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ۇucacioltale6
LUIS ALBERTO CABDALES
Nicaragua, como todos los países subdesarrollados, está siendo urgida para solucionar un laberinto de proble– mas de todo orden: políticos, económicos, laborales, edu– cacionales, sanitarios. Todo Hispano América está uro gida en el mismo sentido, y por ello han surgido Con– gresos, Mesas Redondas, Seminarios, y toda suerte de reuniones, el\ que, precipitadamente se han adoptado lecomendaciones de conjunto para todo el orbe iberoa· mericano. Se ha procedido como si ese orbe fuese UII
conjunto homogéneo, coherente, y no como es en reali– dad, un orbe heterogéneo, incoherente, que si bien tiene problemas teóricamente similares, en el orden real son distintos, y por consiguiente cada país tiene que resolver– los en diferentes modos y escalas. Sobre todo en el modo y la escala qúe le es posible resolverlos sin causar daños o atrasos, o verdaderos estragos a su desarrollo integral. En diferentes países del continente ya se han oído voces de crítica, a estos procederes improvisados. Está ya siendo invocado más sentido común, más sentido de lo real, más sentido de lo posible. Y ha de ser así ya que todos estos problemas y resoluciones, tengan los matices que tengan, los objetivos qve tengan, al fin y al cabo son problemas de índole más que todo estatal, es decir, son de orden político, y la política es pOI' esencia el arte de lo posible.
Pero todavía se oyen, ciertamente con menos es· truendos, pero ocvpando todos los instrumentos de difu. sión (tal como la propaganda comercial cuando está em· peñada en la venta de objetos innecesarios) todavía se oyen, demasiado por todas partes, las voces de los téc– nicos vt6picos y dé los febricitantes demagogos, empe– ñados en la prédica de "aceleración de crecimiento", de "aceleración educacional", de "la quema de etapas", de "revoluciones populares", de "revoluciones silenciosas", como si pudieran violar las leyes de la naturaleza, que no admiten aceleración alguna, sin su consiguiente pena y destrucción. Olvidan una antigua verdad que ha sido recordada recientemente por un Nobel de la Biología, Ale)l:is Carrel: "Dios puede perdonar las violaciones a las leyes de la naturaleza pero la natvraleza nVnca las perdona."
Esta especie de histerismo social ha sido agvdizado por el terror al Comunismo, y se está cebando especial. mente en quienes subconcientemeilte eren qUé el Comu· nismo tiene la razón, y por ello sostienen la peregrina y alucinada tésis (c6mica en el fondo) de qve hay qve hacer rápidamente ésto y aquello antes de que vengan a hacerlo los comunistas. Son todos, más o menos, gentes llamadas de pensamiento, aunque el pensamiento muy poco tenga que ver con ellos, similares a los que, ante el peligro de ahogarse en un naufragio buscan la salva. ción en el suicidio. Gentes con el espíritu reducido a la condición del espíritu de las ratas, para decirlo de al·
gún modo complensible. Olvidan o ignoran, que el Co– munismo en Rusia, reformado por el realista y astuto campesino que fue Stalin, desde hace buen tiempo, (y sobre todo en educación y el régimen familiar) procede cautamente, según el ritmo de la naturaleza, y que las diversas ~'aceleracionq5" que propagan son solament& pilra la exportación, para la ruina de todos los países, sobre los que proyectan levantar aquel "imperío de ple– beya y satánica grandeza" que predijo Donoso Cortés en 1848
Si examinamos lo proyectado internacionalmente en los tiempos de los planes globales para el continente, y concretamente sobre los problemas educl1cionales, fácil será probar las bases utópicas en que se sustentaban: su excesiva ambición, y lo que anteriormente he llamado su "tecnicismo utópico".
Primeramer'lte se hizo hincilpié en el solo analfabe. tismo Se gastaron millones en las llamadas campañas pa· ra enseñar a leer a los adultos, sobre todo entre el cam· pesinado Algunas repúblicas -según sus estadísticas– lograron aumentar la población lectora, pero pasaron algu. nos años, y aunque las campañas continuaban, se tuvo la sorpresa de que el porcentaje de analfabetos había nuevamente crecido. Causas: que quienes aprenden a leer y se mantienen sin posibilidad de que les llegue alguna forma de escrito impreso, olvidan el aprendizaje hecho. Esto fue ampliamente constatado en los países con servi. cio militar obligatorio Millares de campesinos o aldea· nos, soble todo indios, anteriormente alfabetizados, de. clarahan su antigua capacidad y su actual incapacidad de leer. El haber puesto el énfas,is educacional en el
$010 primer aprendizaje de la lectura fue evidentemente un error. También es un error la especie de desesperan– za hispanoamericana ante el avance del analfabetismo, debido a nuestro incontenible aumento de la población. Suponen que estamos condenados a ser completamente incultos a causa de que la cultura escrita no puede llegar a un fuerte porcentaje de nuestra población. Se está olvi· dando que durante milenios el hombre avanz6 cultural– mente sin alfabeto; que los más nobles y fundamentales descubrimientos e inventos del hombre, sin los que la técnica moderna no pudiera existir, fueron hechos por hombres que no solo eran analfabetos sino que ni siqvie. rá podrían dejar de serlo, ya que los analfabetos que in. ventaron el alfabeto aún no lo habían inventado. 01· vidan que la cultura también se da oralmente, y pasa de boca en boca, y de hábito en hábito, y de ideal en ideal, al través de las generaciones, conservándola y enrique. ciéndola. Generalmente los educadores que más se la– mentan del anillfabetismo del indio (sobre todo si tienen esa especie de profesión que es el indigenismo) son tamo bién los que más ardorosos elogios hacen de las culturas precolombinas, que fueron cvltvras orales, culturas de
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