Page 54 - lista_historica_magistrados

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referid.o. tos heridos pOi su genHl d.edsi6n ante la muede, se habían aquis:l:ado las volun– fades y llegó la cosa al extremo de que "El h1eridional", periódico rivense, publicó un sensacional ariículo en favor de las víctimas. Esos hombres, dijo, son nuestros hermanos, son nicaragüenses y se han levantado en ar– mas con un derecho que nuestra Constiiución polí:l:ica lesgaraniiza! Pidió que se respeta– ran sus vidas y los llamó "honra del ejérci.l:o nicaragüense" .

Ante tan vivas manifestaciones, Gámez no se atrevió a fusilarles y remitió a Zelaya el proceso incoado. Es de recordar que Gámez puso especialísimo empeño para que en San Juan del Sur fusilaran al soldado revolucio– nario Celestino Espinosa, por haberse deser– iado de las filas del gobierno siendo brigada, y consignamos con gusto que los jefes milita– res nicaragüenses rehusaron formar parte en el consejo de guerra. Lo organizaron con mi–

litares de baja graduación: mas estos absol– vieron a Espinosa. Gámez los hizo reunirse nuevamente y los amenazó con fusilarlos, si no condenaban a muede a Espinosa. Acce– dieron, mas Espinosa fue salvado por in±er– cesión cablegráfica del General don Manuel Bonilla, a léj. sazón Presidente de Honduras y amigo de Zelaya. Por lo bajo se dijo que el cablegrama de ;Bonilla era apócrifo y resuHa– do de connivencias generosas entre las seño– ras y el telegrafista de San Juan del Sur. Era, pues, casi evidente que Gámez no habría podido formar un consejo de guerra en la ciudad de Rivas y caso de formarlo, el resultado habría sido opuesto a sus miras. Co– rno se comprenderá la conduC±a altiva de los militares de Managua y la resistencia que po– nían a las negras intenciones de Gámez, no se sucedieron sino después.

Los heridos fUeron por fin recluídos en la Peniienciaría, en donde sujetos a vejaciones y penalidades, permanecieron unos seis me– ses, al cabo de los cuales se les hizo firmar el compromiso de no volver a tomar parie en la polífica de su patria. Todos emigraron a Costa Rica, medi±ando, quizá, en la iris±e con– dición del ciudadano que en el estado civil de una república moderna, se resigna a no tener más derechos que un esclavo.

Hay que ,convencerse de que cuando no ha llegado aún la hora señalada por Dios, au– ±or de todas las cosas, que preside de iodos los acontecimientos del mundo, para que ce– sen las calamidades sociales, no hay combi– nación humana posible que haga adelantarla.

Prueba de ello es el resultado desgracia– do que tuvo la invasión del 98. Si mientras Chamorro con su columna de valientes recha– ;z;aba con ventajas las fuerzas de Zelaya en el Mombacho y en San Marcos, los revolucio– narios de San Juan del Sur y Rivas hubieran procurado ataques simul±áneo!i\, las operacio– nes de la guerra habrían sido muy felices, so– bre todo si la expedición que se organizó en

San Saivador hubiera llegado a Hempo de la

foma de San Juan del Sur.

La emigración residente en Costa Rica había mandado una comisión ante el gobier– no del general Rafael Gutiérrez, Presidente de El Salvador, a fin de obtener recursos para la invasión.

Se encontraba a la sazón en aquella Re– pública, don Federico y don Fernando So– lórzano y otros emigrados.

Se obtuvo felizm.en±e un auxilio del gene– ral Gu±iérrez en materia de armas y pertre– chos. La expedición saldría en vapor de gue– rra nacional "El Cuscailán".

Salieron los comisionados de la capifal para el puedo de El Triunfo a embarcarse. El Ministro de la Guerra, señor López, quien estaba en inteligencia con Zelaya, les mandó a capturar, cuando estaban ya cerca del puerto.

Don Fernando Solórzano escapó de la cap– ±ura por haberse anticipado en el viaje, pues tenía que pasar por San Miguel para hablar con el general Vil1avícencio, quien había re– cibido órdenes de despachar los elementos a La Unión.

Llegó el vapor a este puerto y hubo una démora de dos días debido a indecisión del Presidente Gutiérrez quien exigía, para que la embarcación zarpara, que la revolución es– tuviese más avanzada, pues a la sazón esta– ba lomando solamente San Juan del Sur.

Salieron, pues, los revolucionarios al ier– cer día de llegados a La Unión esto es, tres días después de la fecha convenida con los que venían de Costa Rica.

La permanencia forzada en La Unión dio lugar a que Zelaya se impusiese de esta rama del plan de los conservadores. Los revolucio– narios hicieron propalar que la demora se de– bió a que las cadenas del vapor eran insufi– cientes para levantar un cañón que afirmaban estar ya a bordo. Esta estratagema sirvió para librarlos de una captura inminente, pues al pasar a la a1±ura de Masachapa Se rompió una de las tapas del cilindro del vapor, dan– do por resultado que la nave detuviese su marcha y se procurase su aproximamien±o a la costa para anclar. .

Después se supo que El Cachete comanda– do por Gregario Arce, al divisar a El eus.ca– flán parado, creyó que iba a hacer uso del gran cañón arriba mencionado.

El Cachete se puso en fuga precipitada, con rumbo a Corinto. Entre tamo los revolu– cionarios se ocupaban de arreglar los desper– feC±os de la manera y por los medios que pu– diesen, haciendo de ingenieros improvisados los señores don Fernando Solórzano y don Ro– dolfo Moreira.

Hecha la operación, continuó la nave su marcha, caminando con la velocidad de mi–

lla y media por hora, habiendo habido nece– sidad de quemar varias piezas de madera que iban en el vapor, pues había fa1±ado carbón.

Así pudo la columna revolucionaria lle-

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