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tOlnO se recordará, en el mundo anticipado por Orwell,

lila organización infantil de los espías" no es sino un ,"odo perfeccionado de una realidad ampliamente atesti~

guada ya ,por nuestra época.

Por los años en que llegaba a su épice en Europa la adulación a la juventud y el halago perverso a las rebel~

días juveniles, l(eyserling escribía un ensayo, lleno de admirables acierto», sobre el conflicto de las generacio– nes, en el que aludía a la circunstancia de que en los Es– tados Unidos el hecho de tener 20 años era considerado como señal de superioridad y el hecho de tener 30, co

1110 seijal de decrepitud. En dicho ensayo consigna

I<eyserlig una anécdota que vale la pena recordar: siendo

amigo del célebre teólogo protestante Harnack, le tocé presenciar un diálogo entre éste y UI1 hijo suyo, l/más impertinente que hábil"; Harnac!( decía a su hijo: "Mien~

tras tengas entre los 15 y los 24 años, permitiré que te consideres más inteligente que yo; cuando estés entre los 20 y los 25 años, convendrá que admitas que no eles ni más ni menos inteligente que yo; pero cuando hayas pasado los 25 años, te exigiré que reconozcas que yo es~

toy en un plano intelectuftl muy superior al tuyo"

Indudablemente, es el culto a lo nuevo, ese afán obsesivo de novedades, tan propio de los tiempos que vivimos, la realidad profunda que se esconde detrás de esa actitud desafiante de la juventud hacia sus mayores En el caso referido por Keyserling está anticipado cier– tamente el episodio actual de los l/rebeldes sin causa lf

,

esto es, el caso de los adolescentes que hacen de la rebeldía un valor en sí, sin que parezca necesario encon.. trar un motivo que la legitime

El culto a lo nuevo por ser nuevo carecería de sen-

tido si no significase al propio tiempo un odio a lo vlelo

por ser viejo Créese que la novedad es buena sin Inás,

por el solo hecho de ser novedad. Demás está decil' que este modo de pensar, tart corriente en nuestra época, y (lue suele revestir en los países sudamericanos formas verdaderamente obsesivas y patológicas, tiene su mani~

festación más extremada en el modo de conducta al que damos el nombre de l/snobismo". Que éste no es un vicio exclusivo de nuestro tiempo, lo expresa una obser– vació del Padre Feijóo, consignada al final de su ensayo sobre las modas: "condénese lo que no trajere otra le~

comendación que la novedad", Sin embargo, la actitud del IIsnob" en nuestro tiempo, actitud que revela la au– sencia total de raíces, la ausencia absoluta de sentido his~

tórico, plesenta caraderes totalmente inéditos en la his~

taria, pues el snob pertenece no ya sólo a la esfera de la Uingratitud", sino a la esfera de la I/no~gratitudfl, para seguir uliando esta útil distinción marcelina. El snob pretende l/estar a lo último", seguil la corriente de la moda; hace gala de eonocer la útima palabra en litera.. tura o en filosofía o en política, pero ciertamente no tie.. ne a menos ignorar las primeras palabras, entendiendo por tal~s desde la primera hasta la penútima. Pero, como las modas cambian, el snob se ve precisado a estar siempre recomenzando, a vivir materialmente colgado ,de la postrera novedad de la cultura De este modo, la v1da es para él discontinuidad pura, una faena que en ningún caso sería hacedela si no pudiera ir cancelando y olvi. dando el inmediato pasado al modo en que proceden los oyentes olvidadizos de la Epístola. El snob, por su– puesto, no actúa más que pasivamente, atento a la nove– lería de la hora, pero en él está cegada y muerta la ca– pacidad de creación Sin embargo, y a pesar de lo que queda escrito, ¿cómo no reconocer que en todo cuerpo social alerta a las mudanzas de la cultura, una dosis de snobismo será siempre necesaria como para dar una to– que de ironía, de sutileza y de gracia a la escena en que van apareciendo las cambiantes fases de la historia?

La Revolución como negación del pasado

IIDeshuir el pasado ,p.lla empezar una vida nueva": he aquí el programa implícito en todo movimiento revo– lucionario. El odio al pasado y la consiguiente estima– ción optimista del porvenir están en la base de la psico" logía revolucionaria. Mil veces ha sido ya descrito este fenómeno, desde Burlce y Taine hasta Ortega y muchos otros sociólogos e historiadores contemporáneos "El aspecto decisivo de las revoluciones está constituído por sus relaciones con el tiempo", ha escrito Berdiaef. En efecto, los reformadores políticos han ,partido siempre de la creencia de que el pasado es algo que t>uede ser des– truído en absoluto. Como nadie ignora, la revolución es un proceso, de racionalización política, cuyo punto de partida es la convicción de que la historia puede ser con– trolada y dirigida con arreglo a ciertos planes previamen– te trazados La revolución significa, pues, no otra cosa sino el propósito de realizar la historia conforme a un esquema ideal. Al contrario de lo que se suele creer, la revolución no se hace para poner término a un estada de iniusticia, cancelando los abusos reinantes, sinq para cambiar LOS USOS sociales, esto es, para cambiar la es-

tructura entera de la sociedad Ni es tampoco un estado de miseria general el que explica siempre la iniciación del proceso, pues en nada se opone al estallido dé la revolución una situación de prosperidad y de sobreabun– dancia económica. Acerca de ello ha escrito Ortega unas palabras ciertísimas: "Hasta no hace mucho se comenzaba la historia de la Revolución Francesa presentando los años en torno a 1780 como un tiempo de miseria, de depresión social, de angustia en los de abajo, de tiranía en los de arriba. Por ignorar la esftuctura específica de las eras revolucionarias, se creía necesario para comprender In

~ubversión, interpretarla como un movimiento de protes– ta contra una opresión antecedete Hoy ya se reconoce que en la etapa previa al general levantamiento gozaba la nación fracesa de más riqueza y mejol' justicia que en tiempo de Luis XIV. Cien veces se ha dicho después de Dantón que 13 revolución estaba hecha en las cabezas antes de que comenzara en las calles. Si se hubiera ana– lizado bien lo que en esa expresi6n va incluso, se habría descubierto la filosofía de las revoluciones".

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