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taS dedaraciones de Wilson y del Departamento de Esta–

do fueron bastante similares a la carta de Teodora RODse..

velt sobre Santo Domingo en 1904. Frederick Dunn, en

su libro" "La Protección Diplomática de Americanos en

México" pone el dedo sobre el dilema causado por este

nuevo tipo de revolución,~ al escribir:

De acuerdo con las tradicionales naciones de sobera..

nía nacional y la igualdad de los estados (Paname–

ricanismo), no puede hacerse ninguna objeción particular a estas aspiraciones nacionalistas (en la

Constitución de 1917). Bajo estas nociones, se pre·

sume que cada estado es libre Ipara dirigir su propia

vida social y económica como le parezca, y está en

libertad para fijar el papel que los extranjeros deben

desempenar en esa vida. En el caso de México, sin

embargo, una dificultad seria se presenta en el he·

cha que el programa planeado en Querétaro no po·

drá ser llevado a cabo sin desquiciar seriamente el

"status qua" y esto no podría hacerse sin afectar contrariamente 105 intereses propietarios de 10$ ex~

Iranjeros. -. La mayoría de los derechos propieta·

rios. de extranieros • . han sido "Iegalmente" adquiridos, esto es, adquiridos de acuerdo con el

concepto legal de propiedad privada entonces en vi· gor en la comunidad, y de hecho, en todo el mundo

civilizado. Este concepto es a su vez reconocido en

el orden legal internacional creado para la protec.

ción del comercio y trato internacional. Ese orden

mantiene la noción de la santidad del derecho de

propiedad privada, aun en contra de los aetas de

los gobiernos. No ha proveído para un cambio ra. dical en el concepto de propiedad por un Estado particular o para una distribución de la riqueza na.

cional sino ¡por medio de una justa compensación

para los propietarios desposeídos.

Aqu', en efecto, estaba el dilema entre Panamerica~

nismo y la expandida Doctrina de Monroe con una nueva

falla. Al sostener los conceptos económicos tradicionales–

que han sido añadidos a la Doctrina de Monroe, Wilson acabó por demandar lo mismo que demandaban los pe.

troleros. Al enfatizar la inmediata y completa compensa~

ción, el Presidente estab~ diciendo qua ~éxico, o mode– raba su revolución ó hacía lo aue financieramente era incapaz de hacer. .

Las dificultades de Wilson con México se complica ron aun más por las airadas (protestas de los propietarios norteamericanos en México, la propaganda que pedía la intervención, y la entrada de los Estados Unidos a la Pri .. mera Guerra Mundial. El Presidente no simpatizaba con

los petroleros y no se dejaba influenciar de ellos. Pero

existen amplias pruebas de que algunos de su~ consejeros

lo estaban. Henry P. Fletchllr, Embajador en México des– de principios de 1917 hasta Enero de 1920, fue el confi– dente de Frederick Walriss, abogado de la Asociación de

Productores de Petr61eo en México y durante los agitados

dr.. de 1918 y 1919, Wilson se basaba en los memoran.

dums de Fletcher para su información -sobre la situaci6n mexicana.

La amenaza de la influencia alemana se presentó antes del final de la guerra, pero el colapso de ese país puso fin, temporalmente, al temor de que un sisteina im. perialista Europeo tomara ventajas del tumulto en Méxi.

co. Las actitudes raciales y culturales tomaron parte, sin embargo. Varios luncionarios del gobierno de los Esta· dos Unidos estaban firmemente convencidos de la inha~

bilidad de los L~tinoamericanos por. mantener la paz y la estabilidad. El Secrelario del Interior, Franklin K. Lane

escribió al Secretario de Estado, lansing, en 1919:

y ahora unas palabras sobre México. Yo deseara

que de alguna manera usted tuviera manos libres en este asunto. Yo que serian unas manos fi ....

mes, unas manos autoritarias, yeso es lo que Mas

gentes necesitan. Ellos son niños díscolos que están

ejerciendo todos los privilegios y derechos de la.

personas mayores.

Lansing contempló la intervención armada en 1919,

como lo hizo el A·sistente del Secretario de la Marina,

Franklin D. Roosevelt.· Hubo también alguna agitación en

el Congreso en favor de la intervención. El Diputado Fio·

rello de la Guardia hacía eco a la actitud de algunos nor–

teamericanos al declarar:

Sí; yo iría con friioles en una mano y le ofrecería ayuda al pueblo mexicano, pero me aseguraría lle–

var en la otra un par de granadas, y Dios los salve en el caso que ellos no aceptaran nuestra bien inten

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cionada y sincera amistad.

Wilson rehus6 sancionar la intervención y se basó en la presión moral y económica hasta que Warren Har~

ding tomó su luga!. El Secretario de Estado, Chorles Evans Hughes, continuó esta presión hasta que los mexi·

canos firmaron los ,Pactos de Bucareli en 1923. Las con·

diciones en México se habían estobilizado después de 1920. El General· Aívaro Obregón derrocó a Venustiano

Carranza con un golpe de estado y se mostr6 más anuen~

te a moderar el programa revolucionario. Hughes y Tho· mas Lamonl, Presidente del Comité d.. Banqueros Int.....

nacionales en México, estaban convencidos de que

Obregón era moderado y que una polltica de no·reconoci–

miento sin garant(as previas para la protección de la pro~

piedad privada, daría resultado. Otro disturbio ocurrió

cuando en 1925 el Congreso Mexicono pasó leyes regu· ladoras a la Constitución de 1917, pero la diplomacia personal del Embajador Dwight Morrow dio por resultado

otra moderación del programa revolucionario.

Estos acontecimientos han sido bosquejados porque en cierto modo fi¡an una norma para una futura reacción de los Estados Unidos ante revoluciones de esta natural. za. Muchos de los mismos alegatos y factores complicados han de surgir en el futuro do.,dequiera que el "status qua" sea amenazado por una revolución social. El dilema básico permanece, como permanecieron muchos _ de los problemas sociales y econ6micos de México, ¡pero la inter– vención armada no ha sido usada yeso es Un signo favo'

rabie. Durante el curso de la década de 1920, los Irstados

Unidos gradualmente abandonaron Ja intervención arma· da en Cenlro América y cuando la siguiente amenaza de

revolución social surgió en Cuba en 1933 había un buen

número de precedentes a mano para otras soluciones que no fueran las de la fuerza.

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La revolución estalló en Cubo o principios de Sep· tiembre de 1933, cuando un grupo de ••rgen'os del elérci-

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