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de tropos para custodiar o los desterrados. La guarnición chocó con un grupo de exaltados en

la Calle Atravesada llamado la Gran Vía y se produjo uno balacera endemoniada de la cual re– sultaron muertos el Director de Policía, por el lado oficial, y el joven Miguel Bolaños por los in– surrectos. Mi cuñada Mercedes Zavala de Cuadra iba a despedir a su padre a lo estación de

ferrocarril, en un coche de propiedad particular de mi madre la cual quiso hacerle compañía o

lo nuera, y además en el mismo coche para servirle o los dos iba mi tío José Posos. Marchando a lo media Cal/e Atravesada el peligro era grande y mi tío le ordenó al cochero que diera la vuel–

ta para atrás. Cuando hacían esa operación, más de una bala perforó el toldo del coche. En–

tonces mi tío dispuso que se bajaran las señoras, y cuandO lo hada mí madre apoyada en su

mano, un tiro de rifle Remington le destrozó completamente el brazo a mi tío José y faltándole el apoyo a mi madre cayó tendido en el suelo. En el lugar del suceso corrió la voz de que mi

madre había muerto, y yo fuí en carrera desde mi casa con esa amarguísima impresión. Mi ma–

dre estabci sana, pero la herido de mi tío era grave. De pasada ví el cadáver de Miguel Bolaños custodiódo por unos soldados, tendido en uno ocera.

Por lo gravedad de esa herida murió mi tío José el 8 de septiembre. La fataíidad de ese choque exacerbó más y más los ánimos y plontió el problema sin más solución que la violenta. Cuando mi tío José murió fuí yo a darle la noticio a m tío Juan Aurelio Cuadra anciano de más de ochenta años.

Estos dos tíos que ocupaban los cqbeceras de la larga mesa de comer de mi casa se que· rlan mucho o pesar de que vivían en ~.tern~ contradicción. Nunca venía de Europa el tío José

sin traerle un regalo aparente al tío Juan Aurelio. Era éste españolista y realista 01 extremo que nunca llamaba a lo independencia por su título sino que decía la indescencia. Cuando le dí lo

noticio Sé lanzó de lo como y se puso o /Jorar con gemidos. Me dijo el tío Juan Aurelio: --Me duele m6s esto porque alguno culpo tiene José Vicente. Asustado le dije: -. -Cómo va a creer-.-,

tío Juan Aurel/o. Si, hombre -me contestó, porque tuvo el poder en sus manos y no se lo devol– vió 01 rey de España paro, que tornaran el orden y lo paz o Nicaragua.

Estaba ya gravemente enfermo el ex-Presidente don Fernando Guzmón y se esperaba su muerte de un momento o otro. Llegó ésto, y don Fernando entregó su vida ilustre á /0 historio El entierro fue solemne. Vino uno sección de /a guardia de honor presidencial paro tributarle los honores. En todos los diferentes discursos la palabro fue incendiario, por último uno que pro– nunciaba en el atrio de la Merced, subió tanto el tono, qu~ se prodl.Jjo un arremolinomiento que afectó al ejército. Los soldados pusieron rodilla en tierra, cargaro{l sus rifles y apuntaron a la concurrencia. Se produjo gron páníco y la concurrencia se dispersó totalmente.

",

A mi tlo Vicente le tocaba llevar una de las cintas del féretro y permaneció tranquilo y

sigui6 el curso del entIerro con su cinta en la mano hasta I/egar 01 cementerio. Marchaba rodea–

do de mis hermanos mayores y asl regresó del cementerio.

Se quedó mi tío Vicente en mi casa en una numerosa tertulia formada de mi madre, de mis hermanos y de los hijos moyores del tío Vicente. El principió a lamentarse de lo soledad que sentía por lo muerte de su amigo íntimo don Fernando Guzmán. Fueron en reolidad compañeros desde la juventud. Todos los días por /0 tarde lIegoba don Fernando o Id casa,de mi tío y se sen–

taban recostados contra la pared en el corredor inte/io; de la oficina del tío 'Vicente, conversa– ban, comentaban sus cosas viejas y nuevos y con frecuencia reían a carcajadas. Una vez Agustín Cuadra el hijo menor del tío Vicente me preguntó: -De qué diablos se reirán tanto estos vie– .

~ JOs. ..•

A sus amorgas quejos por lo tal soledad, mi madre le replicó haciéndole ver que él nunca estaría solo, porque le rodeábamos como jefe, ella, los hijos de él y todos nosotros los Cuadra

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