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« Previous Page Table of Contents Next Page »to tuvo lugar en el siglo XVIII con el Iluminismo; este es· píritu de fraternidal y progreso, así como un incremento constante de los conocimientos, es dado encontrar en am– plia medida en 105 primeros documentos de la fundilción de los Estados Unidos y también en Jefferson.
Poco antes que Newlon, Hobbes escribía "Las cien· cias representan un pequeño mundo aparte" y añadía que la razón de esto era que solamente los hombres de cien· cia sabían con exactitud de qué se trataba. Un siglo des· pués todos los escritores decían exactamente lo contrario y fundaban sus esperanzas de libertad en los progresos de la ciencia. Este contexto en el cual han nacido las cien· cias ha pasado, en cierta medida, a formar parte de las mismas. La ciencia ha nacido en un contexto de fraterni– dad, o mejor. de hermandad universal. Alentó una visión polftica de igualdad, tolerante, pluralística, una po· lítica, en fin, a la que hoy se le aplica legítimameltte el adjetivo de "democrática". Y el resultado de ello es que también el actual mundo científico es vastísimo; un mun· do abierto, en el que, ciertamente, no todos pueden de· sempeñar ciertos cargos, no todos son sabios o primeros ministros, pero en el que todos luchan duramente contra la injusta y arbitratia exclusión de personas de un deter. minado trabajo, cargo o posición a los que las hacen ap– tas sus dotes, sus intereses. El resultado de todo ello es
que hoy nos enfrentamos con los nuevos problamas, crea· dos por las consecuencias pl'ácticas de la tecnología y por las enormes consecuencias intelectuales de la ciencia mis. Ola, en un mundo poblado por dos o tres mil millones de individuos, en una sociedad inmensa para la cual, en rea· Iidad, no se ha preparado ni previsto ninguna institución humana adecuada. Nos hallamos frente a un mundo en el cual el desarrollo constante es una de sus principales características, no solamente po r lo que respecta a las ciencias, sino también a la economía, a la tecnología, a la extensión de todas las instituciones; nadie puede leer un periódico sin darse cuenta de las consecuencias de cuanto decimos. Hemos hablado del desarrollo de la cíencia y
hemos dicho que el principio de esta evolución fue muy lento. Estoy convencido de que muchas ciencias no han experimentado todavía esa puesta en marcha inicial, o se hallan apenas en sus comienzos, si bien esto pase inob. servado para el profano. Pero el período comprendido entre los siglos XIII y XX es muy largo. Se puede medir este desarrollo de formas muy distintas, pero lo más im. portante es no incurrir en equívocos. La calidad de hom– bre de ciencia no cambia mucho con el tiempo. Cambian sus conocimientos y su poder, pero no las aIras dotes que lo hacen genial. Nosotros no tratamos de encontrar a al· guien que sea mejor que Keplero o Newton o Sófocles, ni
d~ encontrar una doctrina religiosa mejor que el Evangelio de San Mateo o que el Bhagavad·Gila. Sin embargo, las cosas se pueden medir; y así se hizo. Se pueden contar cuántas personas se dedican a las investigaciones cientí– ficas. Se puede observar todo lo que se publica. Estos dos criterios muestran que la cantidad de cogniciones científicas se duplica cada diez años. Un amigo mío ha ulculado que una revista de física, como existen tantas en los Estados Unidos o en otros países, si continuase au· mentando con el mismo ritmo con el cual aumentó duran· te el período comprendido entre 1945 y1960, en el próxi.
010 siglo pesaria más que la Tierra. En sólo quince años el volumen de compendios de química se ha cuadrupli-
cado; y en el campo de la biologia los cambios han sido todavía más rápidos. Hoy, si hablamos de hombres de ciencia, entendiendo por tales aquellas personas que de· dican su vida a la adquisión y aplicación de conocimien– tos, podemos afirmar que su número es elevadísimo. 1:!Jo
te aumento enormemente rápido, que dura desde hace más de dos siglos, significa que un muchacho aprende ell su c;ampo tan s610 una pequeña parte de lo que le hará falta saber de adulto.
Es necesario subrayar varios puntos. En primer lugar existe la tendencia a creer que todas las publicaciones que continuamente se ofrecen al público, precisamente por ser numerosísimas, tienen escasa importancia. Considero que esto no es cierto: cada uno de nosotros está obligado a leer todo lo que se publica; yo debo leer todo aquello que pertenece a mi campo. 'En todo caso, es indiscutible. mente necesario que no se permita la acumulación de co– sas banales, insignificantes, cosas que no sean verdade· ramente nuevas o que no añaden nada a lo que ya se sabía antes
El segundo punto se refiere a la objeción que hacen algunos diciendo que toda novedad hace perder el inte– rés por lo que se sabía antes y que las cosas se pueden olvidar con la misma rapidéz con la cual Se han aprendi. do. Esto es verdad sólo en parte: cuando se presenta una novedad, un gran elemento de orden nuevo, una nueva teoría, como suele decirse, o una nueva ley de la nalura– leza, gran parte de lo que anles lenía que ser recordado aisladamente se inserta en el conjunto y, en cierta medio da, se hace implícito, se simplifica. Pero 105 conocimien· tos anteriores no se pueden olviclar porque, normalmen– te, el significado de lo que se descubre en 1961 deriva de descubrimientos realizados en 1955 o 1950 o antes también, según el tiempo transcurrido desde los orígenes de la disciplina en cuestión. Se trata de cosas que han ser· vida de base para la realización de nuevos descubrimien– tos que nos proporcionan los nuevos descubrimientos, los orígenes de los conceptos básicos, del lenguaje, de las trad ¡ciones. Un tercer punto: si se considera el futuro de algo que se duplica cada año, sin duda debe llegar el mo· mento en que este aumento constante cese, por la misma razón que una revista de fisica no puede llegar 11 pesar más que la Tierra. Sabemos que llegará el momento de la saturación; y sabemos que esta situación se producirá probablemente a un nivel mucho más elevado que el ac, tual; llegará un tiempo en el cual el rítmo ele crecimiento de la ciencia no será de un volumen tal de duplicar cada diez años la cantidad de conocimientos adquiridos; sin embargo, la cantidad añadida a los conocimientos de en. tonces será mucho mayor que la de hoy. Sabemos que al final las personas que intervendrán en el proceso serán más numerosas; creemos que es necesario encontrar la forma de sacar alguna ventaja de esta situación en vez de dejarnos asustar por ella.
Efectivamente, este ritmo de aumento nos da una su· gerencia: de la misma forma que un especialista debe continuar estudiando toda la vida si quiere seguir siendo tal, podremos encontrllr también una solución para la ac– titud más común dal intelectual con respecto a su situa" ción. Es evidente que un individuo tendrá a este respec– to cierta posibilidad de elección, esto es, podrá elegir entre dos caminos distintos: por una parte podrá seguir estudiando en su campo de forma más profunda, más de·
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