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« Previous Page Table of Contents Next Page »o él rnajés:l:uoso vaivén del divino Cruci– ficado en la grandiosa procesión, derra– ma con fe inquebrantable el hontanar de amor por el Santo de su devoción. Es una procesión insuprimible, porque es de sólida fe, en día y horas que no alieran en nadé, los especiales ritos de la Santa Semana. .
Se dice de San Benito que, no obstan– te de su bondad tan demostrada, aplica benévolos castigos a los que, por uno u otro motivo, intentan restringir de alguna manera el culto que se le hace.
Cuenta la tradición popular, que, por los años de 1871 o 1872, siendo Obispo de Nicaragua el doctor Manuel Ulloa y Calvo, auténtico leonés, y de basta obra espiritual y material en su gobierno, dis– puso al acercarse la Semana Santa de uno de esos años, que no se hiciese la rome– ría del Santo en el interior de la Iglesia; y sucedió lo sorprendente. Al amanecer del Lunes Santo, no pudo bajar de la ca– ma el Ilustríshno Señor Obispo, porque fe– nía muy inflamados los pies; la familia se alarma con justicia; pero, el Excelenti– simo Prelado se sonríe con pafernal dul– zura. y dice tranquilamente a los que le rodeaban: "no hay cuidado ninguno, ya
luego estaré bueno", y pocos momentos después, bajaba completamente sano. In~
mediatamente se dirigió a la Ig'1esia que a menos de una cuadra distaba de su ca– sa, y llamando a una de las promesantes que repar±í.a "chicha", le dice: "en el nom– bre de San Benito déme un poquito de chicha". Naturalmente, asombrada ésta, se la brinda en un blanco "guacal", pero el Príncipe de la Iglesia, coge con preste– za el sucio "guacal" de un mendigo, y toma en él, la "chicha" de San Benito. Este llustrísirno Obispo fue consagra– do en 1866 en la Catedral de León, como Obispo de Limira y Coadjutor del Obispa– do de Nicaragua con sucesión a él, razón por la cual, al trasladarse el Obispo de Ni– caragua Monseñor Piñol al Arzobispado de Guatemala, le dio posesión de la Dió– cesis al Obispo Ulloa. El Cabildo eclesiás– tico se negó a reconocerlo alegando la nu– lidad de la posesión. Sometida esta di– ficultad al Congreso en virtud del Concor– dato entre la Iglesia con el Estado, remi– tió el Congreso las diligencias a Roma, la que, confirmó la posesión.
Fue miembro del Concilio Vaticano que declaró el dogma de la infalibilidad del Papa.
1679
el 'Palacio epi6copal
León, cabecera de gobierno de la Iglesia de Nicaragua y Costa Rica; centro de residencia del Obispo, con ya magna Catedral; no tenía en este año de 1679, una morada propia y especial en la que pudiera vivir con la comodidad y elegan– cia necesaria a su realeza, el Príncipe de la Iglesia leonisense.
A la muerte del Obispo de la Diócesis, Fray Alonso Bravo de Laguna, eS electo Obispo de Nicaragua y Costa Rica, Fray Andrés de la Navas y Quevedo, natural de Baza, España; de la Real y Militar Or– den de la Merced, en 13 de Septiembre de 1677, y consagrado en Guatemala en la Iglesia de su Orden el 30 de Noviembre de 1678, por el Ilustrísimo Dr. Juan de Or– tega y Montañes. Llega a León y se en– cuentra sin morada, sin casa propia, y se instala en provisional vivienda con t9da paciencia y resignación. Pero existe en la ciudad don Bartolomé Roque, con ca– sa en que reside en una de las esquinas de la plaza principal frontera a Catedral;
y hombre de corazón cristiano, con espí-
riiu de iniciafiva y de fervor que carac– teriza al hidalgo castellano, promete al Señor Obispo De las Navas y Quevedo, de– jarle su casa a la hora de su mueríe, para que sea Palacio Episcopal y residencia perpetua de su Señoría, y de los demás Obispos sucesores.
Asi la promesa, se llega el momento en que Roque se siente "enfermo de su cuerpo mas sano de voluntad" I y dando cumplimiento a ella, llama al Escribano Real, Público y de Cabildo, don Nicolás de Solórzano, que ejercía en León y El Realejo hasfa más o menos el año de 1688,
ante quien otorga su testamento, en el Protocolo que este Notario llevó en el año de 1679. (Este Protocolo yo lo encontré en el Archivo Municipal de esla ciudad, donde se halla)
Poco tiempo después, muere don Bar– ±olomé Roque; su cuerpo vuelve al polvo de donde viene, pero su magnánima obra de buen cristiano se refleja a lo largo de los siglos.
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