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la presentación hecha por los Religiosos Franciscanos al Sr. Presiden fe, dijo: qe. respecto a que se dke y se da por cierto en esta ciudad que el Presbítero Don José Anto. Mexia Religioso que fué de San Fran– cisco, dirigió a los Religiosos del primer ocurso que tramitaron de la nulidad del Capítulo de ochocientos dos, y también el qe. se celebró en ochocientos quatro de cte. de uno y otro resultaron tantas disen– ciones en los Claustros Franciscanos, pre– sume el declarante, qc. como amigo ínfi– mo q. es de Fr. José .Anto. Bonilla cuyo Capítulo se anuló por S. M. quie1a llevar adelante sus mísmas direcciones; qe. está en la verdad en cargo del juramento fho. en qe. se afirma y ratifica; que ha ocurri– do a dar esta declaración, por haberla presentado las paries y llamándolo SSo, con qn. firmó de qe. doy feé. - Vilchez - Rafael Ag. Ayestas - Ante mí - Tho– ribio Ramírez". (Arch. particular).

Leyenda del Padre Urquiza

Como se ve, en los documentos que dejo trascritos, existía entre los frailes del Convento, el Rvdo. Fr. Mariano Urquiza, de gran fondo religioso, dedicado casi. siempre, a la coniemplación mística de la

Ol ación. En la Capilla del Convenio, la Iglesia de San Francisco, se veneraba co– mo actualmente se venera, la imagen del Cristo de la agonía, o de la Vera-Cr-uz, co– mo la llama el Padre Lamadrid, expuesta en un aliar del mas puro plateresco espa– ñol, que aún existe todavía como recuer– do ciedo, de la riqueza material y artís– tico, de aquellos lejanos tiempos de gra– to sabor histórico.

Todos los días al toque del alba se arrodillaba el Padre Urquiza, ante el Cris– io agonizante, y allí pasaba la mayoría de las horas; pero su oración era más pro– funda. de más intensa emoción, de mayor entregamiento, y aun de más largo tiem– po, ,al toque de ánimas, a las ocho de la noche. En aquel rincón de silencio con éxiasis de misterios y de ensueños, a la luz de unas velas modecinas, y, ante aquellos reflejos de muerte que revelan los ojos apagados del Cristo; el Padre Ur– quiza, recogiendo en secreto su propia vi– da, la ofrendaba en soliloquios de amor al divino Crucificado; y allí se quedaba, allí permanecía, hasta que, el lego del Convento cansado por el sueño, lo llama– ba y suplicante lo conducía a su celda, para poder apagar las luces y cerrar las puerías inferiores de la Iglesia.

Carlos Se llamaba el "lego", y éste so– bre nombre lo trasmitió a su familia, per– durando en ella, a :!:ravé.s de la C!-is:tanciaf

era un hombre según los relatos hoga! e– ños bribón y "zanganejo", '11.10 vivía al re– galado am.paro de los frailes del Conven– io, a quienes hacía diabluras constanfe– 1non±e por ser un verdadero zorrastrón.

Cansado ya este lego de los desvelos y molestias que le causaban las oraciones con±ínuadas del Padre Urquiza, y más que todas, las de las ocho de la noche, le jugó una acción pesada, que por poco le cues–

ta la vida al Rvdo. Padre. Con la debi– da precaución de no ser visto, desclavó el brazo derecho del Cristo, y ya así, esperó la entrada de la noche; llegada ésta, abre la puerta de vid.rio del altar, se arrebuja bien adentro, y, espera la llegada del

m.ár±ir de su rara broma. Las campanas de Catedral empiezan a doblar; las som– bras de la Iglesia 1 evientan en sonidos l'tlis±eriosos, y la voz del Padre Urquiza levanta en el" incienso de sus palabras, su mística 01 ación; momento preciso, en el que, la mano desprendida del Cristo, ma– nejada por el lego, se extiende hacia el Padre, y haciéndola dar un giro hacia la boca del mismo Cristo, le dice con eco de uBra-iumba: "Hasta aquí me tenés Ur– quiza". El Padre cayó sin sentido.

Se supo la mala acción del lego, por– que arrepentido de ella, se la reveló al Superior del Convento, pidiéndole perdón.

La expulsión de las Ordenes religiosas

Esta Orden franciscana que ocupaba el Convento erigido por el P. Fr. Pedro de Zúñiga y en que, actualmente se encuen– ira el Instituto Nacional de Occidente, de cuya inauguración hablaremos en su tiempo respedivo; la de los Recolectas, que habitaban el Convento de la Recolec– ción, de cuya Iglesia hablaremos en Ca– pítulo especial; la de los Hermanos de San Juan de Dios, que ocupaban y regen– taban el Hospital de Santa Catalina, de que ya hablamos; fueron extinguidas por Decreto federal de 7 de Septiembre de 1829, en el que se declaró, que la Na– ción no reconoce Ordenes religiosas ni la perpeiuidad de sus votos; y por Decreto de 8 de Enero de 1830, fueron abolidos los es.f:ablecimien!os monásticos, el cual, en su Art. 19 dice: "Quedan para siempre abolidos en el Estado, los Establecimientos m.onásticos nombrados de "SAN FRANCIS–

Ca", LA MERCED" y "RECO¡:'ECCION". Des– pués, por Decre!o legislativo de 5 de Mar– zo de 1830, se declaró propiedad del Es– lado las ±emporalidades de los extingui– dos Monasterios. {Ari. 1 9 J. Este mismo Decreto en su Art. 7. dice: "Las Casas Con– ventos de los Monasterios serán destina– dos por el Gobierno con aC\1erdo del Con-

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