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« Previous Page Table of Contents Next Page »proyecfo, se lo dieron y cuando cenó se dis– puso a parfir para Boaco a donde llegó muy después de haber anochecido.
Don Pedro era hombre de frascas, su tra– go jamás bajaba de una cuaria; era medio bravucón, medio pendenciero, decidor, dicha– rachero, inteligenie, mentiroso de oficio, na– rrador incorregible de pasadas en las que generalmente salía a bailar su humanidad; pero con todo y tal carácter era honrado, cumplido con sus obligaciones y afufiaba a pesar de sus guayolas y sus debilidades un corazón sano y bien puesto que le abría la sirnpaiía al través de sus taras y pequeñeces indiscutibles.
Su defecto mayor et"a el guaro, cuando veía una botella perdía la serenidad, fras de una pescuezona no le importaba ir hasta Teo– tecacinie y cuando se echaba el primer baiazo su ego se diluía por entero y tomaba posesión de su vehículo humano un espíritu terrible– mente provocador y pendenciero.
Ya en el Pueblo don Pedro buscó a una su vieja jaña que había ienido al comienzo de sus andanzas muchachiles, la enconiró y como hacían años que la había p,erdido de vista se sorprendió de hallarla desclavijada, gualió con ella lnás de lo necesario, la mandó a buscar a Mombachíto una media de guari– fufis que se la enl.pinó de un viaje y cuando el reloj de la Parroquia dio las once, cogió el camino de la querencia fUera na.
La alegría que le dio la renovación de los an±íguos amores, unida al vigor y valen– tía que le brindó el riafazo mediabotelluno lo hicieron olvidar su misión, la que le recor– dó el propio Cadejo algo adelante de Los Chi– 1amates apariándosele y luego parándosele en dos patas poniendo és1as para guardar la po–
sición averlicalada sobre una de sus piernas encueradas a pesar del paso que llevaba la cabalgadura que montaba la cual iba a todo chifle.
Tal muestra de cariño le disipó por en– tero la ñublina del aguardiente y volviendo en sí, sintió pavor del misterioso compañero que de manera tan za1amerosa lo saludaba; pero con iodo y sus femores no se defuvo y prosiguió el camino haciéndose ojos para ob– servar a su acompañante que lo seguía colonero.
Don Pedro repitió las giras unas diez ve– ces más en el férmino de un mes, al final de
éste había hecho in±imidad con el animalejo que proteje a los hombres demasiado tunan~
tes y a quienes no les hace nada mienlras no lo amenacen ni lo lapiden bajo el impul– so de un desmedido paniquín.
En fal época ya se aproxiInaba la fies– fa de Santiago, patrono de la ciudad, y don Pedro se decía interiormente:
-Con esíe caballo que el Patrón me ha
dado para mi silla y con este nuevo amigofe que tengo, bien pudo pegarme una papalina
y hacer un molote sin que me pase nada, aUn~
que por borracho me atacaran diez, me siguie_ ra la escolta y de ipegüe se agregaran jueces para barzoniarme.
No hay duda que en esos monólogos lo que entonaba a don Pedro y lo aupaba en sus deches ínfimos, era el deseo de probar si semejante amistad era una garantía en la que podía confiar en cualquier circunsfancia difícil que Se le presentara, o si por el contra_ rio sólo era un znanojo de pambas inservi_ bles, motivo indudable por el cual su inquie_ tud lo llevaba a cavilar continuamente en su interior de la manera con que lo hacía.
Pasaron los días y con ellos las fechas y
al desfilar, un sol de fantos, se hizo presente la celebración de Sanfiago el Mayor; la con. cierlería de La Trinidad bajó a Boaco, y la pa. nandiada fue a1roz, desmesuradp-, sin límites, hasia perder la cabeza.
A pesar de semejanfe guarapefiada don Pedro se mantuvo abstemio hasia úl±ima hora, capió el bulto de diferentes maneras; aburri– do de verlo juir del guaro y con deseo de ras– carse con él, su amigo Socorro Salinas le pre– guntó de sopapo:
-Bueno, pañiya Pedro, por qué se ha vuello juidor?'
-Hombré, Socarrító, andamos aquí todos los campistas de la Hacienda, fados somos co– zno hermanos, pero ya con guaro todos cam· biamos de carácter y pos volvernos penden· cieros y yo irato de evitar.
-Qué le debe alguno de los muchachos algún freno?
-No, nada de eso; pero anda con noso– iros Fausfíno Amador y este jincho tan luego se mete sus mecafazos lo primero que se le viene a la cabeza es buscar camorra, y yo ien· go mala juma.
-Pero, si es sólo eso, enfre fados lo de– tenemos y lo entramojamos.
-No, pañíya Socorro; Faustino nunca ha querido a mi hermano Justo, como yo soy muy unido con éste, tampoco me quiere a mí
y si me ve con mis quemones me va a pravo' cal." por cualquier fonfera.
-Fero se los eche o no se los eche, si él
se almareya lo buscará para jocharlo.
-Eso ya es dHerente, él estará mamade y yo bueno y en fal caso con la jupa limpiE me aparto si quiero yola penqueyo si mE
parece, la cuestión es de juicio según se pre senie el caso.
-Tiene razón, pañiya Pedro.
-SabE;! lo que he pensado, pañiya Se corro?
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