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lasroa o resucitado que sin detenerse pepena– ba la llanura derechito al punl0 en que se alzaba la casita en donde desde hacía ya bas– tanfe tiempo vivía la familia del difunto San– tiago.

La vivienda estaba empotrada sobre el gramal del llano y en la parie norie había un guayabalifo que era lo único que sombreaba la lata, es decir no había nada que pudiera amparar a los moradoI es cuando tenían que ir a hacer sus necesarias al solar de las mira– das indiscretas de los viajeros que se dirigían al rancho o pasaban de :tránsito hacia cual– quiera de los puntos del horizonte que la na– riz, brújula humana, de los viandanfes se– ñalase.

Por :tal mo±.ivo el jinete iraseriador del fanfasma quisiera o no quisiera tuvo que ver el horror que los Tijerino sintierOll en aquella mafíani±a ñublinosa, cilampiadora y hEllada cuando el curandero se arrin1.ó al alero de la

pu~r±ecita del sur de la posada de los fami– lia.res del despachado qesde hacia años al mis– ±erioso Musún.

. Las paredes de las casas campesinas son hechas de cañabrava, carrizo, variUl?-s '{ cos– pes desmedid.os de ceibo o jiñocuagci, rúsfica– mente rajados los cuales dan una especie de tabla de cuatro o cinco pulgadas de espesor y media vara de ancho; fados eslos ma±eria– lqs se amarran con bejuco, panchil o n1aja– gua, pero es imposible aunque la pared sea bien hecha lograr cerrar los por.l:illos que en– fre caña y caña, varilla y varilla y cospe y cospe dejan los materiales citados al juniarse, rnofivo por el cual el fuerano acaba de forrar su casa definitivamente colgando de las pa– ¡-edes cueros secos y bien aireados para que ilnpidan el paso de Jas miradas iraviesas de todos los curiosos que pasan o llegan a visi– tados; por esta causa los miernbr05 ele la fa– milia d~l rodan±e cuando ésie lleuó, a pesar de que dormitaba todavía, al polar los ojos y oír que hablaban y golpeaban ]a pueda y el encañisado, se dio cuerifa en el aC±a que quien lo hacía era su difunto progenitor y en lugar de ir a abrirle se zumbaron de Jos camastros, se malmafaron en la revolu±a y lo!;¡rall.do abrir la sui géneris puer±eci±a del narre hecha de varillas al estilo de las paredes, rompierr:m. en estampida sobre el guayabal frondoso que en el patio se levanfaba haciendo de bi.ombo vegefal insus1iiuible de la letrina en el gramal de la posada.

En este preciso instante el sabanero Cha– yo±epino, bastante recuperado del Buslo, pues observó que el aparecido en lugar de enirar sin decir agua va golpeaba como iodo prójimo para que le abrieran, supuso por tal hecho inferiormenie que Tijerino no era alma del afro ln1.U1.do y que quién sabe que maldaso lo había mafado de porrazo por pura vagancio– ría. y por fal con.clusión se dirigió a jun±ár-

sele en aquella hora crucial de su resurrección

Cuando arrimó a la casa, don Sanfiag~

que no se explicaha por qué al verlo sus fami_ liares en lugar dé abrirle con alegría se des_ bandaban desesperados, se volíeó al sabanero

y Je dijo turulato:

-Amigó, qué le pasará a mi gente qUe en cuanto me vieron corrieron. solar arriba?

--Pues indu<;lableroen±e es que para su

gente usfed desde hace tiempo murió y al Ver_ lo tan de mañaniía deben de haber pensado que anda penando, ya que es alIna del Oiro Barrio.

-Vea arnigó, qué cosas; yo esfuve grave es ci<;lrio y casi, casi estiré la pata, pero gra– cias a Dios a pesar de que por allá 1ne corrí por muería, logré recuperar y aquí me tiene usted vivo y coleandito.

-Hay que hablarle a la genfe, si no Se

'JéÜ1. a despezuñar corriendo de arriba a bajo

y no van a volver ni a palos.

Abelardo echó pi{=) a fierra, gd±ó en el guayabal a los huyolles y vociferó diciendo que don San±iago estaba vivo y que no anda– ba penando.

Al oir :tajes noficías los juidores temblo– rosos y amedrentados principiaron a regre– sal y e¡lespués de que se convencieron de la realidad del hecho comenzaron una coníen– tera que no fuvo fin hasfa ya muy adentrada la mañana.

El afro lneSetO dio vuelfa en Cerrocuape y

por el otro sendero de La Rinconada bajó a Sigüi±a para esperar al cOlTlpañero en la boca

elel vado del río Sácal y cuando una hora después vio venir desguindando el aHiplanifo de San±ana Monge a su amigo, Abelardo se pa– ró de un saIto, pues se había acostado para l-establecer del miedo cerval que lo enlramoja– ba y haciendo de fripas, corazón, le gritó cuando lo tuvo baslanfe cerca.

-Hennanitó, por Dios Santo, por lo que ven eslás vivo y por la cara que fraes me con– venzo que el fal Tijerino no era Tijerino sino un demonio parecido a él, con el cual nos con– fundimos; pero yo por desgracia me he des– graciado en los panfalones y no me queda mas camino que pedirte que me esperés mien– lras yo me baño y le doy una sanjuaniada a mis peleros que jieden piar que moriorio vie– jo de más de semana y media.

Así regresó al mundo en una fecha le– jana que la memoria no revela por más eS–

fuerzos que hace, el curandero don Santia9? Tijerino que a esías aHuras sí abona defim– iivamenie el humus, melido en dos metros cuadr.ados de la ubérrima tierra boaqueña, fan llena de verdor y de ojos de aguas encan– tadores y poé~iC;:9S,

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