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LA. MUSitA CULTA DI: MASAYA

SANTIAGO FA.JARDO

El 1 de abril de 1850 vino al mundo en esta ciudad de Masaya el niño Pablo Vega y Ráudez, hijo del Licen– ciado don Gabriel de la Vega y Sevilla y doña Lucía Ráudez. Era don Gabriel un caballero español, natural de Andalucía, alto, robusto, de porte distinguido. Ma· ravilloso ejecutor de la guitarra, de profundos conoci– mientos de música, cantor de bellos romances españoles con su voz grave, de oro macizo. De él heredaron sus hijos y sus nietos el amor por la música.

Pablo hizo sus primeros estudios musicales en la es· cuela del maestro Marcelo Zúniga, y más tarde, cuando su hermano mayor, José del Carmen Vega, había fundado su propia escuela pasó a ella para solidificar sus conoci– mientos y desarrollar su maravillosa disposición y preco– cidad, al extremo que de muy temprana edad formaba parte en las orquestas del país ejecutando varios instru– mentos. Todo el entusiasmo de su alma adolescente no tuvo otro rumbo que el de la música.

La pauta: el pentagrama vacío le toca y le despierta el sentido de su humanidad genial, el calor de la llama del fuego interno de su inspiración; la avecilla canora le dice al oído su canción divina y le obliga a llenar de neo gras, corcheas, semicorcheas, fusas y semifusas, las cinco rayas del papel. El resultado son trozos musicales de con– textura perenne: melodías, cantos, pastorelas, simientes de obras enteras que han de llegar, más tal de, a madurez plena. Así nace el compositor.

Ya el adolescente ha llegado a hombre Brilla ya con el esplendor natural del artista destacado que nace genial. Ya es figul'a de relieve en el vasto campo de la música nicaragüense, y su prestancia de hombre bien poI· recido va reforzada por la gentileza de su espíritu culto. Aventajado en el amor, muchas bellas suspiran por él, y él les retribuye los suspiros con una canción, con un valse. Así "Yolanda", "Blanca", "Isabel" y "Chepita" pasaron perfumando la fuente ínagotable del Maestro.

Fue Chepita Matus la que colocó los sueños de amor de Don Pablo. De su matrimonio con ella hubo dos hi– jos: Pablo y Alejandro. Pablo murió muy niño, Alejan– dro vivió para ser la más grande y legítima gloria musital de Nicaragua.

Mas la felicidad conyugal del Maestro fue empeñada, poco tiempo después, COn la prematura muerte de doña Chepita. El profundo duelo y la constante vigilia en el vacío lecho nupcial, estimularon su deseo de profundizar los métodos mediante el continuo estudio, y así logró do-

minar la "fuga", "contrapunto" y "composición", aprove. chándose también de los elevados· c.onocimientos del Padre Góñez, sacerdote jesuíta que residía entonces en Masaya. Como padre abnegado no descuidó la educa– ción de su hijo Alejandro, ayudado en eSa tarea por su hermano José del Carmen y por Rosita Matus.

Varios años después Don Pablo contrajo segundas nupcias con la señorita Isabel Miranda Somoza, bella joven y elemento sobresaliente de la sociedad, llena de virtu– des, con la que rehizo su hogar. Un·cretrato grande de una alta dama que está colgado en la pared de la sala de recibo del Hospital San Antonio, es de doña Isabel Miran– da de Vega, alma altruista, bajo cuya dirección y auspicio se colocó la primera piedra de nuestro centro de caridad. Util es esta explicación para que la juventud de hoy y la de mañana no ignore quién es y por qué esa efigie apa– rece allí, inmortalizada por la gratítud.

De este segundo matrimonio nacieron: Emelina, Gil· berlo, Isaura, Margarita y Adela Vega Miranda. Todos

llevan en su sangre el torrente divino de la música, tesoro que heredaron de su ilustre progenitor.

En el año de 1882, Don Pablo es llamado por su Sría. Ilma. Monseñor Simeón Pereira y Castellón, Obispo de Nicaragua con residencia en León, para nombrarlo Maestro de Capilla de la Catedral. La figura del Maestro se hizo familiar en los templos de Zaragoza, La Merced, San Feli· pe, La Recolección, ya dirigiendo su orquesta, ya ejecutan– do el cello, ya cantando con su espléndida voz de tenor. Las naves de aquellas Iglesias guardan aún el eco lejano de aquella música que hizo época brillante en esos años. Es en la ciudad de León donde se produce el mara–

villoso despertar de su inspiración. El ambiente acoge. dor, culto, animoso y artístico de la Metrópoli,. influye decisivamente en la producción del Maestro. Música de todo género y sabor, desde la obra maciza de ·carácter -la unciosa y mística de la 191e5ia- hasta la ligera y alegre canción mareña y la dulce y romántica, ·plena, de luna, de la serenata junto a la ventana de la mujer amada. Día y noche, sin tregua ni desc~n$o, trabajó por ci· mentar una generación nueva de verdaderos profesores. Macario Carrillo, Filiberto Sarria, Tino del Castillo, Geró· nimo Castellón, y muchos otros que sería largo enumerar, salen de aquella escuela suya donde la explicación clara, la estricta norma didáctica, la natural competencia del maestro nacido para enseñar, su afabilidad y paciencia

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