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ra que lTIe alistara almuerzo, 10 que ella

l'~zo con rnucho gusto. Ella lTIe envió un su– ¡"lento almuerzo que hacía confrasfe con la si–

cL1aciól1 en que lTIe encontraba.

fU Como a la una de ese mismo dia llegó de ¡Janagua una comisión de Guardias, basfanfe

\,unerosa, con insfrucciones de llevarme a Ma–

11 agua. El Comandanfe de San Francisco hizo

J1 nfrega de rrli persona a esa comisión y ésta,

e 1.1

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estaba compuesta de oficiales, me lleva–

qon a embarcarme en la misma embarcación

~n que habian llegado: una lancha de vela mofor.

y En el frayecfo de la prisión al embarca– dero hay una faja de monfecifo, un monfe po–

CO bajo, y el oficial que hacía de jefe de la Comisión iba dando órdenes a los Guardias que me escoliaban para que variaran de rum– bo. Esfas órdenes las daba el oficial en voz alla, con una voz esfenfórea Asi fue que iba– ¡nos caminando en zig-zag por lada aquella faja de monfe.

El objeto de aquellas órdeneS era para ver si en algunas de ellas yo protesfaba o decía

alguna. cosa en su contra, o bien, para a±emo–

Iizarrne y hacerme creer que aquellos cam.– biaS de dirección eran para darme a enfen–

der que se frafaba de enconfrar un lugar pro– picio para fusilarme.

Pero por fin salimos de aquella faja de monte y continuamos nuestro camino sobre la cosía abierfa.

Todo esfe frayecfo lo hice solo en poder de la Guardia, pues mis sirvienfes que me ha– bian acompañado hasfa San Francisco fueron ordenados refirarse del lugar después que fui ubicado en la prisión, y aunque ellos se que– daron rondando por alli, no se les permifió

que rne acompañaran ntás.

Yo no llevaba equipaje alguno, pues a la salida de Rio Grande pensé que iba a regre–

sar esa rnism.a mañana, una vez que hablara

con el Comandanfe. Todo lTIi equipaje con– sis!ía en la ropa que llevaba puesfa y mi saco que llevaba al brazo. Esfe saco lo llevaba por

si acaso me daba frío, lo que realmente no

me dio.

Por fin llegalTIos al elTIbarcadero y una

vez allí subimos a la lancha. Grande fué lTIi sorpresa al ver en ella a HUlTIberfo a quien suponía en Granada pero a quien habian cap– jurado anfes de deselTIbarcar en Managua y lo habían frasladado a esfa ofra lancha, en pie de guerra, con 50 Guardias Nacionales que

'Venían a buscarme. Los Guardias nos advir–

lieron que no debialTIos dirigirnos la palabra,

que nos mantuviéramos incomunicados el uno

del afro en ambos exfremos de la elTIbarcación. Serían COlTIO las 2 de la farde cuando zar– Pamos de San Francisco y COlTIO fuvilTIOS una buena navegación, pues el Lago esfaba 1ran–

~uilQ, llegamos cerca de las 3'/2 de la tarde a Managua. Es decir, gasfamos en la fravesia Unas dos horas que es el fiempo corrienfe en que Se hace la nagevación enfre San Francisco

y Managua

A nuestra llegada al embarcadero afro nUlTIeroso pelotón de Guardias nos esperaba al mando del Mayor Peralia quien nos obligó a

meternos en una camioneta zaranda, que co–

lTIO habian desprovisfo de sus asienfos fuvimos que senfarnos en el piso y sufrir las violenfas sacudidas y golpes a fravés de ferrenos abrup– fas y calTIinos no pavilTIenfados en un alarde de ulirajarlTIe sin respefar ni mi edad ni rni condición de Ex Presidenfe de la República. Sin que hubiéselTIos podido darnos cuenta por qué calles pasábalTIos llegamos hasta a la Re– sidencia del Jefe Direcfor de la Guardia Nacional

Alli me separaron de HUlTIberio a quien

no volví a ver sino meses después y lTIe dieron

por fin una pieza decenfe en la que fuve opor– funidad de descansar. A la puerfa de ese cuado esfaba sielTIpre de furno un Guardia y aunque me confesfaba de buen modo cuando le dirigia la palabra nofaba que era lTIUY re!i–

cenie en sus contestaciones y que a veceS se

concretaba a monosílabos.

Yo no habia tenido la oporiunidad de pregunfar a persona alguna por los lTIofivos de lTIi prisión. Nadie talTIpoco lTIe había pre– gunfado nada. No quise pregunfar fampoco al Guardia de furno pues sabia que él ignora–

ría los motivos, y que, si los sabía no habría

de decírmelos a lTI1. No hubo, debo decir con

franqueza, ninguna deITIos±ración de hostili–

dad en lTIi confra. Y en una ocasión un ofi–

cial, voluntariamente, lTIe dijo que ellos esta–

ban inciedos sobre lo que iban a hacer

conmigo.

Después de unas cuantas horas de esfar en ese lugar, me condujeron a los cuarfeles de la COlTIpañía "A", ubicados en la LOlTIa lTIisma. Allí lTIe regisfraron y me quitaron un librito de lTIisa que llevaba yo en mi saco, un par de anfeojos que usaba para leer, cuarenta y ocho córdobas en efedivo que andaba en la bolsa y un reloj de pulsera que me habia regalado en Nueva York lTIi amigo Luis Me–

dal hijo, que tiene una buena joyería en aque–

lla ciudad. Era un bonifo reloj que me pres– faba lTIucha ufilidad, pero que desde enfonces quedó en poder de la Guardia Nacional, cuya

oficina nunca me devolvió nada de lo que me

quitaron ni yo lo he reclalTIado.

En la Compañía "A" lTIe mefieron en una celda cerrada herméficalTIenfe cuya pueda de enfrada fenia un cadón grueso enfre los ba–

rrotes de manera que no se veía nada que pa– sara en el exterior. Yo no podía, pues, darIne

cuenfa de lo que pasaba por el pasadizo que quedaba enfrenfe de la pueda de lTIi celda, apenas podia oir los pasos de los que lransi– faran por allí.

En la celda, por fodo mobiliario, habia un cafre bajo, de hierro, sin nada que cubriera el alambre del colchón, ni una almohada, ni

nada. Ese era mi donnitorio.

Para servicio sanitario me aprovechaba

de una lafa vacía de kerosine. En los prime– ros dias de esfar alli me llevaban, algunas ve- -215-

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