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« Previous Page Table of Contents Next Page »vando todo lo capfurado, a la mañana siguien– te arribé a Somoto en compaflía del Coronel "Pichinga" que mostróse alegre y siempre dis– puesto a acompañar a la Guardia en su cons– tante patrullar de la montaña.
Preparados los respectivos informes al Cuartel General de Managua, éste no hizo mención alguna del combate de El Horno en los diarios de la capital ni en el Boletín de
Operaciones de la Guardia Nacional, como era su deber. En los pritneros, por ser Conser–
vador el Teniente Cuadra, y, en el segundo, porque ese Bolet\n ya no existía. Su publica– ción, deber del Jefe de Operaciones, éste no podía satisfacerlo debido a que los informes se amontonaban en el escritorio de la Jefatura Dirección, y sus múl1ipies ocupaciones de Ofi– cial encargado de esa función regular del Es– lado Mayor, no le permitían distiaer tanto tiempo en la elaboración de un Boletín cuya esencialidad sólo podían apreciar los Oficiales y Alistados de servicio fuera de la capi±al, a
los que ni siquiera conocían personalInente
en el Cuartel General.
Corno a mediados de Enero de 1933, por fin, fuí llmnado a la ciudad de Ocotal para
servir, en aquellos ±ieITl.pos, el puesto de ma–
yor responsabilidad: OFICIAL-AYUDANTE del Comandante del Area. En dicha ciudad en– contrábase el Capitán Fulgencio Sevilla. To– do pareció indicar que habiéndose reconocido mi labor, se hacía hQnor a ella y se me esli–
mulaba a seguir comportándome reciamente,
honorablemente, diligentemente.
hacia atrás, en efedo, sesenta alistados más de Somoto, al mando de Lizandro Delgadillo, descendían de las lomas si±uadas a la izquier– da de la c:asi±a donde habíamos dejado a tres de nuestros alistados.
No es para describirse el entusiasmo que todos sentimos por aquel refuerzo ni tampoco el inmensa Y muy natural deseo de ser noso–
troS mismos quienes rematásemos la obra em-
ezada. Así que, dispuestos a no dejarnos
~rrebatar el triunfo que tanto nos costaba ya, avanzamos y avanzarnos bajo la presión mor– tal del fuego sandinísta, hasta lograr situar– nOS a escasos veinte metros bajo el saliente de la cueva... es decir, bajo la bendita protección del ángulo muerto de tiro ... ·. Séis héroes, séis Guardias Nacionales habían logrado aquello. Entiendo que los sandinistas, por creer en la indestructibilidad de su refugio y facilidad con que nos podían acabar teniéndonos más
cerca, no se preocuparon gran cosa por nues– tro avance escalonado. Pero, cualquiera que
haya sido su pensar y táctica, lo cierto es que,
cuando, para masacrarnos, tuvieron que sacar
el cue. po fuera de sus trincheras naturales de
la cueva, ya era lTluy fardé, pues los nuestros, ni corfos ni perezosos, habían logrado arrojar
sus bombas dentio de ella, cuyas explosiones
sucesiva~ las Inenos y conjuntas las más, los
hicieron saltar en pedazos hacia el abismo. Escasos segundos después de las explosio–
nes, treinta o cuarenta sandinis±as m.ás, sa–
lían de la cueva para iniciar una carrera
abierta cuesta arriba... en completa des– bandada.
El Coronel "Pichinga", bien conocido na-livo de la ciudad de Somoto, acompañante
LA PAZ CON SANDINO
Deseosas de ga-mío en El Horno, cuando ya el combate, apa- : nar la estabili-renlemente, había concluido, fué herido en la dad del orden, garganta por uno de los tiros de una ráfaga de
COSTOSO ESPERIMENTO
la garantía de la ametralladora sl;lndinista disparada con la in- vida, la tranqui– tención de acabar con la vida de ambos que lidad dentro de un limpio escenario en el que, nos hallábamos comentando las incidencias de sin merma para nadie, luciera el decoro de la la lucha, mientras los Guardias exploraban el Patria, las numerosas fuerzas regulares y aUl<Í– campo. liares de la Guardia Nacional, estratégicamen-Regresando a la cueva, dentro de ésfa se te diseminadas en la Vieja y Nueva Segovia, encontró iodo lo rob,!do al médico y comer- desde el 1 9 de Enero de 1933 dirigida por ofi–
ciante de San Marcos de Colón, así como una cialidad nicaragüense, joven y responsable, a
pequeña parte de su instrumental quirúrgico, diario combatían a Sandino y sus hombres, do–
~force zurrones vacíos; Inucha corresponden- quiera que se les daba alcance. Se les busc6
OJa sandinista,lista completa de la columna de por iodos los rumbos, en cada recodo de los
Díaz y Morales, comunicaciones dirigidas a caminos, cresias y faldas de las montañas; jun–
Sandino por civiles de diferentes ciudades de to a los ríos, por los atajos y miles de sende–
la república, y en el potrero, sesenta y cinco ros, tras las cercas de piedras de fincas y ha–
bestias, enire mulares y caballares. ciendas, en los rasirojos, en las mesetas y en
La Cueva de los Abismos de El Horno, los llanos, cerca o muy distante de las po– Uno de los refugios sandinistas más buscado bladones.
PO; .el ex-Comandante de Somoto, Capitán Este acoso, aunado al de las fuerzas del W.lhams, desde aquellos momentos dejaba de gobierno de Honduras que ya no permitirían
ser, para los nicaragüenses, sitio fantasma, más penetrar o peT'ITlanecer a Sandino y sus
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recutidero secreto de elementos coniO los que hombres en su territorio, de acuerdo con el
a Guardia acababa de desbaratar. Convenio suscrito en El Espino entre el Gene–
1 Al cerrar la noche, la patrulla regresó a ral Samayoa y el Mayor Alberto M. Baca, obli– a casita del señor y la señora, donde la pa- gó a Sandino, a mediados de Febrero de 1933, 'aron sin mayores contratiempos. Lizandro a padar, (no a rendirse), a buscar a todo pel9adillo se hizo cargo de la persecución de trance su salvación, con el Presidente Sacasa os desbandados, y yo con mis guardias, 110.- quien, en agradecimienio al guerrillero, con-
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