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contra el Rey de la Gran Bretaña hastá- tanto no hubiese un cange de prisioneros. Sin ~mbargo, deberían ir pri– mero a Jamaica adonde se dirigían los restos de la fraca– sacia expedición. Con la sola excepción del Gobernador don Juan de Ayssa, su Teniente don pedro Brinio y el Al· férez don Antonio Antoniotti perecieron todos ahogados a la vista de Sabanalamar, Jamaica, cuando 111 huracán de octubre de aquel año sumergió por completo la mencio– nada ciudad. Pero oigamos el relato de tan luctuoso acon· tecimiento relatado por los tres sobrevivientes en Kings. ton a un oficial español, don Francisco de Saavedra ql¡ien lo anota en su Diario a 19 de Noviembre de 1780, día mis– mo en que los tres prisioneros mencionados visitaron al también prisionero de los Ingleses Saavedra: "Los prisio– neros del castillo de San Juan, reducidos a los tres oficiales dichos (Ayssa, Brlnlo y Antonlottl) uno de arti– llería (Don Gabino Martfnez), ofro de Ingeniero (Don Joaquín de Isasi) y Cuarenta soldados fueron conducidos a Jamaica en un mal barco mercante (el MONARCH que se hizo a la vela de San Juan el 16 de Agosto). Tuvieron una larga y penosa navegación a causa de lal calmas y malo. tiempos. Arrlvaron a Sabanalamar, puerto de la citada Isla, la víspera del gran urad". Ayssa, Briz:zlo y Antoniottl no quisieron seguir por mar a Kinstown por· qud se hallaban tocados de escorbuto. Desembarcaron en el mismo día y al siguiente se pusieron en marcha por tierra antes de amanecer. No hablan andado dos leguas cuando empezó el urac;n con tal violencia que el pueblo de Sabanalamar quedó sumergido con todos sus habitan· tes. Se hizo ltIiI pedazos en el mismo puerto el buque que llevaba los prisioneros sin que escapase nadie de él,

y los tres oficiales que qued'ndose en el barco o no sao Iiendo tan presto del pueblo hubieran experimentado igual catástrofe, se salvaron por una felicidad inaudita. Habían perdido todo su equipaje en el buque naufraga. dG, y se hallaban casi desnudos; pero los ingleses los trataban con aquella estimación que la justicia rinde al méritG a pesar de la enemistad, cGnsiderando y con razón la buena defensa que hablan hecho del castillo de San Juan, como la causa principal de haberse malogrado aquella empresa". (16)

No debemos pasar por alto esta última observación de Sa¡lvedra, pues indudablemente que si Polson se hu· bierC! dirigido al interior del pa!s ignorandG el pequeño fuerte del San Juan o hubiera éste sucumbido luego, las fuerzas inglesas hubieran quedado victoriosas.

7 - Evaluación Final

El servicio mayor que el mundo hispánico prestara a la causa de Independencia americana nG estribó en la alianza de España y las Colonias rebeldes que Carlos 11I nG podla lógicamente firmar, sino en la declaración de guerra a la Gran Bretaña por la que consiguió distraer sus esfuerzos lIevandG la guerra a América española y

aliviando simultáneamente la presión que las fuerzas inglesas ejercian sobre las trGpas del General Jorge Wash· ington. En este respecto, y considerada la estrategia de la época, el servicio prestado por España a IGS Estados Unidos fue superior a que si hubiera unido sus fuerzas a las americanas y hubieran presentado batalla conjunta. -

(18) S•• vecln. O... tlt.•ah lB/XI/U8•.

En esta otra forma, en cambio, Inglaterra se vio precisada a hacer Un despliegue de fuerzas sin precedente en ,un teatro bélico que suponla varios miles de kilómetros. La batalla de Nicaragua, por e¡emplo, supuso de menos pa· ra Washington: tres mil tropas, bastantes barcos de gue– rra y transportes, municiones,. armamentos y vituallas que de otra manera hubieran pesado sobre los ya muy urgi· dos colonol.

Tal vez nada resuma la aportación española como las siguientes palabras de uno de los mejores historiado· res de este conflicto, Juan F. Yela Utrilla: "La declaración de guerra hecha a la Gran Bretaña por nuestro GobiernG on 1779 señala por sí sola lo más importante de nuestra intervención en el logro de la independencia colonial. Es cierto que entramos en la guerra anglo·franco-americana sin un pacto o convención ,previa eón los americanos y sin haber reconocido siquiera su independencia; no enviamos ejércitG alguno expedicionario a pelear por la libertad norteámericana y perseguimos, si cabe, principalmente nuestros intereses; pero no obstante todo esto, al poner· nos frente al poder británicG con todas nuestras fuerzas, dividiéndole y haciéndole atender a tantos sitios diversos, prestamGs a 1.. Colonias un servicio infinitamente mayor que hubiera sido el de enviar ejércitos españoles a Nor· teamérlca, que hubieran podido ser superados por las fuerzas inglesas, no teniendG que atender sino a un único punto, donde se habrlan acumuladG sin duda alguna todos sus esfuerzos". (17)

Nicaragua aprendi6 la lección y se preparó para cualquier futura invasión. El tantas veces referido don FranciscG Saavedra, simpática personalidad política del siglG XVIII que comenzaba entOnces una carrera que ha· bía de culminar en el Ministerio de Estado, se interesó vivamente por nuestra .ituación a penas libertado de Jamaica. El 15 de FebrerG de 1781 informaba al Minis· tro de Indias, don José de Gálvez, lo que hasta entonces había hechG para repeler cualquier ataque fulUlO a Nica·· ragua: envió como primera provisión a Guatemala para informar al Presidente don Matlas de Gálvez (hermano de don José) a don AiltGnio Antoniotti, uno de los sobrevi· vientes del Castillo; había conseguido que se enviaran de Nueva España cuatrocientos hombres para reforzar las tropas de Nicaragua; se urgió al Virrey de Santa Fe para que enviara al Gobernador de Nicaragua t1esde Panamá toda la artillería posible, y desde la Habáilil el mismo Saavedra envió cien quintales de p6lvora. Dispuso se estableciera una constante vigilancia en barco de las cos– tas de Nicaragua y estableció un correo regular quince· nal entre el ,puerto cubano de Batabanó y la costa de Honduras. (18)

Los años siguientes, hasta lá firma del tratado de paz can Inglaterra Nicaragua se mantuvo en pie de guerra, vigilante ante los ataques ingleses que después de su derrGta se redujeron a azuzar a zambos y mosquitos para que molestaran las poblaciones vecinas, sin mayores con· secuencias. Corta fue, si se quiere, la contribución nica· ragüense a la guerra de independencia americana, corta pero eficaz y por lo mismo digna de tenerse en cuenta y

sacarla del olvido.

(17) Dr. Joan F. V.la UtrlJla. OP. cit. 1,781.

(18) S.avedra a :Jolé de Gálvez. H~b"na, 15/11/1181. ~18f borrador au–

taufo. En Archivo 8a.v~ra. SevUla•

.....,.5-

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