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« Previous Page Table of Contents Next Page »propia la herencia de' valores hispánicos. A través de su
~an9re indlgena comprende y asimila esta herencia his– pánica en su capacidad de fecundación espiritual y la re– !leja y ,proyecta en su dimensión universal. _Lo indlgena
~s sublimado en lo hispánico, es asumido por lo hispá– nico y cristianizado y proyectado dentro de la Cultura de Occidente y en función de Historia universal.
Otro gran poeta nuestro, Joaquín Pasos, ha expresa– do maravillosamente en su "Villancicó Indio'! esta milagro–
u srntesis de mestización sanguínea y espiritual que se realb:a en América por obra y gracia de 111 Hispanidad:
Un indio nuevo ha nacido, un indio nacido hoy,
hoy mismo a la media noche el indio nuevo nació.
En una trasposición poética del misterio de la reden– ción y del nacimiento de Cristo a nuestra Historia ameri· cana, Joaquin Pasos entona un villancico al nacimiento del hqmbre nuevo de América, del indio nuevo nacido a la Historia y a la Civilización CI istiana Occidental y el alma redentoras de España, conjunción expresadll y sintetizada estupendamente en los siguientes versos:
¿Es un indio todo indio o un indio medio español? Es un español todo indio, un indio todo español.
y más adelante por via de reiteración parafrástica:
¿Es un españolo un indio? Es un indio como yo, español como todo indio, tan espllñol como vos
y en la última estro~a la explicación teológica y toronaclon cristiana del sentido vital de la Hisp¡midad, Concilio de Trento, igualdad y hermandad de todos los I.ombres bajo la paternidad de Dios:
y si dudáis de su sangre española, mi señor, diga la Virgen de Españll si ese indío es su hijo o no.
Nadie como Rubén Darío encarna Else indio nuevo, ese hombre nuevo de América, ese indio todo español.
Pareciera que al escribir su Villancico Indio, Joaquín Pa– sos hubiera estado pensando en Rubén y recordado aque– llas autodefiniciones que hace en "Historia de mis libros": "idiosincracia calentada a sol de trópico"; "español de
Améri~a y americano de España"; y aquella frase de las lJiluciclaciones del Canto Errante; "Yo sin ser español de nacimiento, pero ciudadano de la lengua"; y desde lue– go más insistentemente en el soneto en que dice:
Yo siempre fuí por alma y por cabeza, español de conciencia, obra y deseo, y yo nada concibo y nada veo sino español por mi naturaleza.
A través de toda la obra poética de Rubén encontra– nlOs Un constante'testimonio de afirmación y admiración cíe los valores, éticos y sociales del hombre hispánico y
cla' adhesión al sentido hispánico de la vida; testimonio
múltiple y radical que demuestra que su hilpanismo no era una pose artfstica o intelectual sino una actitud pro– fundamente óntíca, orgánica y natural que le nacía de lo más hondo de su humanidad mestiza.
"La España que yo defiendo- escribe en un vibran– te artfculo con motivo de la guerra hispano-yanqui_ Se llama hidalguía,' ideal, nobleza".
Poemas como "Cosas del Cid", "Al Rey Osear", "Cyrano en España", los sonetos a Góngora, Velásquez y
Cervantes, la "Letanía de Nuestro Señor Don Quijote", etc, etc., son un canto sostenido al honor, a la hidalguía,
y a todas las vitrudes del esprritu hispano y a supervi– vencia e inmortalidad, porque
"Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire, mientras la onda cordial aliente un sueño, mientras haya una viva pasión, un noble empeño, un buscado imposible, una imposible haz~ña,
una Amélica oculta que hallar, vivirá España
(Al Rey Oscar) "His;pania por siempre", exclama comentando su his– panismo de "Cantos de Vida y Esperanza", y explica: "Yo habia vivido allá algún tiempo y había revivido en mí alientos ancestrales".
y luego su profundo sentido religioso que lo llace confesar en "Historia de mis libros": "Me he llenado de congoja cuando he examinado el fondo de mis creencias
y no he encontrado suficientemente maciza mi fé.... Me he lanzado a Dios como un refugio; me he asido a la ple– garia como de un paracaídas". Sentido religioso éste de indiscutible raigambre hispánica en su doble vertiente: la individual y la social o histórica.
Pedro Salinas señala cómo Rubén Darío "se suma al gran escuadrón de los poetas españoles -desde el can– ciller AYllla a Unamuno- que hicieron alma de su obra a la angustia del pecador y su pecado".
Así en su trance personal clama Rubén desde el fon– clo de su alma:
"Jesús, inco:..parable perdonador de injurias
dame contra el sañudo infierno una gracia lustral de iras y IlJjurias".
y cuando se calza el coturno del vate y eleva su can– tó sobre la Historia, al viejo Roosevelt imperialista le en– rostra en nombre de "la América católica, la América cs– pañola":
y pues contáis con todo, falta una cosa: Dios"
y cont~mplando el mundo agitlldo de su época, con fervor apocalíptico exclama:
"¡Oh Señor Jesucristo, por qué tardas, qué esperas para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer ondear al viento las divinas banderasl" A esta poderosa tradición hispánica de valores éti– cos individuales que aflora en la obra de Rubén desde lo más hondo de su humanidad como una actitud anfmica vital, corresponde en su quehacer· artístico un vigoroso sentido de continuidad cultural que lo vincúla a la mils auténtica tradición del Arte y la literatura hispánicos.
La revoluci6n literaria de Darío se enraiza en el más sólido terreno de los clásicos españoles, que leyó desde
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