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refioS, sino lambién por la campaña que errt-

rendió para liberiar al doctor Policarpo Bo–

~illa detenido en las cárceles de aquella repú–

blica por conatos revolucionarios, levantando así el espíritu centroamericano contra este

gobernante.

El Rey de España, además, en la cuestión de límites entre una y otra república, había dado un fallo que cercenaba gran parte de nuestro territorio por el lado de la Comarca dbl Cabo de Gracias a Dios. Residía además en Honduras el Gral. Emiliano Chamarra, jefe conservador que desde la revolución de El La–

go había adquirido grandes prestigios en el

pa~s, el cual siempre lTIeditaba nUevas revo– luciones para derrocar al tirano.

Zelaya, pues, se arregló con los emIgrados General Miguel Oquelí Bustíllo, Dionisia Gu–

iiérrez, Terencio Sierra y otros para botar al

General Bonilla.

La idea de Zelaya no era solamente de– rrocar al Presidente hondureño, sino llevar la guerra a El Salvador y Guatemala, para botar al Gral. don Fernando Figueroa y al Licencia– do Manuel Estrada Cabrera.

Se dijo en aquel entonces, que los hondu–

reÍ lOS prometieron a Zelaya no exigir el cum–

plimiento 'del laudo del Rey de España, en retribución del apoyo que les daba. .

y corno para realizar aquel nuev'o escán–

dalo a la faz de Centro América y del mundo

civilizado, se hacía preciso objetar una causal que atenuase, Zelaya mismo provocó el inci–

dente de los famosos Calpules.

Mediaba un pacto de arbitraje entre las repúblicas de 'Nicaragua, Costa Rica, Hondu– ras y El Salvador.

Se reunió el tribunal de arbitramento en esta última y se excitó a las partes a que en– viaran a sus delegados a fin de arreglar amis– losamente la dificultad. Zelaya envió al su–

yo y continuó mientras tanto concentrando fuerzas sobre la frontera de la vecina repúbli– ca y suministrando cuantiosos elementos de guerra a los ern~grados, los cuales invadieron

el territorio hondureño habiéndose Zelaya de– clarado aliado del gobierno revolucionario. La dieta arbitral se disolvió y las fuerzas

invadieron a Honduras

El ejército de Bonilla había sido de ante–

mano rninado por la traición, en una gira que

Zelaya hizo por las Segovias, a donde llegó a

visitarle el Ministro don Salomón Ordóñez, co~

quien hizo los convenientes arreglos.

El Gral. Sierra, por su parte, cooperó efi–

cazmente a la cornpra de muchos oficiales, con alguna anticipación

La guerra, pues, se llevó a cabo, abrigan– do Zelaya, canto dije, la intención de invadir

El Salvador y Guatemala.

Las fuerzas nicaragüenses vencieron en

efecto en Namasigüe, al ejército de Bonilla y al contingenle que en auxilio habia enviado él Presidente de El Salvador.

Zelaya sin embargo, no pudo realizar sus

propósitos. Las fuerzas hondureñas y nicara– güenses, estuvieron a punto de romperse en

la misma capital. .

Mientras tanto el goblerno de El Salvador

cubrió de tropas su frontera, a fin de contener la anunciada invasión.

La concentración sin embargo, precipita–

da] de las fuerzas nicaragüenses, hizo creer

que los Estados Unidos habían intervenido. De esto sólo tenernos conjeturas muy fun· dadas.

Sólo haremos conslar que aquella guerra

no trajo lTIás que ruinas, pues los gastos fue– ron enormes y abundaniÍsima la sangre que se derramó.

Lo único provechoso fue la :mueca ad,,:,er–

sa que desde entonces la foriuna empezo a hacerle a Zelaya

El personal de la revolució>; hondureña duró muy poco en el poder, ocupandolo luego don Miguel R. Dávil~, apoyad~ po: G,;,atema–

la, por cuyo motivo este no tenIa nlngur; cc;>m–

promiso con el gobernante de esta Repubhca.

Perrnítasenos aquí hacer una digresión. En Nicaragua esperábamos con ansias in–

mensas, que El Salvador diera completo y de– cidido apoyo a Bonilla, porque estábamos con–

vencidos de que éste, una vez triunfante, se dejaría venir con nuestros emigrados p~ra cas–

tigar a Zelaya.

Pero por desgracia El Salv~dor.~io ,;,n

auxilio insuficiente y sobre esta InsufIcIencIa,

el ejército de Bonilla corno hemos dicho, en lo que respecta a varios jefes y oficiales, esta– ban comprados de antemano por agentes de Zelaya y del general Terencio Sierra. .

Uno de esios agentes, que era SecretarIO

del general Ortiz, que estaba al lado de Bo–

nilla, no sabernos si de corazón, fue el que te–

legrafió al general Nicasio Vásquez, llamán– dolo, para que entrara a Choluteca, pues la había abandonado el Presidente Bonilla. Cuando un gobierno da apoyo, legal o ile–

galm.enie, a un gobierno amigo o a una revo– lución, debe darlo eficaz, porque de lo contra– rio se expone a una terrible revancha, sobre todo tratándose, corno se trató, en 1907, de un enemigo tan peligroso y resuelto, como lo era

Zelaya.

En Centro América, Zelaya fue el único

que, al dar apoyo a una revolución 10 dio com– pleto y eficaz, en cuanto e~tuvo de su parte

Los otros gobiernos dellstmoJo !"an dado,

pero de manera deficiente, consIgUIendo con

ello solo crearse grandes rivalidades. . Si El Salvador y Guatemala, hubIeran apoyado decididamente al g;eneral Boni~la, en

aquella ocasión, no se habn.an mantenIdo en

la zozobra en que los mantuvo Zelaya desde esta fecha hasta la época en que cayó El mismo habría desaparecido del.escenario polí–

tico mucho antes de que surgIera la revolu–

ció"; de la Costa Atlántica: ésta misma no ha– bría tenido lugar

Pero volvamos a nuestra narración.

Furioso Zelaya, por la participación de

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