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« Previous Page Table of Contents Next Page »el -g$heral don Luis Mén,a y -:tercero el gané–
isl Vícfor Mal'll.lel Betrhúdéz.
Enfre afros venían organizados el gene– ral don Luis Correa y su hermano Rodolfo, el hoy general Calixto Talavera y su hermano Miguel.
Al cruzar la montaña sufrieron infinitas dificuBades.
Como venían escaSoS de víveres, tiraban monos para aliJnentarse. Habiendo matado tina los que venían adelante, lo pelaron y ali– ñaron. Los que venían atrás 'fueron de pron– to sorprendidos con la presencia de un enor– me tigre, que en medio de la picada esfaba devorando los resfos del mono. Tal era la Crudeza de la montaña.
Llegada la expedición a Guacalito, peque– ño embarcadero de nuestro gran Lago, se en– contraron allí con dos botes que les habían mandado de Granada, al mando del capitán Jacinto Mora.
Genie y elementos se dividieron por igual en los dos botes, llevando el mando del uno el Gral. Emiliano Chamorro y el del otro el Gral. Mena.
La expedición salió en la tarde del 26 de Enero, pasando a la aHura de San Carlos. Navegaron toda la noche hasta llegar a una isla que hay en la Horqueta, dondE!' pasaron el día. Al caer la noche hicieron viaje para "Charco Muerto".
Al pasar frente a Zapatera les sobrevino un huracán tan violenio, que los marinos y tropas indicaron la conveniencia de echar las armas al agua para que la tripulación se sal– vase. Pero el Gral. Chamorro les dijo que me– jor era que unos se echaran al agua para aga– rrarse a la regata del bote y así poder avan– zar con menOs peligro.
Llegados a "Charco Muerto" como a las 3 a.m. del 29, desembarcaron las armas con la mayor celeridad posible.
En una chocita lograron conseguir un po– co'de pinol, después de dos días de no cOmer. Allí supieron que el "93" ya les había ido a buscar. De aquí se dirigieron al Arenal, hacienda de don Carlos Alfaro, quien según los dafos suministrados por don Pedro Joa– quín Chamorro, tenía genie oculfa.
Pero allí tuvieron la triste nueva de que la gente se había disueHo. El Gral. Chama– rra .determinó entonces dejar allí a sus com– pañeros y pasar con el general Bermúdez a la hacienda "CuErre" de los señores Jiménez para conseguir uri individuo que fuera de co– rreo a Granada.
Después de muchas dificultades se consi– guió a un hétinano de la mujer del mandadór a quiem le dieron una caria para doña Car– mela Chamarra de Cuadra. El correo mar– chó a Granada y al querer entregar la misiva a la señora Cuadra, ésta rehusó recibirla por creer' que el poriador era espía de Badán, lle– gando hasta amenazar con denunciar al po– bre hombre si no se retiraba.
Con este motivo referiremos un caso muy
curioso relativo al ±emol' qUé -en±onces reina–
ba de los espías.
Para expediiar y ayudar a la columna invasora, se despachó de Puntarenas a una mujer muy conocida del general don Eduar– do Monfiel, el 22 de Enero con una correspon– dencia para el dociar Juan J. Mariínez, mé– dico ilustre de Granada y partidario decidi– do de la causa.
En dicha correspondencia se le parficipa– ba al doctor Martínez todas las operaciones que iba a ejecutar la columna invasora y 10
que los amigos de la causa debían hacer para cooperar al buen éxito.
La mensajera llegó en efedo a Granada y fingiéndose enferma, pidió al docior Mar– tínez que la examinara con relación a su dolencia.
Habiendo entrado la mujer en la Sala de Consultas, se sentó y pidiendo permiso al docior, vuelta hacia un lado, empezó a levan– tarse modestamente el traje y desaiar algo que tenía adherido al cuerpo, que era preci– samente la correspondencia.
Sorprendido el doofor Martínez, que la veía, se negó a recibir la carfa e hizo que la mensajera saliese en el aafo de la Sala. Y cozno ella le preguntase por donde vivía do– ña Carmela Chamarra, el docior le envió in– mediatamente un recado a ésta, previniéndola para que no se dejara sorprender de "un es– pía de que le mandaba Badán".
La señora tuvo que regresarse para Costa Rica, bien chasqueada.
Volvamos ahora a nuestros jefes que es-tán en CuErre. '
Aníe tamañas dificultades, Chamorro re– solvió ir personalmente a Granada, no obs±an– ie los graves peligros a que se exponía. Al emprender su marcha, hizo que el general Bermúdez se dirigiese al campamento para calmar la natural impaciencia de sus com– pañeros.
En el camino, cerca de la hacienda Tai– guay, el general Chamorro se reunió aires mujeres que se ocupaban en recoger leña. Estas le interrogaron que en qué hacienda ira– bajaba, (pues venía vestido de coiona y por– landa machete). En la hacienda de Bodán, les contestó, añadiendo que hacía poco había venido de Segovia.
En conversaciones varias fUeron avanzan– do hasta que al esiar ya cerca de Granada, Chamorro le pidió' su carga de leña a una de sus compañeras, para ayudarle.
Siendo todavía temprano cuando llegaron al Panteón, las inviió a tornar un tiste en una venia que casi siempre exisle por ese lugar.
La vendedora al ver al falso operario, le dijo: "Yo ie conozco".
Chamarra se hizo atrá.s y con el dedo in– dicó a la mujer que guardara silencio.
Despidió a sus compañeras y pidió agua a la vendedora. Estando ya solos le pregun· ,tó que donde le había conocido, pues él era deSegovia.
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