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. Como díie al principio de este ensayo, el pensa– miento conservador nacionalista de Francia, no es lnera~

mente una ideología, sino más bien y más directamente una expresión de ciertas cualidadets características de I~

s~~iedad franc.e?ia. En esta sociedad existe muy poca mo– bllldad, y en consecuencia, no hay canales adecuados de cqrnunicación entre los individuos y los grupos sociales. Este hecho explica, a su vez, el por qué las i.stituciones francesas son tan fuertemente cerradas y el que se desa– rrolle en ellas las mal cadas tendencias conlervadoras que resultan en IIderechos adquiridos" y privilegias de toda suorte. La pobreza de la vida comunal, dice el Profesor Georges Lavau, reffeia una altamente departamentali2:ada

y ierarquizada sociedad on la que el paso de Un estrato social a otro es aún mucho más difícil que en fa mayoría de las naciones de Occidente. En estas circunstancias es perfectamente claJo el por qué esas orglnizaciones que logran atravesar los estratos sociaJes son generalmente ideológicas: la Iglesia Católica por una parte y varios grupas izquierdistas, por ofra. Es característico que esta estabilidad (otros la naman inmobilid.d o i"ercia) de la sociedad francesa sea ensalzada por .Igunos fil6sofos conservadores de Derechas como Iq opuesto de la "ato– mizaci6n n y "uniformidad" de las de otras naciones más

indu~tri.lizad~s. Por eso Gustavo Thibon es de opini6n que 11105 más fructíferos y los más duraderos intercC:lmbiol son aquello~ que Se establecen en las sociedades fuerte~

mente diversificadas en distintos estratos, donde es difí~

cH pasar de uno a oho de la ;erarquía sodal

ll •

El punto de vista de Thlbon debe entenderse no sólo e.n los términos del concepto de Platon sobre iusticia SO~

clal, sino también en términos de la vida económica . d '

III ustrial y agrícola de Francia. La ausencia de conoci~

miento mú'uo de parte de grupos aislados de que habla el Profe60r lavau, se expticC) por el carácter rural y d. pequeño comerciante de un gran segmento del país y de su población. A pesar del éxodo del campo, la agricul. ture es todavía la ocupaci6n de muchas gentes, y, si uno ha de creer a 10& 0x¡pertos, la tendencia en 106 pr6ximol

años es hacia el fortalecimiento de las clases rurales en vista de su integración dentro de la economía nacional no sólo como pr~tluctores sino también como importantes consumidol es de los productos industriales. Adem,ás, el pequeño comelciante todavía :tiene en sus mano'$ mucho de la distribución de mercaderías, las que cambian de ma. no cerca de siete veces más a menudo que en el más ra. cionalizado sistema de distribución holandés, per ejemplo, antes de que llegue al consumidor. Ni está el "comer.. c,ante N deseoso de form"r parte de una cadena de ten.. deros (como los pequeño. pulpero. lo h.n hecho en la Alemania Occidental), aun cuando no cesa de denunciar la amenaza deJ, los grandes almacenes y de los crecientlf" mente populares supermercados. En vez d. organizarse económicamente, prefiere manifestar su descontento a través de cané!les políticos e ideológicos, como se demues– tra por el popular, aunque fugaz, movimiento de Poujade de hace pocos años.

Naturalmente, el trasfondo económico y el básico conservltismo de la sociedad francesa no ofrecen una completa explicación de la atlítud y d.I penoamiento

le en los escrllos de l'aul Serant, uno de esos hombres de l. Derecha cuya influenci. es considerable entre su pro.. pia generaci6n y la generatÍón más ¡oven.

El nombre de Maurras no estuvo siempre asociado

COn el de "Reacci6n u y "Fascismo". Antes de 1914, él, como Sorel y Zará, estaba en confra del capitalismo y de 'a explotación industrial de los frabajadqres, quienes en Francia, más que en otras naciones industriales, estaban más apegados a la tierra al modo de sus antepasados campesinos. No fue sino después de la guerra que él lIe· 96 iI la condusió" que la Izquierda, en su totalidad, era un ,peligro para la supervivencia de la naci6n, y que el sindicalismo era la puerta de entrada de la infiltración izquierdista y comunista. Henri Massis, constante ~migo

y disdpulo de Maurras, escribe sobre este importante te~

ma: liLa idea y las f6rmulas de un cierto tipo de socialis~

mo son aceptables a Maurras 5610 dentro de una trama nacional, o mejor dicho, una trama monarquista. Para Maurras, el problenu político no puede ser resuelto por ona revolución econ6mica, -como para los Socialistas y

Comunistas-, antes por el contrario, el problema econó

w

mico sólo puede resolverse ¡por una revolución política ll

Esta última acarrearía un Estado ordenado, una sociedad estable no amenazada por la lucha de clases y por aque– llos que medran en ella, un reforzado Poder Ejecutivo -en la persona del Rey-, el honor nacional restaurado a través de un "rayonnement" político y cultural. Sin tra– tar de dar la impresi6n de que el pensamiento de Mau– rras estj limitado por esas metas, podemos, sin embargo, detenernos y observar que esas aspiraciones coinciden casi exactamente con las que el General De Gaulle se ha trazado para sí y pa¡ra el nuevo régimen según varios escritos y discursos. Los lectores deberán recordar cómo él enfatizaba la necesidad de un Poder E;ecutivo fuerte en una sociedad do carácter violento e jdeoJógjcamen~e

excitable Como la francesa. Todos los pensadores dere– chistas y lodos los grandes lideres franceses desde Luis XIV hasta Napoleón y Clemenceau han comprendido esta característica peculiar de la sociedad francesa y de su vi~

da política.

Son estos ideales utópicos? DescuidalJ, tomi.r en consideración la tendencia demoGrática de 10$ tiempos, la necesidad de popularidad y el énfasis on las mejoras econ6micas? Por una parte, los conservadores franceses, al menos desde 1920, han venido repitiendo que 105 pro~

blemas del país, los económicos incluso, no pueden ser atendidos por un crecientemente debilitado Poder Ejecu– tivo y en una situaci6n en la cual lila dictadura de la Asamblea Nacional" impide que medidas serias y efica· ces se ,pongan en vigor y destruya la responsabilidad de los Gabinetes y de los Ministros. En este sentido, es más bien la Izquierda la que parece utópica, con su testaruda esperanZ"a de cooperación Comunista, con 5U fascinación por el nuevo Frente Popular de la Izquierda no·Comunis.. ta, con su aliaoza con el Comunismo porque así "el Fas~

cisma no pasará" serjamente sostenida por un hombre como Andris Phillip. Esta incurable nostalgia por el con– tacto al menos con el partido de Thorez 5:610 puede ex– plicarse por una ilusión, a saber, que la clase trabajadora es" en el campo comunista y que se mantendrá inaccesi~

ble a todas las otras formi:lcíones políticas hasta que el Partido Comunista mismo sea admitido a la comunidad

o/icial y le .ea permitido desempe~ar un papol porcí6n a su importancia numérica e ideol6gica.

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en prO.

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