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« Previous Page Table of Contents Next Page »vimos trasladarnos a San José de Costa Rica, donde el clima podría serle favorable.
En San José nos hospedarnos en el Hotel Raleigh, mas COlUO a los ocho días comenza–
rnos a notar en nuestra sobrina síntomas de
enfermedad mental, ya que lo que conversaba era completamente incoherente por lo que fuimos con ella a visitar el Asilo Chapiú para que la examinara el dador Chacón y nOS diera
su opinión personal.
El dador no enconiró nada alarmante en ella, pero a los pocos días Adelita se quiso ií–
rar del balcón del Hotel a la calle, y si no hu– biera sido que mi esposa llegó a tien"lpo de
detenerla, hubiera encontrado una lnuerte se~
gura.
En presencia de este hecho tan alarn"lan– te, inmediatamente la Hevamos al Asilo donde la internarnos. Pero mi mala suerte no llega– ba hasta allí. Ese mismo día Lastenia n"le par– ticipaba que se sentía sumamente enferma. Le hablé a mi amigo el dador David Stadthagen que se encontraba en San José y rne aconsejó que la llevara donde el dador Ouesada para que la examinara y me ofreció que él mismo estaría presente en el examen. El dador Oue–
sada encontró un fibroma que podía ser can–
cerOSo y me aconsejó llevarla inmediatamente a los Estados Unidos para que la viera un es– pecialista amigo suyo que había curado a su hermana que vivía en Nueva York.
Sin pérdida de tiempo resolví salir para los Estados Unidos junto con Lastenia, dejando a Adelita en el Asilo.
A los pocos días de estar en Nueva York recibirnos cable de San José partidpándonos que nuestra querida sobrina había fallecido. En el mismo n"lensaje se nos pedían instruccio– nes sobre lo que debería hacerse.
Contestarnos que el cadáver debía ser preparado y enviado a Managua, para ser en– terrado en esta Capital, pero el General Somo–
za, en esta ocasión fue tan duro, que no quiso
permitir la entrada del cadáver a su patria, siendo que su n"luerte había sido causada por partidarios del mismo General Somoza.
En vista de tal negativa no se tuvo más remedio que eníerrarla en San José, donde to– davía descansan sus restos n"lortales.
Después de atender a la enfermedad de mi esposa en Nueva York, donde fue inierna– da en el Memorial Hospital de esa ciudad, ba– jo la dirección y tratamiento del doctor George Pack, y una vez que ella había recuperado su salud, salirnos el 2 de Febrero de 1937 para México, habiendo desembarcado en el puerto de Veracruz. Este puerto, uno de los más im– portantes de la República Mexicana, lo encon– tré bastante descuidado en cuanto a higiene, por lo que resolvimos salir inmediatamente para la Capital. El trayecto del ferrocarril de Veracruz a la ciudad de México es, por una parte, muy pintoresco, c:on el Volcán de Oriza– ba que se divisa bellísimo con sus eternos pi– cos cubiertos de nieve, y por otra, puede con-
Don ALClBIADES FUENTES
siderarse como una gran obra de ingeniería sobre las cumbres de Malírata.
A nuestra llegada a México estuvimos por unos cuantos días hospedados en un hotel, más luego conseguimos alojamiento en una Casa de Apadamentos en el Paseo de la Re– forma, principal arteria de aquella hermosísi– rua ciudad. Por este apartamento, amuebla– do, pagábamos 150 pesos mexicanos mensua– les, pero aunque era bastante bonito y presen– íable tuvimos que abandonarlo después de al– gún tiempo de ocuparlo, debido a que los ata· ques de asma se rue hicieron muy frecuentes e intensos, por lo que nos pasamos a otro que aunque inferior al que teníamos era nuevo y esíaba muy bien asoleado, habiendo con esíe cambio disminuído grandemeníe los aíaques de asma. Corno esíaban consíruyendo en la misma Avenida de la Reforma, oíra casa de apartameníos de mucha más comodidad y
apariencia, en cuanto estuvo ±er:m.inada resol~
vimos pasarnos allí. Esía nueva casa se llama– ba "El Latinoamericano" yen ella vivimos por varios años. Aquí pagábamos la suma de 600 pesos n"lensuales.
En México enconíré una numerosa colonia
nicaragüense, la mayoría de sus miembros
ocupando buenas posiciones en el periodismo, el profesorado, el foro y la medicina. Con casi todos esos elemeníos de valía culíivé muy bue– nas relaciones, y corno ellos eran también opo– sitores al Gobierno del General Sornoza Gar–
cía nuestro acuerdo eran aún mejor, pues fue~
ra del país las divisiones banderizas puede dé-
I
cirse que desaparecen.
Enlre esíos nicaragüenses, los de mayor significación eran, el notable escritor y econo–
mista, don Francisco Zamora, sus hernlanos, Y
su madre doña Lola Padilla. en cuyo hogar se celebraba todos los años la Purísima, siendo muy concurrida su casa, especialmeníe el últi– mo día, en el que después de rezar y caníar las oraciones y caníos que se acostumbran en Nicaragua, se reparíían frufas y golosinas lo mismo que se hace aquí. Además de la fami-
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