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« Previous Page Table of Contents Next Page »tuiado de un unIverso din¿mico, o el espíritu del hombre
la rechazará. Así, en dos direcciones, desde adentro por
su plo:pia disciplina y dosde afuera por el hnpacto social de la ciencia y por la influencia de la política en la cien· da, los políticos han llegado a encontrarSQ envueltos por la política. A.I principio este envolvimiento pasaba con frecuencia inadvertida y traía consigo consecue.ncias trá.. gicas, como en el caso de Oppenheimer. la tragedia, en
el caso de Oppenhehner; se dividió en dos direcciones:
Sus consecuencias trágicas en la comunidad científica por
I~ restricción del entusiasmo y de la imaginación, como motores indis,pensables para la prosecuci6n de las activi· dades científicas; y sus consecuencias devastadoras en el progreso científico de los estados UnIdos.
~i impacto evidente de los datos científicos sobre los
problemas sociales y las consecuencias devastadoras para la ciencia por la ingerencia inculta de la política en la ciencia, han obligado a los políticos a interesarse cada vez más por obtener una meior y más completa informa–
ción científica y por conocer más
Q conciencia los métodos
científicos. Los políticos inteligentes, aunque algo tarde, están desarrollando un vivo y serio interés, en ocasiones
api ensivo, hacia la ciencia. Por eiemplo, en las audien– cias de las comisiones del Congreso Nacional de los Es–
tados Unidos, después de la segunda Guerra Mundial, se
ha invertido mucho tiempo en verificar importan'.s semi· narios con el deliberado propósito de que los científicos
más caracterizados instruyan convenientemente a los po– líticos en las realidades de la ciencia. Este entendimiento
ya empieza a diseminar entre los políticos, la idea de que
un pueblo no puede desatenderse de la ciencia ni permi. tir que sus políticos envuelvan a los científicos en un ¡ue
n
90 de intimidación, sin exceptuar desde luego el peligro pavoroso de Una ciencia desatada e inhumana. Por con– siguiente, la política moderna se está convirtiendo más y más cada día en el lugar propicio para el encuentro del sentimiento público y de la ciencia contemporánea; en el sitio donde los fines deben de ser reconciliados, los escogimientos determinados y las decisiones tomadas.
Pala que la política sirva como el referido lugar de encuentro entre el sentimiento público y la ciencia de nuestros días, el político necesita dominar todas las me– lores habilidades del arte esencial de l. politica con res– pecto a la determinación de propósitos, al escogimiento entre decisiones difíciles y a la aceptación de resolucio– nes Ipenosas. Del mismo modo que KERES, el político de
a
be f1encontrar soluciones"; debe "hacer agradables las cosas desagradables"; debe de ser "provechoso en la dis~
cusión"; y debe de "resolver problemas difíciles". En cuanto el político practica su arte efectivamente, participa de la suerte y de los problemas del artista moderno, lo que Elie Faure, notable crítico de arte, de nacionalidad francesa, expresa tan poéticamente en uEI espíritu de las formas": ". la obra del artista moderno, expresando el drama general plástico, resulta para todos nosotros lo más mordaz, porque intenta imponer leyes más durables
y estáticas en la imagen de la vida, la cual se siente con– tinucanente más mudable y más envuelta en el futuro mediante los impulsos de un dinamismo más imperioso". El orgullo y el peligro de la poUtica de hoy estriban en
que ¿sta ha sido torzada a reconocer y a lnlentar la asl– milaci6n de un número creciente da información científia ca que se ha ido acumulando continuamente en el perí_ metro entero de las áreas en que se forman los fines y
en que se tOlnan las decisiones; 'reas en las que s610 el político debe operar. Esta región de la política moderna constituye, además, una arena movediza en la cual las consecuencias de un escogimiento equivocado puede re– sultar infinitamente más pavoroso de cuanto era posiblo esperar antes, frente a un futuro más complejo que se acerca a una velocidad que causa vértigo y temor
La ,presión peligrosa de las cioncias fisicas sobre to– das las formas del arte moderno ha llevado a algunos te6ricos políticos, asi como a algul10s artistas, al extremo de abandonar el campo entero ~ fayar de los científicos. En el arte, el retraso se ha t1latllfestado por la expresión del mundo visible en la forma de diseños geométricos fino representativos" o en formas de casualidad, las cua_ les no tienen significación, excepto para los otros ';;'iem–
bros de la misma escuela o tendencia. Pero con el tiema po la gente siente la necesidad de realizar escogimientos
y correr asi la posibilidad de que les resulten equivocados los esfuerzos para producir una política sistemática y
científica, la que únicamente puede tener éxito en el pe. rimetro y no en el centro. El esfuerzo ¡para excluir el do–
minio de los fines, del escogimiento y de la toma de decisiones ha ganado con frecuencia sólo el resultaáo de producir un tipo de idioma seudocientifico, de las lla–
madas llciencias de conducta social", verdaderas galimaa tías que ni 105 políticos ni el público pueden comprender
La necesidad de actuación política todavia persiste, porque siempre persiste la necesidad de formular fines, de efectuar escogimientos, de determinar y señalar res– ponsabilidades morales, y además, la posibilidad de co– meter errores. Mientras exista el dominio de la actuación política, las artes ,públicas del político continuarán siendo requisitos imprescindibles en la vida de los pueblos; y ni las ciencias físicas ni las ciencias sociales serán capaces de hacerlas desaparecer. El político, como 'lla piedra re– chazada por los constructores", es aún indispensable co·
mo piedra angular de cualquier estructura social, fundil~
da con fines conscientes, juzgada con responsabilidad moral y construida con saber humano y por seres huma· nos. El político es semejante al hombre de los siguientes versos, según los cuales siendo invisible se rehusaba a desaparecer:
"Ayer en la escalera vi un hombre que 110 estaba Gilí.
Hoy tampoco allí ha estado, Iquiera D¡'os se haya esfumado!
Este hombre, el político, no desaparecerá, porque nosotros todavía exigimos sus servicios en la dramática
y trágica esfera dé las actividades y de las responsabili– dades públicas.
(NOTA: Ward M Morton es profesor de Sociología en la
Universidad de Southern Illinois, Carbondole, Illinois, U S A)
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