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« Previous Page Table of Contents Next Page »era ratero llamado por apodo "Palozno" cu– yo legí.tiIno nombre no zne acuerdo. Llega– dos a la presencia de Vergara, éste para ins– pirarle confianza le dijo que en lo sucesivo le serviría de guía, pues no era su prop6si±0 ma– iarlo. En prueba de ello llamó al Palozno a quien nofificó que se alistara que sería pasa– do por las armas sin znás trámite que la pron– fa ejecución. El Palozno suplicó, lloró y aún se arrodil16 en deznanda de clemencía, pero todo fue en vano, lizni±ándose Vergara a de– cirle que le concedía el privilegio de ]a "ley fuga" consjstenie en que si lograba escapar– se, se salvaba ...
Conociendo el infeliz los anteceden les de Vergara, coznprendió que era llegada su úl– tirna hora, y ioznando cierta cantidad de dine– ro que había ganado jugando, una chaznarra y varias piezas de ropa, las distribuyó enire los soldados después de lo cual fue fusilado con la znayor sangre fría. El Palomo fue el culpable de su muerte, pues pocos días anfes se alababa de que él había znatada un cen– tinela del eneridgo, no siendo verdad; y esla especie llegó a conociznienio de Vergara, quien sentía profunda esfimación por el re– ferido cenfinela, que era un znagnífico riflero.
Rodríguez fue obligado a cava,.r la sepul– tura para su desgraciado coznpañero, en unión del Capi1án Francisco Luis Malina, avanzado iambién, el que se salvó de una znanera pro– videncial.
Después fue llaznado Rodríguez nueva– znenie por Vergara, quien se encontraba en
coznpañía del coronel Julio Zelaya, hombre de instinios sanguinarios y perversos.
"Este es el bandido socio de Juan Pablo Reyes" -dijo Zelaya a Vergara: "hay que despacharlo al airo barrio".
-"Mejor sería aprovechar sus servicios", objefó Vergara.
Enionces Rodriguez con una entereza dig– na de un espartano, se expresó de esta nlanera:
-"Yo sé que n1e van a matar, pero jamás me prestaré de instrumenio, para que uste– des le echen corral al coronel Mena. Si es de– lito que yo sea socio del general Reyes, acep– to con gusto la muerte pero no lo traicionaré nunca".
Irriiado Vergara al oir ian franca decla– dón, que a un jefe de corazón noble le hubie– ra iznpresionado al extremo de perdonarle la vida, al valiente rnili±ar, sacó su revólver y disparó a Rodríguez a tan corta distancia que el rostro le quedó Lrnpregnado de pólvora, ca– yendo él suelo en medio de horribles convul– sione! Viendo esto Julio Zelaya, quien dicho sea dio paso, estaba electrizado, ±oznó su pis– iola y poniendo su bofa sobre el exánime cuerpo de Rodríguez, dijo: "Hay que darle el firo de gracia a es:!:e bandido", y disparando su pistola le atravesó el corazón.
El cadáver de Roctríguez fue queznado a presencia del capitán Molina;- quien algún Hempo después lne comunicó estos detalles en
la cárcel de "Old Bank", donde estuvimos pre_ sos duranie dos n1eses.
El aciual Gobierno, en atención a los :Un–
portantes servjcios prestados por aquel infor. tunado n1ilitar, debería hacerle cumplida jus_ iicia concediendo a su fan1ilia residente en FU–
vas, una pensi6n viialicia o Cédula de Mon_
±epío.
También fueron víciin1as de Vergara, el docior A. L. Chapznan y un nún1ero de apelli. do Stevens, (ambos norteaznericanos) _ .
Como es bien sabido, despertó tanto entll_ SiaSITlO el znovimiento encabezado por Reyes que los extranjeros acudieron j,)resurosos a
empuñar el rifle, abandonando sus negocios y ofreciendo al Presidente provisorio un cré_ dito ilimitado, con la única condición de qUe "si la revolución triunfaba, les pagaría y si fracasaba, ellos aceptaban la pérdida"_ Así vimos que al úl±in1o de nuestros soldados es– ±aban provistos de buenas chaquetas, chama– rras, calzado, dos vesfidos, excelente rancho y prest diario. Respec±o a la oficialidad, es– taba equipada al estilo de los "Rough Riders" norteamericanos.
Chaplnan y Stevens fueron en la avanza– da gue n1andó el coronel Mena a explorar La Gua±usa y en la reiirada se extraviaron en la montaña. Muerías de hambre y sed, y sin co– nocer el sitio en que se encontraban, decidie– ron buscar una quebrada y en esa travesía dieron con una picada hulera, la que siguie– ron sin desviarse con dirección Norie.
A poco de andar divisaron un rancho del que se despedía una nube de humo, lo que los franquilíz6 porque coznprendieron que es -taba habitado. Al aproximarse vieron salil al pequeño pafio un pelotón de soldados ) cOn1prendiendo que eran tropas enemigas ira· taran de huir en cuyos mOn1entos fueron re queridos, contestando el docior Chap111an pOI ser el único que hablaba español.
Ada confinuo los rodeó Vergara y despo jándalos de las annas que portaban, les no±i ficó que podían .irse, pero al retirarse dijo el
voz baja a un oficial: "Mande tirar esos grin gas". Oirlo el docior Chapznan y correr el forma de zig-zag, fue todo uno, no sin ha ber advertido a S±evens el peligro que corríar Sonó la primera descarga y a con±inuació aira.
El desgraciado Slevens cayó atravesad por una baJa que le perforó el corazón Chapn1an log,"ó escaparse herido en un braz<
Por espacio de ocho días permaneció e la n10níaña siendo asislido por un negro JI
maicano, hasta que algunos de sus paisan< residenles eh la mina del Topacio enviaron buscarlos, precisamente cuando la gangrer empezaba a desarrollarse. Después llegó Bluefields donde estuve a visitarlo, y merce a las gestiones del Cónsul Aznericano, logl embarcarse para los Estados Unidos don< completó su curación.
En todos los países civilizados los mi tares que se rinden y enh-egan incondicioné
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