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"Nada, pues, de Universidad meramente instructiva, sino Universidad integralmente formadora. No Univer· sidad que ilustre las. inteligencias tan s610, sino Universi· dad que prepare también el corazón. No queremos úni· camente sabios, sino, además hombres rectos, gente que

sie~ta arder en su pecho la llama de la caridad cristiana, del fervor patrio, del anhelo de justicia" (12).

El Instituto de Filosofía de la Facultad de Humanida· des y Ciencias de Montevideo presentó al público latino– americano en 1959, una serie de textos fundamentales re– lativos a la universidad alemana, la cual -destaca Juan Uambias de Azevedo, el notable iusfil6sofo autor de "EIDETlCA y APORETICA DEL DERECHO" - "tal como fiJe concebida y organizada desde principios del siglo XIX, ha sido estimada, con razón, como una de las más altas manifestaciones de su género" (13).

En dicha obra alterna el pensamiento de Fichte con el de Schleimarcher, el de Humboldt con el de De Lagarde con el de Max Weber, Scheler y Jaspers.

El mismo L1ambías de Azevedo hace notar que la pu· blicación de esa importantísima obra que reune directivos disímiles ("inconciliables", como dice este jurista y fil6so– fo), quiere demostrar fundamentalmente que una renova· ci6n de la universidad no puede ser obra de ninguna ley, si esta no viene ya impregnada de un espíritu, de una idea o paradigma que haya presidido a su formulación. En esa idea y de esa idea -dice- han de vivir 105 hom· bres concretos: profesores y estudiantes. Pues la instilu· ci6n como tal, al encarnar la idea, amenaza petrificarla, a menos que sus hombres conservándola viva en elos, ani· men también a la universidad desde dentro.

En el caso de la Universidad Centroamericana, ella ha nacido a la vida de la cultura nicaragüense como una promesa largo tiempo acariciada que se transforma en realidad. Ella ha traído -consciente o inconscienté- re· novaci6n e inquietud a nuestro medio. Gracias a la nue· va Universidad, se inici6 en Nicaragua una carrera por la supremacía cultural que no ha podido sino brIndar ópti. mos frutos a la Nación, ya que la competencia en el plano de la cultura es nécesaria para que el país alcance un ni· vel más alto en la escala de las realizaciones del espíritu. Dijimos al comienzo de nuestro estudio que era nece– sario situar al hombre de nuestro tiempo -al protagonis– ta de la historia contemporánea- en SU escenario de mediados del siglo veinte. Digamos ahora, con Max Scheler, que es hoy más necesario que nunca la misión de una verdadera "antropología filos6fica" (14).

Porque -como lo pone de manifiesto leopoldo

Ze~- "Nuestra época, a diferencia de otras, se ha caraca

~erlzado por una preocupación: querer saber qué es el ombre. Ese ente que somos nosotros mismos .ese ente que es el mismo que se ha planteado la cuestión se ha hecho problema a sí mismo. Pero no es extraño ~\le sea

n~~stra época la que se haya planteado el problema de q e cosa sea ese ente llamado hombre porque es en t' .' t'bl nues ra epOCll en la cual lo que era evidentlJ, indiscu-

~ e, se ha hecho problema. Siempre, en toda época, el ombre ha tenido una idea de sí mismo,' pero es en nues-

~, . b pOca en la cual el hombre se ha quedado sin idea so re cualquier cosa: en toda época el hombre sab&-algo acerca de cu 1 I . a ,sea su puesto en e Universo, en el cosmos;

pero ahora cuando no sabe en realidad cual sea éste. En una época, como la nuestra, en la que el hombre cuenta cada vez menos, la existencia de éste, consecuentemente tiene que hacerse más y más problemática" (15). '

También el Dr. Alexis Carrel en su renombrada obra "LA INCOGNITA DEL HOMBRE" (16) demanda la ulgen– cia de una nueva "ciencia del hombre" sintética al mismo tiempo que analítica, porque éste es unidad al mismo tiempo que multiplicidad.

Nuestra época -nuestra "circunstancia"- hace neo cesaria e ineludible una renovación. El mismo Carrel lo señala lapidariamente: "Para progresar de nuevo, el hombre tiene que reconstruirse. Y 110 puede hacerlo sin sufrir. Porque es

iI la vez mármol y escultor. Para descu– brir su verdadero rostro tiene que destronr a martilluos su propia substancia" (17).

y la Universidad Centroamericana llega -en buena hora- para brindar a los nicarag'üenses su personal vi· sión del hombre y de la vida: su "Weltanschauung". La misión de la Universidad de nuestro tiempo y de nuestro mundo -dividido trágicamente en hemisferios ideológicos y políticos- no es sólo la ciencia sino la con· ciencia. El hombre contemporáneo no puede encerrarse en ninguna "torre de márfil" y separarse del mundo. Un gran sabio jesuita -el discutido pero no por ello menos genial hombre de ciencia y filósofo renovador P. Teilhard de Chardin- afirmaba categóricemente que "Económica y espiritualmente hablando, la edad de las civilizaciones ha terminado; comienza el de la civili· zación" (18).

No hemos de continuar -por razones de espacio– con un tema de tanta trascendencia como es el de la oportunidad de la fundaci6n de la Universidad Centroa– mericana en Nicaragua y de las necesidades que ella ha venido a llenar en nuestra época y en nuestro medio. Tampoco habremos de extendernos más cerca de un te– ma _el de las Universidades- al que se han referido, antes que nosotros, pensadores de las más apuestas po– siciones ideológicas y culturales (1 S}.

Para terminar, queremos reproducir aquí las nota· bies frases con que un distinguido pensador cat6lico -el R.P. Doctor Florentino Idoate, S J.- di6 apertura al Curso 1962·1963 de la Universidad Centroamericana. Dijo asi el ilustre orador: "El Cristianismo en concreto recoge en sjntesis totalizador toda la realidad circundante sin excluir ninguna parte o aspecto, ni sacrificar element~

alguno. La materia y el espiritu son diferentes pero no separados del hombre. La materia se convierte en ins· trumento del espíritu. El cosmo tiene un valor propio pero inseparable del espíritu. El hombre, una dignidad soberana donde están inscritos derechos imprescindibles no concedidos por ningún poder humano. La belleza del mundo es una manifestación de Dios; lo que el hombre debe añadir a la belleza del mundo transformándolo es una manifestación de su espíritu creador" (16).

Como lo señalan los psicólogos de la Gestalt: la fi– gura tiene forma, el fondo carece de ella Pero ambos -agregaríamos nosotro5- so,( aspectos inseparables de una misma Realidad.

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