos "tienen un desarrollo intelectual precoz, pero llegados a la madu.. rez pierden toda energía intelectual y se convierten en niños o en tontos". El año ,pasado (en unas conferencias sobre Centl'o América, en esta cátedra) me refería al ensa.. yo del Padre Feijóo: "Es;pañoles americanos _Feij6o combate ese parecer como error popular, pero esto s610 en apariencia, con fina habilidad, pues, en el fondo, sabe que es cierto (como lo es, en efecto) y en realidad se re· duce a explicarlo-. Lo que feijóo viene a decir en su ensayo, traducido al lenguaje periodístico de nuesfro tiem· po, es que las deficiencias del hombre arnel'icimo, su di-
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