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« Previous Page Table of Contents Next Page »Latina se mueva por canales relativamente padficos y sea encausada en las grandes tareas constructivas a mano.
El tiempo es esencial, sin embargo. Los Estados Uni. dos no pueden esperar más tiempo a que influencias mo– deradoras se desarrollen en una revolución ¡para dar su ayuda. El tiempo viene, si no es que ya llegó, que sea demasiado tarde una vez que la revolución ha comenza~
do Pedro Beltrán, del Perú, lo expresa de esta manera: "Con millones de indios desposeídos y masas miserables en nuestros barrios baios despertándose, la violencia no
está lejos. Tenemos quizá cinco años para levantar el ni. vel de vida".
El viejo dilema entre el Panamericanismo y la Doc_ trina de Monroe todavia existe; mas ha surgido u!'la nue. va dimen'sión Los Estados Unidos están todavía' intere_ sados en la paz y estabilidad de Latino América, y están todavía opuestos a la expansión de sistemas imperialis. tas extranjeros. Hoy, los Estados Unidos parece que se alejan de la política de dar apoyo ciego al "satus qua" con el obie1o de alcanzar esa estabilidad Los f;unc.iona_ rios respPfJsables de la IpoUtica exterior ahora ': parecen darse cuenta que la anterior política conducía precisa. mente a aquello que los Estados Unidos trataban de evi· tal. Con todo, que puede todavía hacerse? Si los Estados Unidos se mueven en contra de las atrincheradas aligar. quias se les acusará de intervención. La Diplomacia del Dólar no ha resuelto este problema tampoco, pues muy a menudo la ayuda norteamericana ha servido simplemente para fortalecer las oligarquras imperantes. Como el Pro· fesor Edwin lieuwen ha señalado en su libro,
n Armas y Política en Latino América", la ayuda militar con. frecuen– cia ha animado a las fuerzas armadas sentirse sobre "una caldera social" y desanimar la presión popular por el carn· bio. Por otra parte, el reciente programa de los Esta.dos Unidos ligando la ayuda económica a la 'reforma social ha encontrado cierta oposición en el Perú y Ecuador. Exis· ten límites hasta donde los Estados Unidos pueden Ile· gar para procurar un cambio, pero por lo menos el De· partamento de Estado es consciente del problema y nue– vas f6rmulas están siendo preparadas.
En términos de la historia del mundo, fos Estados Unidos no han tomado mucho tiempo en llegar a esta po· sición En términos del siglo XX revolucionario, sin em· bargo, se han tomado mucho tiempo. Hombres de letras, estadistas Latinoamericanos y otros han estado dando señales de alarma desde hace varios años, pero hemos necesitado que un Vice·Presidente estuviera en 'peligro y que un vecino cercano se echara en brazos de nuestros adversarios para que nos despertáramos. Quizás Mr. Dooley, el cantinero irlandés, nos haya dejado una sínt~
sis de este problema hace ya algunos años, cuando des– cribió las revoluciones en estas palabras:
Mis errores son mis errores, y poco os importan hasta. que comienzan a molestaros. Si yo e~!oy en· fermo en mi cuarto del segundo piso, nada os im– ¡porta, pero cuando yo comienzo a berrear y a hacer temblar I.s paredes hasta que os caiga el repello encima, entonces llamaréis al médico.
NOTA ROBERT FREEMAN SMITH es autor de "los Esta
dos Unidos y Cuba, Negocio y Diplomacia" y miembro del Departamento de Histol ia del Cole. gio luterano de Texas, en Seguín )
IV
¿Qué puede decirse con respecto al papel actual de los Estados Unidos en las revoluciones económico-sociales de Latino América? Los Estados Unidos han ido lejos desde 1900. Hoy los Estados Unidos apoyarian un cam– bio en el "status qua". Los Estados Unidos no son exage– rados entusiastas de cambios revolucionarios, pero aun estos serian apoyados si nó son de origen comunista. Re· cientes declaraciones de Chester Bowles, Adlai Stevenson y el Presidente John F. Kennedy también indican que "el vacío de comprensión" ha sido Uenado. Estos funciona– rios reconocen la necesidad del cambio social y económi– co en LatinoAmérica. En 1960 Mr. Kennedy escribi6: Castro es también parte de la frustración de aquella primera, revolución que ganó la guerra contra Espa. ña pero, que de¡ó incólume el orden fe",dal nativo. Mas Cuba no es un caso aislado. Aun podemos mos· trar nuestra inquietud por la libertad y nuestra opa· sición al "3tatus qua" en nuestras relaciones con los otros dictadores latinoamericanos que aho-ra, o en el futuro, traten de suprimir las aspiraciones del pue. blo. Y ,podemos tomar las medidas positivas, por tanto tiempo pospuestas, que se requieren para per-mitir que la ola revolucion"ria q"e barre la An,érica
~16-
Profesor Alexander ha escrito que los diplomáticos de carrera de los Estados Unidos en Bolivia tenían "una sim· patía activa por las metas" de la revolución. Este, cierta· mente, no fue el caso antes del triunfo de la revolución en Cuba. Cuba ocupa un IU9a~ más sensitivo en relación a los intereses estratégicos de los Estado¡s Unidos, y la sombra de la doctrina lJist~~ña" puede haber hecho a los Estados Unidos aun más 'sensitivos a la revolución en Cuba. Además, los Estados Unidos tenían un mayor inte· rés económico en Cuba en 1959 que el que fenía~ en Bolivia en 1952, pues Bolivia es la antepenúltima en la lista de las inversiones norteamericanas en el extraniero~
Todos estos factores pueden haber contribuido a los di– versos resultados obtenidos por la cautela en Bolivia y en Cuba.
La Revolución Cubana y los subsiguientes actos de Fidel Castro indican que la forma de la Diplomacia del D61ar usada en la década de 1930 no ,provee una solu· ción adecuada a la situación actual de Latino América. Otros instrumentos han fallado también: acción multila– teral por la Organización de Esiados Americanos V sub~
versi6n al abrigo de la Agencia Central de Inteligencia. Ambos actos nacieron del temor que el Comunismo in· ternacional pudiera ganar terreno en el hemisferio y ambos fueron intentos de resolver el vieio dilema enire el Panamericanismo y la Doctrina de Monroe por medio de una forma peculiar de intervención. Tuvieron éxito en Guatemala en 1954, pero hasta l. fecha han fallado en el caso de Cuba. Muchos norteamericanos conscientes¡ sin embargo, objetan la intervénción subversiva usada por la ACI. No se trata aqui de la moralidad o posibilidad de semeiant~ acción. El punto a discusión es que los va~
rios medios usados en el pasado para reconciliar el Pan· americanismo v la Doct:rina de Monroe han demostrado ser ineficaces. ~ No han tenido éxito ni en mantener una sana estabilidad en la América Latina ni en impedir que un sistema imperialista extranj"ero explote el desasosiego que nace de los insolutos iproblemas sociales y económi– cos.
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