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neral era de ladrillo de barro cocido, de ocho pulgadas en cuadro, y todas ellas con pafios grandes en los que lucían her– InOSOS jardines la fragancia y colores de las luás exquisitas flores.

En esas casas uniforInes, con alburas de cales y sus grandes zaguanes de regias y artísficas portadas, con hornacinas que guardaban la sagrada imagen de un San– lo, o con la Inariana inscripción del "Ave María PurísiIna" , aligeraban los leoneses la pesada carga de los trabajos de la vida, porque eran casas que cUInplían la Inisión trascendente de dar descanso, comodidad y alegría a sus moradores. Desgraciada– mente esas casas van cayendo al golpe de la demoladora piqueta del arquiíeC±o mo– derno.

Así el nuevo León quedaba ya forma– do con la e1.lforia de su primavera en la

panorám.ica al1ura norte del enlonces cau– daloso río Chiquito; entre feraces mon±a– ñas y Herras fecundas y planas a 19 kiló– metros del mar; mas, en la vida interna de la nueva ciudad que se inyeC±aba de ideales y respiraba esperanzas en una ri– sueña visión al porvenir, surgía en sí mis– ma, emergía por su propio designio, hu– manizada y vivida la trágica sombra de Pedradas Dávila, ejemplar humano que proyeC±aba desde su féretro de hierro hun– dido en las aguas del lago hacia ella, Su

espíritu que como el blasón de los Arias es "águila, castillo y cruz". Bajo la in– fluencia de esa sombra trágica, tremolada en banderas de conquisfa, símbolo de la libertad española, reC±ora de administra– ción y de gobierno, y envuelta en la san– gre de Jos que inmoló a su jusficia se hizo León, al par que un foco poderoso de luz, la cuna de los grandes magnicidios.

Subtiava

A la vera del límite occidente de la nueva ciudad de León, se halla el hoy ba– rrio y anies pueblo de Subtiava.

¿Mas qué es Subfiava'? A la llegada de los españoles a la conquista del terri– forio que hoy fOrIna Nicaragua, lo encon– traron según los historiadores ocupado por cuatro pueblos de orígenes, costum– bres e idiomas distintos: los niquiranos, los choro±eganos, los chonlales y los cari– bisis, distinguiéndose los niquiranos y los choroieganos por su mayor adelante de cultura. Los choroteganos que ocupaban la parte central entre los dos grandes la– gos, se enfrascaron en una sangrienta lu– cha intestina que dio lugar a que se divi– dieran en dos fracciones, den10nidas di– riánes y nagrandanos. Vencidos éstos y

arrojados de sus posesiones, usurparon a los niquiranos la porción de territorio en que residían comprendida entre el lago Xolo±lán y el Océano Pacífico en donde es– iablecieron su residencia, formando las importantes ciudades de In.abi±a o Imbi±a y SubHava, en el centro de su jurisdicción. Fue así pues, como se formó esíe bello y humilde pueblo nagrandano, con cierio grado de culfura, pues si bien no cono– cían el uso de la piedra en la construcción de sus viviendas, las hacían con fecho de palmas y forradas en basura o granzas de trigo, en forma de un ángulo abierto, o sea, el verdadero rancho nicaragüense, con una grafa presentación de aseo hasia el presente. De trato afable y Inoderada voz con cierta timidez en la expresión, po-

nían únicamenie sus ambiciones y espe– ranzas en el oro vivo de sus tupidos mai– zales, en la soledad inluensa de los cam– pos y en la!;! ondas del mar vecino, de los que sacaban el diario sustento de sus vidas.

Trabajaban además cordeles o lueca– fes de cabuya y objeios para el uso do– Inéstico, de barro cocido. Adorabq.n a sus dioses o feotes, haciéndoles sacrificios y ceremonias diversas generalmente cele– bradas en solicitud de favores, como las lluvia para sus siembras, o la victoria en sus contiendas. Según los cronistas de la época, colocaban el ídolo-dios, en tarima de ramas, y al son de tambores y pitos re– corrían las calles del pueblo, bailándole y pidiéndole a gritos sus favores; todo esto alegrado con la bebida de "chicha" fer– mentada, a la que eran muy adiC±os, como lo son ahora al aguardiente. Todavía por los años de 1618 o 19, visitando el Reve– rendo Jesuífa Padre Alonso de Valencia el pueblo de Sub±iava, descubrió según la historia, disimulada idolatría entre los in– dios, habiéndoles encontrado grandes ora– torios y más de 400 idolos de diversas fi– g-uras. El Padre Valencia, se dice, predi– có sobre de esto con fan±o fervor, que hizo llorar a los presentes que se hallaban en la Iglesia parroquial, junto con los Sacer– dotes de los ídolos que se habían hecho concurrir en traje de penitentes, y a quie– nes dio la bendición el Obispo Pedro de Villareal bañado en lágrimas, perdonán– doles la pena de azotes en que habían in-

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