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« Previous Page Table of Contents Next Page »en 1823, que nlantuvo ale¡ada a las potencias colonialis· tas de sus pr<>p6sitos de reconquista y a la misma Ingl.te. rra, de sus acechanzas sobre los despojos del Imperio es– pañol. Con esa actitud estaban los E.E. U.U. de hecho pro–
tegiendo a las naciones latino~americanas y asegurándo..
les sU indepélldencia y soberanla. Corolario de la posi– ci6n de Monroe fué para Nicaragua la conservaci6n de la Costa Atlántica después de la firma del Tratado Zeled6n– Wyke del 28 de Enero de 1860. El mejor comentarista de la doctrina de Momoe el escritor Dexter Perkins ha di–
cho: "Esta doctrina -en su más amplio sentldo- es una
prohibici6n de parte de los E.E. U.U. contra la extensi6n de influencia y poder de los europeos en el Nuevo Mun–
do ll •
Sin embargo, ésta responsabilidad que los nortea..
Inericanos se atribuían como defensores de la integridad hemisférica, les condu¡o a una serie de actitudes Iprogre..
sivas que comprenden lo que se ha llamado polftlea inter–
vencionista. Las motivaciones de esa política eran varias.
En primer lugar la falta de balance de fuerzas frente a tan
poderoso vecino, hixo que éste desarrollase apetitos incon·
controlables con sus inmediatos vecinos. Por ofro lado;
si querlan los E'E' U.U. ntantener alejadas a la, polencias
europeas de América, tenfan que preocuparte también
porque éstas naciones hiciesen una vida ordenada; que cumpliesen con sus obligaciones comerciales; que respeta– sen sus compromisos internacionales y los inte~eses de ex–
tran¡eros, etc. en fin, que se portasen como naciones civi~
lizadas para que ,pudiesen ser respetadas y no se viesen
expuestas a atropellos bajo el pretexto de falta de cum–
plimiento de Convenios o Tratados. Finalmente, el inte– rés por la defensa y su enorme poderío sin contrapeso, los
hizo pretender pasos y bases eslratégicos conseguidos al·
gunas veces por presión y en otras, por la necesidad de
los pequeños paises de conseguir dinero y simpatras del celoso y fuerte vigilante.
A esa época pertenece la provocada independencia
de Panamá, resumida en la célebre frase de Roosevelt (1 1001< Pan.ma) y el Tratado Chamorro Bryan. Solo és– te último asunto vale la pena citar el juicio del Ex-Presi· denle Moncada, quien al comentar en su difundido libro "Nicaragua y los Estados Unidos" la celebraci6n de aquel
Tratado, no lo repudia, sino que lo presenta como fOi'i!oSO en aquellas circunstancias, presentándolo como expedien– te apaciguador al vecino que exigido por sus angustias do
seguridad, pretendía el control de la futura ruta transoceá– nica. Aunque el ex-Presidente liberal no ,e manifiesta
de acuerdo en el monto de la transacción, en cambio re– canOGO paladinamente su inevitabilidad, como fruto de cir– cunstancias históricas indominables.
Como siempre pasa con las administraciones sin con~
1101 y sin balance, l. política de una vigilancia unilateral–
mente administrada, termin6 en abusos. El desembarco de los marinos en Haití, Santo Domingo y . Nicé1ragua; las anexiones de territorio mexicano; la imposición de la En.. mienda Platt, eran pasos demasiados groseros y eviden– tes que lastimaban el nacionalismo latino-americano y po–
co a poco deterioraban las relaciones ,públicas de los E'E' U.U. con los pueblos latino-americanos. El segundo
Roosevelt se percat6 de la urgencia de un viraje de la po–
lítica norteamericana frente a la América Latina. i-Iabía que presentar en otra forma esas relaciones y as( nació la "Buena Vecindad u
• Por lo demás, eran los tiempos de
la depre.i6n de 1931; de la ascenci6n de Hitler al poder;
de la invasión de los japoneses a la Manchuria; del fraca–
so de la conferencia de desarme Indudablemente el
"Destino manifiesto ll
;
la diplomacia del d61ar de Knox; la política del big sticlc, ei'an pobres instrumentos para crear
un dinámico panamericanismo libre de sospechas hacia
el IIcoloso del Norie Jl
• Porque, hasta que se pudiese en el Continente erradical' el femol' a la gran potoncia y has– ta que los E.E. U.U. estuviesen dispuestos a modificar su
política, el porvenir de una solidaridad continental
110 apa–
recia brillante. El expediente p.ra ello era ampliar los
alcances del sistema Panamericano. Por otra parte, la po" lítica del IIbuen vecino Jl si podía contar con el concenso parlamenta-rio de los Gobiernos latinoamericano:; para sus
planes de elefensa hemisférica y darles base jurldica a los
mi~mos a través de atuerdos internacionales solemnes, ¿para qué exponerse 8 actitudes unilaterales y a desplan–
tes de ,poderio? Pero habl. algo más que arreglar. Los
Estados Unidos el'an un país acreedor y la mayoría de los lé1tino-americanos deudores. El primero deseaba robuste–
cer el arbitramento compulsivo para el arreglo de dispu. tas por deudas y los últimos se resislian • ello. Además eslaba el problema de las polílicas de alIas larifas adua. nales a ralz de la depresi6n auspiciadas por los E.E. U.U.
y su repercusión en las exportaciones latino-&mericanas.
y finalmente, para volver la situaci6n aún impopular pa..
ro los E.E. U.U. la imagen que de él lenlan los latino.ame.
l'ic8nos era de un país materialista, que sacrificaba los va.. 10les espirituales a la adquisición de poder económico y
politico. Todos éstos aspectos trat6 de calmar la polftica de la Buena Vecindad y así Montevideo, en el curso de la Conferencia de 1933 se sentaron las bases de la polftica de no-intervenei6n, que había encontrado en 1923 en La Habana gran oposici6n de parte del Secretario de Estado, Mughes. Como consecuencia de la extensi6n hemisférica
del JlNuevo trato'4 habla Roosevelt negociado un nuevo
convenio con Panamá y la Enmienda PIa" ya no figuraba en la Constiluci6n Cubana. La era del intervencionismo
unilateral se convertía ahora en un Panamericanismo vo–
luntario y parlantentarista. Al fin y al cabo, convertidos
ahora en indiscutible primera potencia mundial, las dis~
cusiones sobre el lidelato norteamericano estaban de so– bra y los latino-americanos eran muy dueños de adminis" tI'ar sus t'espedivas naciones como les viniera en gana, incluso abusar de sus connacionales, sin estorbo alguno,
ya que el objetivo ,primordial de la defensa continenlal ha. hla sido aceptado como materia central de la fortalecida
unión regional, yeso EH'a suficiente para lo~ norteameri– canos. Lo único que pedían Gra la colaboraci6n de los Gobiel'nos en redactar documentos internacionales de apo– yo en los momentos de crisis, bases militares y entrenar milicias con sistemas unifolrmes, recibir en préstamos ri– fles y cañones, dirimil' disputas por arbitraie y en fin co" laborar proporcionando pueMOS de obsElI'vaci6n y ala:ma.
y fué precisamente con el repudio de la no-intervencl6n
. .
.,
que empezaron a afirmarse las dictaduras criollas que aho.
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