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« Previous Page Table of Contents Next Page »EL CONTROL CIVIL DEL PODER MILITAR
LOUIS SMlTII
I
LOUIS Sr\IITH, ~CC"'110 de la Facultad d-: Delecho de Helea ~Jer:e.{-,Universidad de Chícago. llIinois. El ¡)Toble. mu en que so ha mteresado el decano Smlth es uno de los lUas importantes y dclicodos de nuestro tiempo Es un estudio del sistema norteamt¡ticano s?bl.c el control civil del poder militar. Hemos preparado para nuestros lectolcS un exhacto de los capltulos mas llltercsantcs de su obra, presentando al final las conclusiones a qUe ha
UegacIo tan autorizado autor.
Uno de los más vleloS y difíciles ,problemas de l. sociedad política, es aquél de la apropiada relación entre el poder militar y la autoridad civil. Desde los primil¡a
vos escritores sobre filosofía política, hasta los actua–
les debates en el Congreso Norteamericano, o en el Con– sejo de Seguridad de las Naciones Unidas, es éste un tema que se repite constantemete. Pero es mucho más que una discusión académica incesante; es un problema fundamental en el arte de gobernar, y de la solución afortunada dependerá el bienestar del pueblo y la su– pervivencia del Estado.
Para mantener el orden interno y hacer la política de la Nación con respecto a otros países, el Estado debe tener una fuerza adecuada a su diSiposici6n. Omitir di– cha realización ha traído inevitablemcnt~ el desastre, ya sea a causa de contiendas internas, o de agresión exte– rior. En consecuencia, todos los grupos políticos, ya sean sociedades políticas que sólo cuentan con las simples ar– mas de cazadores o pesca.dores, o agrupacionli's naciona· les más numerOSas y comple¡as, que poseen una tecnolo– gía guerrera más evolucionada y mortífera, se caracteri– zan por haber desarrollado alguna clase de órden militar. Sin duda Heinrich von TreHschke estuvo equivocado en ver al Estado sólo como Poder. Pero estuvo acertado en describirlo como una fuerza pública para el ataque y la defensa, y la historia bl inda numerOSOs ejemplos para sustentar su advertencia de que el Estado que descuida su fuerza, buscando sólo promover las aspiraciones idealis– tas del hombre, es seguro que perece. Aún Adam Smith quien, como es bien conocido, estaba más interesado en la prosperidad naci~na' que en 105 asuntos militares, iuzgó que una buena defensa era m's importante que la opulencia.
Pero si hay peligro en la existencia de un poder militar pequeño, es peligroso también que sea excesivo. Cuando se mantiene una institución innecesariamente vas– ta, particularmente si ésta situación es prolongada, con seguridad se tropezará con serios pr~blemas Los cos– tos de esas ~uerzas, im.~lican pesados impuestos sobre el pueblo condenado al !iervicio militar y sustraído a la producción, reducirá el total de los productos nacionales disponibles para el consumo y por consiguiente hará ba– iar el nivel de vida Además de éste gravamen económi~
ca, hay también como notaremos más adelante en este estudio, serios peligros psicológicos, políticos y diplomá– ticos Ciertamente feliz es el Estado cuyas necesidades
militares y fuerzas guerreras estén equilibradas en Un nivel modesto.
Sin embargo, el problema está lejos en consistir en que las fuerzas sean o no numerosas. Cuando la institu. ción militar está en un equilibrio apropiado)" es decir aunque esté bien pro.porcionado a la política nacional ~
a la amenaza externa, persiste el serio problema a la adap. tación de la fuerza militar al gobierno general. "Quis custodiet ipsos custodes?". Es ésta la clásica afirmaci6n al problema, tal como fué expresado por Juvenal en un concepto diferente hace sjglos~ Es la característica pre– gunta del pueblo que teme en vez de estar detrás-de los escudos de sus aparentes guardianes, pueda enfrentarse encontrando sus espilldas~ Porque siempre que en la di. visi6n del trabajo en la sociedad, un grupo especial de
hombres sirve de soldados para la defensa de todos, es.. tanda la mayoría de éstos últimos desalmados, a no ser que existan acontecimientos que los salvaguarden, están expuestos al poder de éstos especialmente en la violen– cia guerrera. Pued~ fácilmente verse cuán grave puede tornarse el problema de las relaciones civiles~militares
cuando se le contempla en conexión con la tenCiencia ha. bitual a todos 105 grupos de la sociedad, incluyendo al núcleo militar, a extender su influencia y exagerar su par– ticipación en los bienes y valores. Varios métodos se
~an intentado a través de los tiempos para ase.gurar el predominio civil ,sobre las fuerzas militares Algunos han sido más afortunados que otros; cada sistema es un ensayo para solucionar el problema de acuerdo a condi· ciones locales y ningún plan, descontando su efectiVidad en otros lugares y tiempos, constituye una respuesta váli– da y universal para la cuestión. Dado que r'lo es posible aquí dar una completa discriminación de esas medidas, puede sin embargo, ser da valor una breve exposición de las más comunes.
Entre los romanos, por ejem.plo, hutío en un tiempo el sistema de dividir la gran fuerza legionaria, de la que
se temía algún posible peligro, destinando varios contin·
gentes de tro.pas a fronteras distantes y sepelradas. Cuan· do la necesidad requirió el mantenimiento de una guardia importante en la ciudad capital, se hizo costumbre otor– gar a los soldados, generosos donativos" como un intento de asegurar su docilidad bajo la direcci6n civil. La idea de evitar un ejército estable ha sido ampliamente defen· dida, pero generalmente ésta no ha sido soluCión pra c• tícable desde que, al reducir el peligro de una tiran(a
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