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« Previous Page Table of Contents Next Page »del llano de Cerrocuape, propiamente en el alto que entonces se llennaba de Santana Mon–
ge y sobre cuya cima gramalosa cruza el ca–
minO que lleva para alama y a la vez a Río Negro, teniendo al Occidente ,el trillo que pasa por Piedraluna y que conduce a una cantidad de propiedades ubicadas al o±to lado del co– nocido río que un día de ±a nfos aturugado por un aluvión desmedido dio vuelta a la rota que le dio nombre, pues estaba pintada en
ella una luna arrebujada.
En tal sitio la mujer y los hijos del cua– randero establecieron una venía de comida para los caminantes de ±odos los puntos car– dinales, la cual era bastante visitada porque de sobornal le habían encaramado un expen– dio de cususa la cual siempre era de cordón triple prueba fehaciente de su buena calidad. Gente sin pereza, amanerada y sencilla tenían el don de despachar en un santiamén a los viajeros y éstos por tal motivo en vez de ir a donde Santaneca cuya casa distaba unas frescientas varas del camino, solían preferir quedarse allí no más para economizar tiempo
y pasos que salían demás en una caminata que no los necesitaba y que al fin y al cabo acrecentaban el sendero sin mas ton ni son y de consiguiente aumen±abán sin provecho la largura de la andanza y bien sabido es por demás que a la larga, según el indio afinna, hasta las bolas pesan.
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Cuatro o cinco años después de la muer– ie do;¡ don Santiago, en una cilamposa maña– nita de febrero, se dirigían a la montaña dos sabaneros chayotepinos cuyas caballerías ±ra– gaban iierra a pasitrote limpio, continuo, acompasado y no se congestionaban a pesar de la prolongada ±ra!=fedar de las desmesura– das sierpes de los trillos paralelos, negros y desgramados por la pasadera incesante de los variados viájeros.
Los campistas respondían a los nombres de Abelardo Marfínez y de Cruz Granados, quienes se dirigían a ±odo mamón hacia la he– redad de Chayo±epe, acababan éstos de pasar la garganta que divide los Cerrocuapes y esta– ban ya comenzando a pisotear la hermosa llanura que se extiende a los pies de los geme– los citados cuando columbraron al oriente de– sembocando del atajo que lleva del llano al y
e~±arrón a un caballero que pasolargueaba Indlferentemen±e sobre una caballería negra y avanzadora.
. Los meseros miraron por largo rato al ca– mInante quien en lugar de dirigirse a coger el sendero que ellol3 llevaban tornó por la trocha
q~e va directamente a dar a la Rinconada de Sacal y dividiéndose adelante también condu– ce l
a Sigüifá, y en otra subdivisión que tiene a a altura de San:l:ana Monge, lleva derechi:l:o
~ donde San±aneca, cuyo lugar hoy par hoy lene otro nombre. '
En aquel entonces los viajeros que iban
para Matiguás y los que se dirigían a la Rin– conada de Sácal aunque marchaban en ,dife– rentes senderos cabalgaban columbrándose conHnuamen±e porque la amplitud de la lla– nura lo permitía a pesar de que ya una can– tidad de árboles invadían en diferentes pun– fas el gramal de la llanada.
Los meseros después de ver y volver a ver tragándose al caballero se miraron de pronto y Abelardo dijo ~ Cruz a quemarropa:
-Hombré, si no fuera que hace años que murió Santiago Tijerino, yo apostaría a que ese que va pasando allá es el viejo curan– dero.
-Lo mesmo digo yo; pelemos bien el ojo en la Ouebrada del Muerto por ver si compro– bamos que el finado anda penando.
-Dale al Laberinto para que lleguemos antes que pase en el punto donde lo podé1-mos ver pasar en el camino que lleva el jodido ese que va allí.
y corno lo pensaron lo hicieron; le dieron andar a los pasíiroteros, llegaron al afro lado de la Ouebrada y en una parte basiante alta que se alza en el otro flanco del riafil10 divi– saron al viaj~r9 que los tenía preocupados,· pero por. mas que lo remiraron no pudieron comprobar la suposición que los atormentaOa.
Prosiguieron el viaje y cuando iban lle"-, gando a la vecindad del Alto de Santana MonO:
ge vieron venir sobre el llano al conduC±or del caballo negro con propósito probable de en– derezar su rumbo en un ojo de agua que exis– te en un terromotalito que revienta en mil obstáculos curiosos en la llanada que se t:tbre al 'pie puede decirse de la mediana altura a la cual se dirigían ellos y al parecer el o:l:ro.
Fue en e;¡e momento que Cruz Granados comprobó que el jinete pasolargueador que avanzaba aparentemente para tal pqn±O era el finado Santiago Tijerino recomido ya según la voz popular por los gusanos desde hacía varios años.
Cruz paró al Laberinto en redondo, le quebró la rienda de golpe sin decir nada aJ compañero y clavándole las chocoyas rompió en panera dé regreso a Cerrocuape.
Cuando Abelardo se dio cuenia de la es– tampida, Cruz iba ya muy largo y por más' que le gritó y lo regríió para que se parara no pudo conseguirlo, pues iba disparado corno una flecha despedida en un momento decisi– vo para su disparador.
Abelardo no logrando detenerlo se detuvo azorado, vaciló unos pocos minulos, luego lle~
no de tabardillo, pero no hasta el 'punto de lle– gar al pánico, paso a paso enfiló la caballería alojo de agua, uno de cuyos flancos la trocha besa al pásar a su lado yo entre :l:emeroso y turulato resolvió seguir despacio tras del fan-
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