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en el manejo 11 trato de eótucliant~M,
óa.cacloó de "U experiencia en cnicaragua
l.-Hay que tener a los muchachos contentos. Para esto hay que pensar y discurrir y trabajar y, en ge· neral, fastidiarse bastante. Pero es uno de los grandes medios de ganarse el corazón y ejercer autoridad con suavidad y eficacia. Por lo demás, en una división descontenta, ni se rexa ni se estudia, y la murmuración y
la carne hacen su agosto.
2.-Nada da tanta autoridad como uoa vigilancia eficaz, discl'eta y continuada. Tampoco hay nada tan molesto y, por lo mismo, tan fácil de deiar~orrer.
3.-Nada resta tanto a la autoridad como el dejar pasar las faltas.
4 -Los castigos generales suponen o ineptitud o peleza o las dos cosas a la vez.
S.-Se necesita un sentido de honor y de justicia muy bien aquilatado. Si no, se deforman las concien· cias de los alumnos.
6.-Hace falta un amor recio, sincelo, humano y nada sentimental hacia los alumnos. Sólo se dejan curar por un¡¡ mano cariñosa.
7.-Poco o nada se logra sólo por el temor. Sin embargo, es menester que los muchachos palpen, tras la mano que acaricia, el músculo recio que puede y sabe apretar.
S.-Urge ganar la amistad personal -cora;zón a corazón, hombre a hombl'e- de los muchachos. De otro modo el influjo es enteramente superficial.
9.-Yo creo que Dios me ha bendecido porque he trabajado más que nada por la comunión frecuente de los muchac/tos; igualmente por la propagación de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
lO.-la Vigilancia de internos es un oficio muy duro; cansa y agobia el alma por la tensión constante que exige. Sin embargo, es uno de los oficios que más influjo ejercen en la formación de los niños.
ll.-Nada hiere tanto como el desprecio de la propia, legítima autoridad.
12.-Conviene que los muchachos aprendan a amar la vida rutinaria y austera que viven en el colegio. Por eso es menester que entiendan el por qué de la disciplina; que se destierre el formalismo y que ellos palpen que la disciplina es para los muchachos y no los muchachos para la disciplina.
13.-Sin alegría, jovialidad y entusiasmo no se puede tener amistad con la juventud, que datesta -¡y con cuánta razónl- lo tieso, huraño, desabrido, sentimental y llorón.
14.-Para mí no hay cosa más importante que saber discernír cuánto puede dar de sí cada muchacho, para exigirle "eso" con firme;za y bondad. Reflexionan do sobre mi vida de colegial, pienso que la pasmosa efi· cacia de C. C. Martindale (cuyo igual no he conocido aú n) provenía de que sabra distinguir tan bien lo que: era temperamento de lo que era protervia.
lS.-EI cansancio produce mal humor.
16.-las faltas graves, sobre todo de aquello s de quienes se siente uno con derecho a exigir fidelidad, hieren hasta el fondo del alma y secan el cariño. "Hay que reaccionar".
l7.-La experiencia da tino y sagacidad, pero también cohibe el ímpetu. La cosa es adquirir la saga– cidad sin perder los bríos.
lS.-Si uno no obra con prudencia no será apoyado.
19.-Si los muchachos se duermen en clase es que el profesor no sabe enseñar. La elocuencia, el ner– vio y la brillantez hacen tanta falta ell la cátedra como en el púlpito.
20.-Hay muchachos que pasan largo tiempo en el colegio y se adaptan externamente a la disciplina, sin jamás adquirir su espíritu. Otros como que adquieren a Igún tiempo ese espírifu y luego lo van perdiendo, hasta que un día se encuentra uno con una cáscara seca. Hace falta, pues, estar muy sobre aviso para discernir cuánto,
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